34 – John Jairo Pérez T.

Hilando memorias ancestrales

Escuela de Patrimonio – La Estrella, Antioquia

Nuevamente me encuentro cerca de Medellín, esta vez voy en camino hacia La Estrella. En el carro vamos escuchando música y don Darío, abuelo querendón de su terruño, escritor, periodista, deportista por muchos años y hoy conocido como el Poeta Viajero, me cuenta sobre esta tierra acogedora.

Don Darío me dice que después del pueblo de San Lorenzo de Aburrá y Villa de la Candelaria ubicada en lo que hoy es Medellín, por una u otra razón los lugareños se desplazaron a diferentes partes, al sur de este gran valle de Aburrá, a nuestra querida Estrella. Quienes llegaron formaron una gran familia, un resguardo , el de los anaconas y se establecieron en Ancón, cerca del río donde se encuentra el cruce hacia Caldas, La Estrella y Medellín, en un lugar llamado La Sabaneta.

Los hechos se dan finalizando el siglo XVII. Fueron agricultores, alfareros y tejedores quienes llegaron aquí con quienes se funda el poblado Nuestra Señora de La Estrella en el año de 1685, al que se le otorga la advocaciónón de Nuestra Señora de Chiquinquirá, a quien cariñosamente se le dice La Chinca. Después, el caserío se traslada al pie de la montaña, a Pueblo Viejo

Don Darío mira por la ventana, suspira y continúa. Me dice alegre que esto apenas comienza y señala unos rieles cubiertos por pasto . Me dice que ahí, por ese lugar, pasó el tren que venía de Buenaventura e iba hasta Puerto Berrío, y me aclara que este medio de transporte sirvió para llevar pasajeros y también toda clase de carga, entre ellos la madera.

Con una señal, don Darío nos indica que hemos llegado. Al bajarnos se nos acercan varios vigías estudiantes y maestros del municipio. Don Darío les cuenta que ha estado hablándome de La Estrella y del ferrocarril . De repente, Carlos interrumpe y nos dice:

–Mi tío me contó que ellos bajaban la madera del Romeral y la lanzaban por el Río Medellín. La transportaban hasta llegar al lugar donde los recogían.

–¡Sí, claro!

Asiente el abuelo.

Los muchachos se van entusiasmando y exclaman:

–¡También hay muchos cuentos de nuestra montaña!

–Sí, es una gran reserva con más de 50 kilómetros que ocupa territorios de otros municipios –agrega el maestro:

Daniela, una joven estudiante, se queda mirándome inquietante y me dice que allá está La Laguna encantada, que los indígenas adoraban y en donde hay un tesoro y agrega:

–Se dice que los que van a esos lugares sagrados se pierden y no regresan más.

Kevin asiente con la cabeza y dice que también existen las brujas, duendes y animales gigantes que cuidan la laguna y el bosque.

El profesor del proyecto interviene y enfatizando en sus palabras, dice:

–Miren jóvenes, tener, la presencia de don Darío con nosotros es un privilegio.

La profesora del curso agrega:

–Yo estoy embobada, escuchando por primera vez la historia tan interesante de este maravilloso municipio. Gracias don Darío por venir ¡Que regalo!

Don Darío comienza a contar:

–Escuchen esta historia muy interesante. Fueron muchas las familias que en aquellos tiempos trabajaban la cabuya: Los Quiroz, los Mejía, los Giles, los Arenas y los Toros. Estos últimos fundaron la fábrica de empaques llamada Los telares de los Toros. Este pueblo fue considerado como uno de los mayores productores de empaques de cabuya. Mostrándoles un pedazo de esta fibra que aún conserva dentro de una jícara, don Darío les hace un corto recuento de un pasaje de la historia de este rincón del sur del valle de Aburrá, próximo a cumplir 334 años. Y así, pasa el tiempo, relata cuentos cortos, que hilan, dando como “tejido final” un breve recuento de la historia del municipio.

Quienes están al frente de nosotros son los estudiantes de la U.A.I. (Unidad de Atención Integral) de la sede Rafael Pombo, de la Institución Educativa Bernardo Arango Macías. Son jóvenes con edades que oscilan entre 16 y 23 años, algunos con semiparálisis, otros con dificultad al hablar, unos más con tics como reír la mayoría del tiempo, pretender estar enojados o caminar con dificultad, y algunos otros con discapacidades visuales, cognitivas o de memoria. Estos jóvenes, atentos en todo momento a la charla sobre la historia de su pueblo, expresan en cada mirada su ansiedad por lo que vamos a hacer luego del relato del abuelo.

Don Darío continúa su relato:

–Por allá en los años 40 del siglo pasado, la imagen más repetida en diferentes municipios era la de la cabuya. Y es que fueron muchos lugares en los que la cotidianidad era tocada por este arte de tejer, de tejer con los hilos de la cabuya.

Mientras el abuelo continúa su relato, unos jóvenes inquietos comienzan a “hilar”, es decir a entonar el siguiente estribillo:

“Ata, ta la cabuya,
la familia se reúne, a torcer y torcer”

El abuelo Darío dice:

Déjenme contarles que esta labor unía a las familias, las cuales casi que sin salir de sus casas, trabajan el arte de empatar, de unir pedazos de cabuya. Luego, lo trabajado terminaba en grandes madejas que se llevaban a los telares.

“Une, une los hilos de oro
pal abuelo la cabuya era el gran tesoro.
La familia unida nunca va a parar
pero para que rinda… “

El profesor de arte interrumpe el canto y da la siguiente instrucción:

–Teniendo en cuenta, la historia que escucharon y el juego que entre todos acaban de crear, iniciaremos unos dibujos y a cada uno le corresponderá una parte de la historia.

Señalando a cada uno, les dice:

–Felipe, usted dibuja la calle donde las familias se sentaban a unir las puntas. Natalia, usted dibuja la madeja de cabuya. Carlos, usted va a hacer los bolsos, cotizas y costales. María, dibuje la penca de donde se sacan los hilos de cabuya. El profesor y yo les colaboraremos a cada uno. El maestro sigue dibujando y los jóvenes en un rincón siguen agregando texto al nuevo juego que acaban de inventar. El abuelo se despide del grupo, no sin antes dedicarles partes de un poema que hizo en sus primeros años, con una lágrima en los ojos y recordándoles en todo momento querer más y más este terruño. Desde su silla y con el bastón en mano pronuncia:

“Al son del trabajo con la cabuya mirando un futuro mejor, logré encontrar a alguien que me cautivó y le robé el primer beso de amor”.

Equipo Escuela de Patrimonio

Darío Mesa – Poeta Viajero

Joaquín Murillo – Artista

Guillermo Muñoz- Prof. Proyecto Maritza Suárez- Prof. U.A.I.

Estudiantes programa U.A.I.

Maritza Suárez- Prof. U.A.I.

John Jairo Pérez – Coord. Proyecto – Idea original

Valeria Cardona – Mincultura

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