32 – Jenny del Pilar Correales López

Feminismo y comunismo; paradigmas y resistencia

Diría el más desconocedor humano de la teoría política, que las filosofías políticas de izquierda al propender por sistemas de gobierno y formas de estado más justas, y para todos, deberían señalar un presente y un devenir en cuya hondura se entendiera tales condiciones para el Ser Humano, sin ninguna otra división que la que concurra a la condición humana en sus múltiples y variopintas manifestaciones, y esto, solo para proveer el acceso efectivo a la justicia y el bien-estar. Sin embargo los sismas de la humanidad no se ausentan de las utópicas y fascinantes teorías comunistas o socialistas; el poder, la exclusión, las diferencias socioeconómicas, el machismo, son el pan de cada día de las estadísticas de los países que han recurrido a ellas como sistemas de gobierno, y en cuya configuración no logran establecer diferencias estructurales a la hora de evaluar los niveles de equidad y participación política de los grupos sociales minoritarios o vulnerables.

El caso de la Revolución Cubana y su relación con el papel de la mujer, es un gran ejemplo de la dicotomía propuesta. En la expresión siguiente, anotada en el texto de Luisa Campuzano, Ser cubanas y no morir en el intento: “(…)Hemos nacido mujer y en cuba (Campuzano,1996, pp 489); se ilustra no sólo la categorización infame  y la condición adjetivada del sustantivo mujer, como valoración negativa del adjetivo cubana, en ambos casos un paradigma de condicionamiento; que además aparece soterrado en las estadísticas favorecedoras de la participación de la mujer en el gobierno y el acceso a las universidades y trabajos; ocultando tras magnánimas cortinas a los teloneros de este circo, y los sacrificios de los malabaristas.

A las cubanas y latinoamericanas en general, no se nos hace ajena la escena tragicómica de la historia femenina, no sólo porque la resistencia ha sido inobservada, sino porque no sabemos cómo ejecutarla cuando llevamos el hambre en nuestros senos, el futuro en nuestros vientres, y las letras escarlata. Nosotras también desconocemos una lucha que no nos incluye, que ha sido pensada y repensadas a través de paradigmas que se nos hacen propios; unos que nos obligan a dejar de vivir, a competir desde la perspectiva patriarcal, a hacer política desde la intelectualidad masculina tradicionalista y arcaica, a la que, estoy segura, muchos hombres se rehúsan hoy a obedecer. 

La literatura misma cercena la sensibilidad, aduciendo en ella la carencia de razón e intelectualidad necesaria, haciendo vanas y orgullosas interpretaciones de grandes autores clásicos –de quienes no contextualizamos sus búsquedas– y de teorías artísticas y/o filosóficas que no actualizamos.

Qué sería de la poética de Aristóteles, escrita en nuestro tiempo, o de la filosofía platónica, con un Sócrates usando la mayéutica en Facebook.  No olvido las palabras recientes del escritor caleño, Raúl Henao, quien probó dictar una charla sobre el Surrealismo en América, anunciando de manera conclusiva que los escritores debíamos esforzarnos más, sobre todo las mujeres, especialmente porque en sus estadísticas, las mujeres no leíamos, o lo hacíamos mal; y, por demás, hablábamos preferentemente de la maternidad o el amor.  ¿Será que nos leemos tras el telón de la vanidad intelectual?

Referencias

Campuzano, Luisa, “Ser cubanas y no morir en el intento”, en Hernández, Rafael y Rojas, Rafael, Ensayo cubano del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 489-504. 

Traba, Marta. La cultura de la resistencia. En Literatura y praxis en América Latina, comp.

Fernando Alegría, 49-80. Caracas: Monte Ávila, 1974 [1973].

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-885X2009000300013 16 de septiembre de 2019

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