El cuento infantil, la democracia y la cultura de paz
A través de su historia, la humanidad ha construido relatos para contar hechos, mitos y leyendas que sirven para recordar a los antepasados, para mantener las costumbres y orientar a las nuevas generaciones en la preservación de la cohesión, así como en la sustentación de las normas éticas y morales del respectivo grupo social.
Estos relatos tienen diferentes formas y contenidos. En este artículo enfatizaremos en algunas reflexiones acerca del cuento como recurso pedagógico y comunicacional. En primer lugar, fue mediante la tradición oral que se difundieron historias acerca de hechos ocurridos, de personajes, seres mitológicos, fenómenos naturales o de productos de la imaginación a los cuales se les atribuía un determinado significado, a menudo con una moraleja o enseñanza para la reflexión y aprendizaje. En segundo lugar, con el desarrollo de la escritura se pudo mantener la fidelidad de la historia original, más exenta de variaciones generadas por la versión subjetiva de los narradores o del transcurso de las sucesivas generaciones y sus contextos. Esto, sin negar las alteraciones con respecto a las historias originales, por razones de traducción, interpretación o adaptación de los escritos por parte de los autores, en razón de sus contextos e intereses.
De este modo, hasta nuestros días, se ha propagado el cuento como forma literaria por todo el mundo, como lo plantean Pérez, Pérez y Sánchez (2013), a partir de las formas precursoras que provienen de las sociedades orientales. Al respecto, son de destacar los cuentos de “Las mil y una noches”, donde se resaltan en occidente las historias de Simbad El Marino; Aladino y la lámpara maravillosa y Ali Babá y los cuarenta ladrones, entre otros. Se afirma que la literatura infantil data del siglo XVIII, época en la que se escribieron los primeros textos para niños, hijos de la nobleza.
El cuento, según la Real Academia Española-RAE, consiste en una “narración breve de ficción” o en el “relato, generalmente indiscreto, de un suceso”. Su carácter, habitualmente fantástico, se convierte en un viaje a través de la narración o de la “historia”, lo que permite impresionar al perceptor porque, al penetrar en su mundo y en sus emociones, se adentra en las dimensiones simbólicas del imaginario personal.
Este recurso narrativo ha sido, desde la antigüedad, un medio predilecto para captar la atención de la niñez, involucrarla, influir en sus valores, normas de convivencia y moldear su comportamiento social. Más allá de ello, por ser un factor decisivo en el terreno de la formación cultural desde los primeros años, esta narrativa se convierte en elemento determinante del desarrollo de la personalidad que trasciende hacia las dimensiones del auto reconocimiento personal, la convivencia social y la interpretación del entorno.
El cuento capta la atención, cautiva e involucra en el aprendizaje de valores que influencian el desarrollo y apropiación de normas de comportamiento, conducta y personalidad según el entorno social. En dicho sentido, el cuento se constituye en un recurso pedagógico, lúdico y didáctico que permite combinar realidad y ficción. Los relatos plenos de fantasía e imaginación sirven para adornar hechos, acciones, personajes y mundos extraordinarios; permiten engalanar el contexto infantil para trascender, como afirman Palomares y Montaner (2014), los “problemas emocionales que afronta el niño en su recorrido hacia la madurez” y sirven como medio para superar objetivos y miedos. En tal sentido, se concibe la fantasía como válvula de escape o como fuerza para rectificar una realidad insatisfactoria o para lograr deseos inconclusos. Por ello, se vuelven relevantes el juego simbólico de la fantasía y la imaginación en el transcurso de la infancia y la adolescencia.
No obstante, en tercer lugar, con el predominio de la imagen en el contexto actual de desarrollo de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, surgen limitaciones a la fantasía, a la imaginación y a la creatividad del pensamiento divergente. Los cuentos antiguos cobran vida nuevamente, a través de los medios de comunicación y del internet. Así mismo, en la escuela y la familia se difunden como recurso pedagógico con fines de incidir en la consciencia y el comportamiento infantil. De suyo se comprende que los padres y maestros están imbuidos de los valores, costumbres, dichos y lenguajes que constituyen las narrativas de los cuentos.
Por ello es común escuchar a los adultos decir a las niñas y niños “princesa”, “príncipe” o “mi rey”, evocando unas jerarquías que no existen, que nos devuelven a los escenarios del medioevo en materia de valores y culturas a riesgo de aislarnos del contexto social en que vivimos.
Según El Rincón Castellano (2017), entre las obras más relevantes del mundo de los cuentos, es de resaltar la producción de Charles Perrault, quien hacia 1683 escribió la Obra Los cuentos de Mamá Ganso, mezcla de tradición oral con leyendas. Entre sus cuentos se destacan: Pulgarcito, Cenicienta, Caperucita roja, La bella durmiente y El gato con botas.
Algunos de estos cuentos son retomados por los Hermanos Grimm (Jacob y Wilhelm); los cuentos infantiles publicados por ellos entre 1812 y 1822, nacieron, además, de recopilaciones de diversas tradiciones de cuentos de hadas, leyendas históricas germanas. Entre sus cuentos se destacan Blancanieves, Hänsel y Gretel, Rapunzel y los músicos de Bremen. El contenido de los textos se fue suavizando y censurando debido a la violencia, crueldad y alusiones sexuales que se presentaba en ellos. En principio, los Grimm argumentaban que no era una lectura para niños, sino folclor patriótico. Sin embargo, para satisfacer a los lectores fueron adaptando los contenidos originales. Un caso ilustrativo es el de Caperucita roja que tuvo 344 versiones entre 1812 y 1839, dado que se partía de la historia de una niña que se desnudaba para acostarse con el lobo. Durante 45 años y siete ediciones, en 1857 su obra ya contaba con 200 cuentos y diez leyendas infantiles. Su producción se fue transformando de la literatura popular al mundo infantil, haciendo retoques en los textos e incluyendo ilustraciones para hacer más atractiva la mirada de niños y adultos.
Todo ello impulsó una gran actividad artística, influyendo en el cambio en procesos de producción y comercialización de textos infantiles. Así, se integraron a los procesos los pintores, grabadores, encuadernadores, acuarelistas, diseñadores gráficos, dibujantes y expertos en nuevas técnicas de impresión. Tanto la producción de los hermanos Grimm como los cuentos de Perrault impulsaron la alfabetización y el talento artístico en el mundo, como lo reconoce Nebreda (S.F.).
La obra de los hermanos Grimm comienza con la recopilación de los cuentos en 1806, año en el que Napoleón derrota a los prusianos en Jena; toma Berlín, convierte a Kassel en capital del reino de Wetsfalia e implanta el reinado de su hermano Jerónimo. En dicho contexto de guerra los Grimm, antes que recorrer Alemania, debieron dedicarse a escuchar las historias de modistas, vendedoras, soldados y campesinos en tabernas y mercados de la ciudad. Así fue como el primer tomo de sus cuentos, con arreglos de estilo, se publicó en 1812.
A mediados del siglo XIX, la colección de cuentos de los hermanos Grimm tuvo ácidas críticas en Estados Unidos por parte de maestros, padres de familia y sacerdotes atribuyendo a sus contenidos evidencias de la cultura medieval, dados sus prejuicios, crudeza y crueldad. Tras la Segunda Guerra Mundial, estos cuentos fueron catalogados como “escuela de crueldades”, dado el abandono de los niños, la antropofagia, las condenas a muerte y el asado de brujas.
No obstante, además de escritores y lingüistas eminentes, los Grimm eran demócratas y apoyaron la unificación alemana en un solo Estado nacional. Así mismo, colaboraron en la redacción alemana de los derechos humanos. Ejercieron como profesores universitarios en Kassel y Göttingen. En 1837 fueron despedidos por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. En 1838, Federico Guillermo IV de Prusia los invitó a Berlín donde ejercieron su labor docente en la Universidad Humboldt y se vincularon a la Real Academia de Ciencias.
Personalmente, el conocimiento de su obra llegó en dos momentos diferentes: primero, en la niñez, a través de la dramatización que presentaba todos los sábados a las seis de la tarde Radio Sutatenza, a mediados de los años sesenta. Eran los años del predominio del talento de nuestros actores para generar escenarios radiofónicos, expresar su dramaturgia y provocar el juego de la imaginación infantil en familia. Segundo, en ejercicio de la paternidad, a comienzos del siglo XXI mediante las colecciones editadas por el periódico El Tiempo, con respecto a los cuentos tradicionales. Por este camino llegaron nuevamente a nuestras manos: El traje del emperador, El gato con botas, El rey Midas, El ruiseñor chino y otros. Estos cuentos volvieron a dejar enseñanzas con respecto a los temas de identidad, la superación de la sumisión y la adulación, la valentía, la capacidad de priorizar el sentido de lo humano por encima de la lógica del tener y de la codicia y la importancia de cuidar la naturaleza.
En ese reencuentro con el mundo infantil llegaron en forma de regalos nuevas versiones y ópticas del cuento infantil, adentrándose en la promoción de valores democráticos de autonomía e identidad, solidaridad y cooperación, superación del miedo, del odio, la autoprotección, la equidad de género y cuidado del ambiente.
Así llegaron a nuestras manos los cuentos de Kasza (2013), escritora japonesa residente en Estados Unidos, cuyos aportes se condensan en alrededor de 16 libros entre los que se destacan: El día de campo con don Chancho, El tigre y el ratón, Los secretos del abuelo sapo, No te rías Pepe Dorotea y Miguel.
En el mismo sentido, el cuento emerge como forma lúdica de creación y dramatización, tanto en el ámbito familiar como escolar, sirve al objetivo de formar personas íntegras que se caractericen por su capacidad de aporte a la sociedad, a la cultura democrática y a la convivencia pacífica. La promoción de talentos para crear cuentos como obra individual o colectiva permite canalizar esfuerzos y dinámicas pedagógicas donde estudiantes, padres de familia y docentes confluyen para valorar el diálogo y el trabajo en equipo a partir de la identificación de problemas claves y del estímulo de soluciones innovadoras, a través de la promoción de escenarios de dramatización y búsqueda de soluciones propositivas y del rescate de la fantasía como capacidad para trascender el mundo de lo cotidiano hacia nuevas maneras de abordar los problemas, las relaciones sociales y los contextos escolares, familiares y sociales.
Bibliografía
Kasza, Keiko. Literatura en la Infancia. Disponible en: https://granliteraturaenlainfancia.wordpress.com/2013/08/09/keiko-kasza/
Nebreda Domínguez, Ana. Bolg Biblioabrazo. Disponible en: https://biblioabrazo.wordpress.com/2015/09/28/los-cuentos-de-los-hermanos-grimm/
Palomares Marín, Mari Cruz y Montaner Bueno, Andrés. Tópicos de la fantasía épica en la literatura infantil y juvenil. Un recorrido por la construcción narrativa de Mago por casualidad de Laura Gallego. Universidad de Murcia. 2014. Disponible en: https://mascvuex.unex.es/revistas/index.php/tejuelo/article/view/1627/1015
Pérez Molina, David; Pérez Molina, Ana Isabel y Sánchez Serra, Rocío. El Cuento como recurso educativo. En Ciencias. Revista de Investigación. Disponible en:
https://www.google.com/search?q=El+Cuento+como+recurso+educativo&oq=El+Cuento+como+recurso+educativo&aqs=chrome..69i57j0l5.5037j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8
Rincón Castellano. Los Hermanos Grimm – Biografía. Disponible en: http://www.rinconcastellano.com/cuentos/grimm/b_grimm.html#
Albeiro Caro Fernández
Coordinador Programa Territorio, Paz y Desarrollo
Corporación Nuevo Arco Iris
Bogotá, 6 de mayo de 2019.