Wilde y Maeterlinck
Maeterlinck fracasó en los Estados Unidos como había fracasado ya hace años Oscar Wilde. Pero Wilde se vengó dignamente con unas cuantas ironías; difamó a los americanos en la forma más sangrienta y presentó a los Estados Unidos como un pueblo rudo y salvaje. Refería a sus amigos que en Nueva York había visto en la puerta de un club aristocrático o de un teatro, un letrero así: “Se prohíbe hacer tiros a la pianista. No lo hace del todo mal”. Otra vez, después de dar una conferencia sobre Benvenuto Cellini en Boston o en alguna otra parte, se acercaron algunos concurrentes y le dijeron: ksjjjs
–Señor Wilde, preséntenos a ese Benvenuto.
–Pero si hace siglos murió.
–Sí, ¿y quién le pegó el tiro?
Por primera vez los nombres de Wilde y Maeterlinck han llegado juntos y semejantes a nuestra mente; es que acabamos de leer en una revista inglesa el catálogo de desventuras y de incidentes semi- cómicos, semi-ridículos, que cayeron sobre el pobre poeta belga en los Estados Unidos. Una vez El pájaro azul fue silbado en el mejor teatro de Nueva York y otra noche Maeterlinck fue abandonado mientras dictaba una conferencia. Se quedó predicando en el desierto.
¿Será que de Oscar Wilde a Maeterlinck, el pueblo americano no ha variado un poco de gustos, no ha refinado su paladar literario?
Parece que en un sentido espiritual, todavía en la puerta de los teatros existe el letrero infamante y rudo que vio Wilde: “se prohíbe hacer tiros a la pianista”.
El Espectador, “Mesa de redacción”, Medellín, 28 de abril de 1920.