Cinco conmemoraciones, cinco momentos
. 8 de marzo, día de la mujer
. 21 de marzo, día de la poesía
. 22 de abril, día de la tierra
. 23 de abril, día del idioma
. 29 de abril, día del árbol
El amor de Saray
El hambre y el cansancio
en las comisuras de sus rostros,
y al final de la ardua travesía
en las manos las sandalias
y las arenas incógnitas de Egipto.
Avrám –el babilonio–
urdiendo el insidioso trueque,
y su mujer, Saray,
entregando al faraón su honra.
No se sabe de sus días:
quizás tras las cortinas de palacio
imaginaba otras caricias,
y en las noches ocultaba
su frente entre las sábanas.
Líquidas huellas rodaban
de sus ojos en las horas
en que el dolor la poseía.
Imposible con la ofrenda
–la tierra de Goshen–
olvidar el sin igual agravio:
canjeada por rebaños,
por oro y por sirvientes.
Su vejez sin tregua ni sosiego:
otras travesías y en Guerar
otro rey y su lascivo ruego:
el mandato y el engaño
y de nuevo la aflicción y pena,
insomnios y la moral en duda
¿acaso de su rostro
brotaría un mismo llanto?
Y entre tanto torbellino, Hagar,
la esclava, la princesa egipcia,
–¡nadie supo si dichosa!–
calmando las ansias del hebreo.
Ante el anuncio de Yahvé la duda
y a la vez la complacencia,
el hijo inesperado y redimido luego
en el instante de encender la pira.
Ya… Sarah –su nombre de Señora–,
abominando a Ismael, el sustituto.
¿No previó su dios el cataclismo?
–¡Oh arcaico clamor de Palestina!–
el primogénito y la madre relegados
sin perdón ni piedad en las arenas.
¿¡Cómo olvidar el amor de la mujer
que sin dudarlo, por Avrahám
aventuró su honra y permitió
a Hagar conmocionar su lecho!?
Aprendizaje
Me inicié desde temprano
en matemáticas y ciencias,
quería comprobar, ¡ingenuamente!,
la racionalidad del universo.
Luego, entre dudas y silencios,
en la mitad inexplorada del cerebro
se tornaron sensibles las palabras
y brotaron los versos desde adentro.
¡Sin dudarlo asumí el oficio de Poeta!
Tiempo de guayacanes
La brisa los abraza, y espirales
de pétalos danzan y caen
y dormitan en las piedras y en el pasto.
Nadie recuerda sus semillas,
la profundidad de las raíces,
los vaivenes de los troncos,
sus muchos años y las flores,
la calma y la danza de sus ramas
acompañando nuestras horas.
No hay razón de detenerse al canto
si en el nuestro no cabe el otro tiempo;
y no importa que convoque el parque,
un rostro amable, el llamado de la tarde
o el encanto de las flores amarillas.
A diferencia de los árboles y seres
moldeados con savia de la tierra,
venimos siendo los humanos
producto de otra arcilla,
areniscas de fallido templo,
caminantes con la misma prisa
dirigiéndose a un sitio,
a varios, ¡o a ninguno!
La piñata del alfabeto
Cinco vocales y más
de veinte consonantes
se excitan en la bolsa,
y retozan abrazadas
en promiscua algarabía.
Su danza preña las cuartillas
con sílabas y frases,
¡siendo parteras de los libros!
Mezclando sus esencias
los caracteres se articulan
y los rituales van forjando
miríadas de párrafos.
¡Así, sencillamente abarcan
las páginas, las obras y la historia!
Las cartas de Eloísa,
calmando con sus cantos
la ardiente ausencia del amado;
el mundo macondiano de Gamárquez
pululando en mariposas,
pececitos de doradas filigranas
y lugareños desnudos en los días del Caribe;
Moisés y sus arengas incendiarias,
legando a los humanos serias duda
y en un cielo tal vez inexistente;
Homero y las llamas y las voces…
en la arena que irriga el Escamandro,
final de Troya y origen de sus cantos.
En los libros reposan los amores,
las pasiones, los sueños y la magia,
las verdades nunca constatadas,
las traiciones y el arte miserable de la guerra.
Con las letras se describe
la vaguedad del mundo nuestro
que no incluye acertijos ni futuro.
Piñata que derrama sus sorpresas:
¡todo en una bolsa cabe,
si mezclamos con las manos
veintisiete letras diminutas
que nos presta el Alfabeto!
Agonía del árbol
Tejedor de hilos
que horada cavidades en la tierra
y atrapa sus iones de existencia.
Es su vientre
refugio de seres peregrinos
y de aves coloridas
que reposan en sus brazos,
y elevan sus trinos
como pompas de jabón
que inundan el aire de murmullos.
Cuando llueve,
y es apenas mediodía,
sus hojas se tornan espejos esmeralda,
y en cada haz y en cada envés
impresa la ambrosía,
como huella originaria del oxígeno.
Si atardece y el viento se serena,
repite la brisa entre sus ramas
la liturgia que lo incita
a ofrendarnos el sosiego,
y la Luna y las estrellas
dormitan en sus hojas,
inundándolo de sueños.
Es albergue y es pulmón,
y nosotros que lo herimos
con las manos…
¡somos hacha… y somos fuego!