30 – José Hilario López Agudelo

José Hilario López Agudelo

Ingeniero geólogo. Algunas de sus publicaciones: Tiempos de ingeniería y humanismo. Editorial: Alvear Sanín, José de Jesús. 28 feb. 2018 – ISBN 978-958-48-3149-1. Hay que competir en calidad y precios, 1986. Plan de expansión del sector eléctrico nacional: riesgos y alternativas energéticas 2006. Colombia y la crisis energética mundial. Memorias del general José Hilario López, antiguo presidente de la Nueva Granada, escritas por él mismo (libro).

Los artículos presentados fueron suministrados por el ingeniero López, para ser replicados en Gotas de tinta.

Hipótesis Gaia, Club de Budapest y cambio climático

 13 noviembre de 2018 – Periódico El Mundo

Una visión apolítica sobre el futuro de la vida en la Tierra mostrada por James Lovelock vs. una salida esperanzadora, propuesta por Erwin Laszlo para detener la destrucción de los ecosistemas y salvar la vida, mediante un cambio radical del sistema político global y, sobre todo, mediante una relación respetuosa de cada humano con la Naturaleza y nuestros semejantes.

La hipótesis Gaia fue propuesta por el científico británico James Lovelock, cuando a finales de la década de los 60 trabajaba para la Nasa en un proyecto de investigación sobre las posibilidades de vida en otros planetas. La hipótesis afirma que el planeta Tierra en su totalidad, incluyendo seres vivos, océanos, rocas, suelos y atmósfera, funciona como un súper-organismo que modifica activamente su composición interna para así asegurar su supervivencia.

La hipótesis Gaia es un conjunto de modelos en los que se postula que la vida en la biosfera fomenta y mantiene unas condiciones ambientales que favorecen y permiten su existencia, modelos que develan los mecanismos de autorregulación que afectan la temperatura global, la composición atmosférica, la salinidad de los océanos y a otras muchas variables que, en conjunto, condicionan la vida en la Tierra. Estos mecanismos, de naturaleza homeostática, son los que nos hacen concebir a Gaia como un ser vivo.

Vea también: Energías renovables y cambio climático

En el libro The Revengue of Gaia. Earth´s climate crisis & the fate of humanity” (La venganza de GaiaLa crisis climática y el fin de nuestra civilización”), como prefacio a la edición norteamericana publicada en 2008, Lovelock ofrece disculpas por ser el mensajero de malas noticias al presentarnos la más dura visión apocalíptica sobre el futuro de la vida en nuestro planeta.

Lovelock soporta su hipótesis Gaia en los siguientes datos:

El porcentaje de CO2 en la atmosfera de los planetas más próximos al nuestro es del 98% en Venus, del 95% en Marte y del 98% en la Tierra sin vida. Pero la Tierra redujo su proporción de CO2 desde aquel 98% original a un casi insignificante y testimonial 0,04%.

En lo que respecta al oxígeno, la proporción es de sólo trazas en Venus, de un 0,13% en Marte y de un 0,03% en la Tierra primitiva. Pero desde que apareció la vida en la Tierra la proporción de oxígeno subió hasta aproximadamente un 21%, y así se mantiene hasta hoy.

En la composición de la atmósfera terrestre se encuentra también el metano, un gas que a pesar de su inestabilidad en presencia de oxígeno ha permanecido casi constante desde la aparición de la vida en la Tierra.

Por otro aspecto, la salinidad de los océanos en su historia geológica no ha sufrido cambios importantes, a pesar de los aportes incrementales de las sales disueltas en las aguas de sus tributarios. Así mismo la temperatura de la superficie de la Tierra en el tiempo geológico se ha mantenido casi constante, a pesar del incremento de la energía recibida del Sol, que puede haber aumentado en los últimos tres millones de años en cerca de un 40%.

En un ensayo sobre el referido libro de Lovelock, el ingeniero español José Cerdeira comenta que hasta hace muy poco aceptábamos que la evolución de los organismos vivos se producía según la teoría de Darwin, pero que el mundo material evolucionaba según lo explica la geología. En su lugar, la hipótesis Gaia ve estas dos evoluciones (la vida y el mundo material), anteriormente separadas, como parte de una única historia de la Tierra, en la que la vida y el mundo físico evolucionan como una sola entidad.

Todo lo anterior muestra como la biosfera ha adecuado su composición y propiedades fundamentales hasta adaptarse a las necesidades de la vida, probando que Gaia es equiparable a un organismo vivo capaz de autorregularse. Pero este proceso tiene unos límites, ya que cuando se sobrepasen ciertos topes la regulación se hace imposible y el sistema puede volverse altamente inestable, hasta un punto que los mecanismos reguladores se desequilibren llegando a estados irreversibles. Gaia deja así de comportarse como la buena madre que hemos descrito y se convierte en una Gaia indignada y deseosa de venganza, ante la cual, como dice Lovelock: “nada de lo que hagan las naciones servirá para nada”.

En contraposición a la visión pesimista de Lovelock, el científico húngaro Erwin Laszlo, fundador del Club de Budapest, en su ensayo Cambio mundial. Por un cambio cuántico en los asuntos humanos (traducción del profesor antioqueño Luis Eduardo Yepes) nos muestra una salida esperanzadora para salvar la vida en nuestro planeta. Después de mostrar la destrucción de los ecosistemas acelerada por la Revolución Industrial, así como el deterioro del tejido social por causa de la inequidad originada en el sistema neoliberal y el terrorismo derivado del fundamentalismo religioso, presenta alternativas que deben partir de la aceptación plena de la “insustentabilidad” del actual sistema económico y social, como premisa esencial para cambiar nuestros paradigmas.

Además: La erosión en Colombia

Siguiendo la conocida sentencia de Gandhi “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”, Laszlo nos dice que para que se dé el cambio es necesario liberarse de la antigua consciencia y de los valores y creencias que la soportan. Para empezar, es necesario que cada uno de nosotros se haga un autoexamen guiado por su opinión acerca de los siguientes postulados:

  • La vida es una batalla por la existencia y solamente sobreviven los más aptos (los más ricos y poderosos)
  • En la despiadada competencia por estar entre los más aptos, el fin justifica los medios
  • Mientras más dinero y cosas materiales tengas, mejor eres (y más probabilidades tendrás de ser más feliz)
  • La gente debe lealtad únicamente a su país y a una empresa, en tanto que el resto son extraños y competidores
  • Si queremos paz, debemos prepararnos para la guerra
  • La tecnología y la eficiencia son la respuesta, sea cual sea la cuestión
  • La Tierra es, para toda intención y propósito, una fuente inagotable de recursos para gastar (el extractivismo del que hablamos en una columna anterior) y un infinito depósito de desechos
  • Los ecosistemas se pueden diseñar y adecuar como se hace con una obra de infraestructura, para que se adapten a nuestras necesidades y demandas

Si respondimos si a todas o por lo menos a algunas de las anteriores preguntas, somos parte del problema. Ser parte de la solución requiere una profunda decisión ética, que se basa en cambiar nuestra forma de pensar para adoptar una nueva actitud solidaria con nuestros semejantes y respetuosa con los ecosistemas planetarios.

(Dejemos aquí por ahora. En la próxima columna nos ocuparemos del inaplazable cambio que nos propone Laszlo.)

Resignificado del desarrollo

21 noviembre de 2018

El desarrollo a escala humana sostiene que las necesidades humanas son limitadas, constantes en todas las culturas y, en términos de periodo histórico, invariables en el tiempo.

En anterior columna contrastamos la visión pesimista de James Lovelock sobre el futuro de nuestra especie con la visión esperanzadora de Ervin Laszlo, que se resume casi en una consigna: Si queremos salvar nuestra especie de la catástrofe a que nos está llevando el acelerado cambio climático y las políticas neoliberales, debemos empezar a cambiar nuestra conciencia y actitudes equivocadas ante los ecosistemas y nuestros semejantes, pero esto no sólo es exigible a los sistemas políticos nacionales y multilaterales, sino y fundamentalmente es un mandamiento para cada uno de nosotros.

Las sociedades primitivas vivieron un mundo mitológico donde el hombre se miraba a sí mismo como parte de la naturaleza, una visión misteriosa pero significativa. Hace diez mil años en Egipto, Babilonia, India y China se empezaron a conformar unas culturas teocráticas y en la Grecia Clásica, 500 años antes de nuestra era, surgió una cultura basada en la razón humana, que se conserva hasta nuestros días. A partir de los conocimientos científicos aportados principalmente por Copérnico, Galileo y Newton pero sobre todo con la Revolución Industrial del Siglo XVIII, en nuestra Civilización Occidental aparece lo que se denomina la visión mecanicista y materialista del mundo.

Hoy con la globalización impuesta por la informática y la revolución en las comunicaciones, el neoliberalismo nos ha sumido en un sistema perverso y contraproducente, donde aunque la visión del mundo ha sido trascendida por la ciencia, las tecnologías que se generan y los consecuentes comportamientos individuales y colectivos están llevando a la destrucción de los ecosistemas esenciales para la conservación de la vida en el planeta, así como del tejido social. Como sentencia Laszlo: Ciencia y tecnología que producen más calor que luz, más daños colaterales que beneficios.

En el estado en que se encuentra hoy, nuestra civilización es insostenible, y si no quiere autodestruirse debe empezar a transformarse desde ahora. Para este propósito, mandato biológico de pura esencia conservacionista de la especie, se tienen a disposición todos los recursos necesarios, a saber: un diagnóstico y comprensión claros de la amenaza y del riesgo, así como la ciencia, la tecnología, y el dinero pero falta la voluntad política de nuestros gobiernos y de los organismos multilaterales, pero sobre la decisión individual y colectiva por el cambio. Para llegar a este cambio se necesita un despertar de la conciencia individual y colectiva, que deje atrás creencias inadecuadas, reemplazándolas por nuevos valores y prioridades. Sólo cambiando primero nosotros mismos podemos salvar nuestro planeta y con él la vida.

Volviendo al título de esta columna tomado de un libro editado por la Fundación Unida de Buenos Aires, que conocí gracias al Profesor Eufrasio Guzmán, donde se resaltan las Estrategias de transición del paradigma mecanicista a la conciencia planetaria. En el prefacio del libro se nos alienta a renovar la fe en un futuro surgido de la turbulencia actual, entendida esta como la infancia colectiva de nuestra especie, el caos engendrador de un orden mundial luminoso y duradero. La meta es construir una civilización mundial basada en el reconocimiento de la unidad esencial de la familia humana, pero capaz de liberar las diversas expresiones de su maravillosa diversidad.

Para el difícil tránsito hacia el nuevo mundo, las estrategias de desarrollo ya no serán las impuestas por los poderosos de la tierra sino enraizados en procesos participativos. Los científicos sociales chilenos Manfred Max-Neef y Antonio Elizalde, en su ensayo titulado Desarrollo a escala humana”, que hace parte del libro atrás referido, postulan que el desarrollo se refiere a las personas, no a los cosas y señalan el error en que incurre el pensamiento político-económico convencional al considerar las necesidades humanas como crecientes e ilimitadas. El Desarrollo a Escala Humana, por el contrario, sostiene que las necesidades humanas son limitadas, constantes en todas las culturas y, en términos de periodo histórico, invariables en el tiempo.

Las necesidades básicas, según estos autores son las siguientes: Subsistencia, protección, afecto, ocio, creación, libertad, entendimiento, identidad y participación. Lo que varía en el tiempo y de una cultura a otra son los satisfactores de estas necesidades, los cuales se definen como todo objeto, servicio, actividad, relación, institución o costumbre, creados por el medio social para la satisfacción de las nueve necesidades atrás relacionadas. El error del neoliberalismo consiste en confundir necesidades con satisfactores. Los mismos autores clasifican los satisfactores en cinco grandes grupos, los primeros cuatro denominados exógenos y endógeno sólo el último, como se describen enseguida:

  1. Satisfactoresvioladores o destructores, aquellos que no sólo dejan de atender la necesidad a la que aparentemente están dirigidos, sino que impiden la satisfacción de otras necesidades del sistema (ejemplo, las armas nucleares y en general el armamentismo).
  2. Satisfactores inhibidores, aquellos que satisfacen inadecuadamente la necesidad, por lo común la sobre-satisfacen (ejemplo, una educación sobreprotectora).
  3. Satisfactores seudosatisfactores, aquellos que dejan permanentemente insatisfecha la necesidad a la cual apuntan (ejemplo, la moda). 4. Satisfactores singulares, aquellos que atienden sólo una de las necesidades del sistema (por ejemplo el asistencialismo) y 5. Los satisfactores sinérgicos, aquellos que atendiendo la necesidad a la cual se dirigen, desatan otros procesos, permitiendo así la realización de varias o todas las necesidades del sistema; los satisfactores que surgen de procesos participativos de base amplia son el primer ejemplo de satisfactores sinérgicos, así como la lactancia materna que atiende no sólo la subsistencia del niño llenando además las necesidades de afecto, protección e identidad.

Para terminar concluyo resaltando como Manfred Max-Neef y Antonio Elizalde insisten en que no existe un orden de prelación en el sistema de necesidades: si los satisfactores son sinérgicos, cualquiera sea la necesidad que los haya motivado, esto puede ser la entrada para iniciar procesos retroalimentadores que beneficien todo el sistema de necesidades. En suma, Desarrollo a Escala Humana en esencia consiste en la generación participativa de satisfactores sinérgicos, lo que conlleva a una redefinición del rol del Estado, que deja de ser el agente que impone satisfactores exógenos pasando a ser un facilitador de procesos sinérgicos, surgidos de amplios procesos participativos concertados con las bases.