Ana María Rabe
Magister en Filosofía por la Ludwig Maximilians Universität en Múnich y Doctora en Filosofía por la Hochschule für Bildende Künste en Braunschweig, es desde 2014 Profesora Asociada de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Antioquia en Medellín. Ha sido profesora contratada en diferentes universidades alemanas y españolas. De 2008 a 2011 fue investigadora postdoctoral en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Madrid. Ha sido, además, profesora invitada en Alemania, España, Bielorrusia, Puerto Rico, Colombia, Rusia, Inglaterra, Chile y Argentina. Durante muchos años compaginó su labor académica con un trabajo como crítica del arte y periodista freelance en Buenos Aires, Nueva York, Madrid, Múnich y Berlín. En 2013 fue la primera titular de la Cátedra Chillida en la Goethe-Universität en Fráncfort del Meno. Acaba de concluir un proyecto de investigación sobre la colaboración y el intercambio intelectual entre el filósofo Martin Heidegger y el escultor Eduardo Chillida. Actualmente pertenece al proyecto de investigación internacional “Sufrimiento social y condición de víctima”, radicado en el CSIC en Madrid. En el marco de este proyecto continúa sus investigaciones sobre el pensamiento de Walter Benjamin y la relación entre memoria, experiencia, lugares y formas de conmemoración, que ya abordó desde diferentes perspectivas en anteriores proyectos de investigación.
Además de numerosos artículos en revistas científicas y en libros colectivos ha publicado la monografía Das Netz der Welt. Ein philosophischer Essay zum Raum von Las Meninas („La red del mundo. Un ensayo filosófico en torno al espacio de Las Meninas”) (Múnich, editorial Fink, 2008), donde presenta las concepciones de mundo y espacio de Platón, Descartes, Newton, Mach, Wittgenstein y Einstein poniéndolas también en diálogo con el arte. Aparte de este libro, ha publicado el libro trilingüe (catalán/español/alemán) Las artes en la época del espacio (Barcelona 2010) y el volumen Homo naturalis. Zur Stellung des Menschen innerhalb der Natur („Homo naturalis. Sobre la posición del hombre dentro de la naturaleza”) (Friburgo/Múnich:Alber 2012).
Sueños vividos y encuentros inusuales
Las colaboraciones artístico-literarias en el contexto de la galería-imprenta-editorial Erker[1]
A San Galo se puede llegar de muchas maneras y desde distintos países. La pequeña ciudad suiza, cuyos orígenes se remontan al siglo VIII y cuyo nombre alemán es Sankt Gallen, se encuentra a pocos kilómetros del gran Lago de Constanza que une tres países europeos: Alemania, Austria y Suiza. Hace medio siglo acudían aquí por caminos diferentes artistas, escritores, poetas y filósofos del mundo entero. En los años sesenta y setenta no era raro ver por las calles de esta ciudad tranquila, pintoresca y ordenada grandes figuras de la cultura mundial, como Eugène Ionesco, maestro del teatro absurdo y asimismo dibujante y pintor, el filósofo alemán Martin Heidegger, el pintor catalán-español Antoni Tàpies, el escultor vasco-español Eduardo Chillida, el pintor y escultor danés Asger Jorn, el poeta italiano Giuseppe Ungaretti, el pintor italiano Piero Dorazio, el escritor, poeta y Premio Nobel de Literatura islandés Halldór Kiljan Laxness, el pintor estadounidense Robert Motherwell, figura destacada del expresionismo abstracto, el poeta y pintor francés Camille Bryen, el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, el dramaturgo y arquitecto suizo Max Frisch, el pintor alemán Otto Dix, entre muchos otros ilustres representantes de las letras y artes. No venían, desde luego, como visitantes para contemplar los monumentos y demás lugares de interés turístico de la ciudad. Llegaban para trabajar, también para inspirarse en el trabajo o bien en las ocurrencias de los demás y para emprender, tal vez, una obra en común. ¿Pero qué les atraía a ese rincón tan apartado del mundo, lejos de las palpitantes metrópolis y los centros mundiales del arte, como París o Nueva York? Había en la pequeña ciudad un lugar con un atractivo irresistible. Lo llevaban dos personajes extraordinarios que facilitaban a los creadores de la palabra y de la imagen el trabajo in situ, que planeaban, organizaban y festejaban, proporcionaban foros para el diálogo y el encuentro y que fomentaban insólitas colaboraciones entre artistas plásticos y poetas, filosófos y literatos. El lugar: una galería con imprenta y editorial propia; los personajes: dos suizos llamados Franz Larese y Jürg Jannett. ¿Cuál es, pues, la historia de este lugar por el que pasaban con tanta frecuencia figuras extraordinarias, tanto artistas en el comienzo de su carrera como grandes maestros ya consagrados de las artes y letras? ¿Cuál era la fórmula mágica que atrajo a todos estos personajes no sólo para acudir a la inauguración de una exposición y pasar una velada agradable, sino incluso para quedarse una temporada y trabajar en los espacios que ofrecía ese lugar vivo, abierto y dinámico?
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1 Este artículo presenta resultados del proyecto de investigación “Espacio y tiempo en la vida humana y su experiencia en el arte. Resultados de un diálogo entre el filósofo Martin Heidegger y el escultor Eduardo Chillida”, que la autora ha llevado a cabo como investigadora principal en el marco de la convocatoria “Fondo de apoyo al primer proyecto en la Universidad de Antioquia”.
La propuesta insólita de la galería-imprenta-editorial Erker en Sankt Gallen
Franz Larese, de formación librero y de origen italiano, fundó a los 19 años, en 1946, la editorial Bodensee-Verlag. Ese mismo año conoció en el tren al estudiante Jürg Janet que tenía la misma edad que él. Ambos hacían en aquella época constantemente el mismo trayecto en tren entre el Bodensee –el Lago de Constanza– y la pequeña ciudad suiza de Frauenfeld. En los viajes que compartían conversaban sobre libros y lecturas. Así nació una amistad que se convertiría con el tiempo en una fructífera colaboración de por vida. En 1947, año en que Janett estaba estudiando ya Ciencias del Estado y de la Administración, los dos amigos pasaron unos meses en Florencia donde a la pasión que compartían por los libros se añadió el amor al arte. Cinco años después, en la Bienal de Venecia de 1952, descubrieron el arte contemporáneo. El joven Larese aprovechaba todos los viajes en aquellos años para contactar y conocer a artistas, poetas, literatos y otras figuras importantes de la cultura. Gracias a su gran habilidad y sociabilidad logró que autores de renombre internacional, como Herbert Read, Jean Cassou o Douglas Cooper, escribieran ensayos para la serie monográfica de libros de bolsillo titulada “Künstler unserer Zeit” (“Artistas de nuestro tiempo”), que estaba publicando por aquel entonces en su editorial. Finalmente, en 1958, los dos amigos se hicieron socios al hacerse cargo de una galería llamada Galerie im Erker, que se encontraba en Sankt Gallen. Al trasladar Larese aquí su editorial sentó las bases de la propuesta que atraería en las décadas siguientes a tantos intelectuales y artistas expcepcionales del mundo entero. La idea era ofrecer la posibilidad y los medios para el encuentro y mutuo enriquecimiento entre la palabra y la imagen. En los siguientes años, la propuesta del Erker de Larese y Jannet se convirtiría en una de las empresas artístico-editoriales más originales y fructíferas de la segunda mitad del siglo XX. En los primeros años se organizaron exposiciones de Otto Dix, pintor de la Nueva Objetividad y del Expresionismo alemán, y de Erich Heckel, otro de los grandes pintores expresionistas alemanes. Entre los primeros artistas y escritores que llegaron a la galería estaban Giuseppe Capogrossi, Giacomo Manù, Giuseppe Santomaso, Piero Dorazio, Serge Poliakoff y Hans Hartung. En 1961 pasó Eugène Ionesco por primera vez por la galería. Invitado para hablar en la apertura de una exposición de Gérard Schneider, el dramaturgo provocó un debate público en la ciudad y en los medios con su discurso de apertura en el que presentó improvisaciones sobre el sinsentido de inauguraciones. La prensa no tardó en reaccionar y en comentar las ocurrencias del maestro. Así, el diario Stuttgarter Zeitung tituló su artículo del 9 de marzo de 1961 “El rinoceronte en el salón del arte”. El periódico Die Welt, por su parte, apuntó que “[e]l señuelo Ionesco no gorjea la canción habitual de este tipo de eventos. […] Del pintor y de su obra no se llegó a saber nada; pero sí de que inauguraciones son superfluas y que uno debería evitarlas en general.” Las palabras del maestro, sin embargo, no le cerraron las puertas del Erker ni le impidieron a seguir acudiendo a los eventos y las inauguraciones de la galería. Más bien todo lo contrario: Ionesco sería en los siguientes años hasta su muerte uno de los visitantes más frecuentes y fieles de la galería. No sólo colaboró en repetidas ocasiones como escritor con la galería y sus artistas, sino que a partir de los años 80 se puso incluso a pintar y litografiar en los talleres del Erker. Algo parecido le había pasado al dramaturgo y escritor suizo Friedrich Dürrenmatt quien había llegado originalmente a St. Gallen para dar un discurso y que en 1980 terminó dibujando y haciendo litografías en los talleres del Erker.
El sueño de Larese y Jannett de unir la palabra y la imagen fomentando trabajos conjuntos de artistas plásticos y escritores empezó a tomar forma en 1963, cuando los dos socios trasladaron la galería-editorial a una casa más grande en St. Gallen, el así llamado Haus zur Wahrheit. Al ubicarse en la plaza Gallusplatz, en cuyo centro se encuentra la fuente del Gallusbrunnen con la estatua del patrón de la ciudad, San Galo, el edificio se situó en pleno corazón histórico de la ciudad. Larese y Janett supieron aprovechar bien los nuevos espacios adquiridos para realizar su sueño de reunir aquí a artistas, poetas y pensadores nacionales e internacionales del mundo entero para que pudieran conocerse y para que se animaran a crear obras conjuntas. En los espacios traseros del edificio abrieron unos talleres en los que colocaron piedras litográficas de gran tamaño, prensas manuales y todo lo necesario para que los artistas de la galería pudieran producir in situ obras gráficas originales. Los artistas que querían trabajar en el taller de litografía contaban, además, con la ayuda de maestros artesanales de la impresión litográfica. Con una excepcional disposición y un gran talento organizativo, Larese y Jannet se adaptaban a las necesidades particulares de los artístas y les proporcionaban los medios que precisaban para sus propósitos. ¿Qué artista no hubiera aceptado trabajar en unas condiciones laborales y humanas tan favorables? Junto con el taller se creó la imprenta de la Erker-Presse; y con ello se abrió también el tercer negocio de la empresa, la editorial Erker-Verlag, cuyo origen se encuentra en la primera editorial de Larese, el Bodensee-Verlag. El Erker-Verlag publicaba pequeños libros, grandes carpetas de gráficos, y a partir de 1968, los famosos libros de bibliófilo del Erker, en los que los artistas de la galería colaboraban con escritores, poetas y filósofos. Frecuentemente nacidas de manera espontánea, de una fortuita chispa feliz que encendía la inspiración, estas colaboraciones daban lugar a sorprendentes encuentros entre la palabra y la imagen, plasmados finalmente en los libros de bibliófilo cuya producción material se realizaba en la imprenta de la Erker-Presse. ¿Pero qué eran esos libros de bibliófilo?
Los libros que se producían en el contexto del Erker tenían en Francia sus antecedentes. El primer modelo de este tipo nació en París en 1931, cuando el editor Ambroise Vollard publicó el relato “Le chef d’œuvre inconnu” de Honoré de Balzac con aguafuertes de Picasso. A esta publicación siguieron en la capital francesa muchas obras más de grandes artistas y literatos. En los países de habla alemana, sin embargo, no había apenas libros de este tipo. Esto cambió en el año 1968, cuando Erker presentó en St. Gallen sus primeros libros de bibliófilo. El primero, La nuit grandissante (“La noche crecida”), tenía un tamaño de 47 cm x 34 cm y contaba con una tirada de 140 ejemplares numerados. Contenía un texto del poeta y escritor francés Jacques Dupin y once litografías originales de color del artista español-catalán Antoni Tàpies. El segundo libro de bibliófilo de la Erker-Presse era Meditation in Kastilien (“Meditación en Castilla”). Igualmente de gran tamaño (46,5 x 39 cm) y con una tirada de 145 ejemplares numerados, constaba de poemas del escritor austriaco Max Hölzer y de siete litografías originales en blanco y negro creadas por el escultor español-vasco Eduardo Chillida. La tercera obra que se realizó en la Erker-Presse y que se publicó en 1969 con una tirada de 150 ejemplares numerados fue Die Kunst und der Raum (“El arte y el espacio”) que se componía de un ensayo de Heidegger del mismo título y de siete lito-collages y una litografía creadas por Chillida. Para esta obra, la más famosa de todos los libros de bibliófilo que se crearon en el contexto del Erker, Heidegger escribió su texto de su puño y letra en una piedra litográfica del taller del Erker. La obra con los trabajos artísticos de Chillida y el texto de Heidegger escrito a mano se encontraban en un estuche que contenía también un librito que mostraba el texto, tanto en alemán como en una traducción francesa, en caracteres de imprenta. Cada estuche de los 150 ejemplares iba acompañado por un disco en el que se había grabado la voz de Heidegger leyendo su texto. Merece la pena detenerse en este libro de bibliófilo y en la extraordinaria historia de la colaboración entre los dos personajes excepcionales que crearon esta hermosa obra.
La colaboración y el intercambio intelectual entre Heidegger y Chillida
El filósofo alemán y el escultor vasco-español se conocieron personalmente el 23 de noviembre de 1968 en la inauguración de una exposición de Chillida en la Galerie im Erker, en la que se mostraba el libro de bibliófilo “Meditation in Kastilien” y otras obras gráficas de Chillida, además de siete esculturas y relieves de hierro y alabastro que el escultor donostiarra había creado entre 1953 y 1968. Durante la visita conjunta de la exposición, Heidegger y Chillida mantuvieron una primera larga conversación. Según recuerda Chillida unos años después, un alumno de Heidegger le traducía a éste todo lo que el artista decía. Pues desde el principio, Heidegger mostró un gran interés en lo que Chillida pensaba sobre preguntas que le interesaban también a él, así como sobre la importancia que tiene la búsqueda y la pregunta para quien quiere conocer sin esperar un conocimiento seguro y definitivo. El filósofo alemán reconoció inmediatamente una gran afinidad entre las reflexiones y preguntas del artista y su propio pensamiento. Por ello le atraería la idea de realizar el libro de bibliófilo, que Larese y Jannett le habían sugerido, con este pensador-artista que no sólo creaba esculturas y obras gráficas sorprendentes con títulos tan atractivos como “Alrededor del vacío”, “Rumor de límites”, “Yunque de sueños” o “Lugar de encuentro”, sino que también escribía textos breves, aforismos y versos de gran profundidad filósofica y al mismo tiempo de una sensibilidad poética extraordinaria.
Heidegger conocía bien la galería y empresa Erker. Ya en 1964, el filósofo había hablado por invitación de los galeristas en la inauguración de una exposición del escultor alemán Bernhard Heiliger que era miembro, como Heidegger, de la Academia de Artes de Berlín. El filósofo aprovechó aquella ocasión para presentar por primera vez en público sus reflexiones sobre el arte, la escultura y el espacio. En los años siguientes, Heidegger siguió visitando, cuando podía, la galería y las exposiciones que se organizaban allí. En aquella época viajaba a menudo a Zollikon, un municipio de Zúrich a 90 km de St. Gallen, donde daba seminarios para médicos y psiquiatras en la casa privada de su amigo, el psiquiatra Medard Boss. Algunos de esos viajes los aprovecharía para pasar por St. Gallen, ver qué ocurría en aquellos espacios tan dinámicos y propicios para la creación y participar tal vez en algunos de los encuentros desenfadados que organizaban los socios del Erker.
El mismo día que se conocieron Heidegger y Chillida, el filósofo le propuso al artista hacer la obra conjunta. Sin pensarlo mucho, el artista aceptó la invitación. Desde ese día hasta la presentación del libro en octubre de 1969 se desarrolló entre los dos un intercambio intelectual sumamente fértil que dejó huellas importantes tanto en el texto que el filósofo escribió sobre el arte y el espacio para el libro de bibliófilo, como en diferentes homenajes a Heidegger que Chillida creó en forma de obras escultóricas y gráficas en años posteriores. En los diálogos e intercambios con Chillida, Heidegger reconoció muchas coincidencias con el artista en relación con lo que pensaba sobre los problemas de espacio y tiempo, vacío, lugar y límite. Pero seguro que no era la mera coincidencia de ideas lo que le llamaría la atención y le motivaría a profundizar el intercambio iniciado. Más peso tendría el hecho de que aquellas reflexiones y preguntas provenían de un escultor, esto es, de alguien que había llegado a ellas en su praxis artística. Un punto de partida que compartían los dos era la oposición a los conceptos físicos newtonianos. En este sentido preguntaba Heidegger de manera crítica en El arte y el espacio: “¿Pero puede el espacio planteado de manera físico-técnica pasar como el único verdadero espacio, comoquiera que siga determinándose?” De manera similar, aunque con medios diferentes –prioritariamente artísticos–, Chillida se “rebelaba”, como decía, contra las leyes newtonianas. En una conversación con su hija Susana, el artista habló de su lucha contra Newton a partir de una visión completamente diferente –espiritual– del vacío. Chillida, desde luego, no entendía el vacío como espacio intermedio entre masas que gravitan, como aparece en la mecánica clásica, sino como una potencia que contrarresta el peso, y con ello la ley física de la gravitación. En el libro Chillida, el Arte y los Sueños. Memoria de las filmaciones con mi padre, que Susana Chillida publicó tras terminar su maravillosa película “Chillida: El arte y los sueños”, aparece la siguiente afirmación del escultor: “En el fondo yo me rebelo contra Newton. Ya sé que no tengo nada que hacer, pero yo me rebelo y mis esculturas se rebelan… Yo en realidad soy una persona que ha utilizado mucho el peso en mi trabajo para rebelarme contra el peso. Yo por lo menos, ésa es la lectura que tengo de mi propia trayectoria. […] El vacío que yo meto, siendo mucho menos importante en volumen que la materia, equilibra todo. Es decir, en una parte puede lo que va para abajo, que es la de Newton y en la otra puede lo que va para arriba, que es el vacío, ¿verdad? Sería el espíritu en cierto modo.”
Heidegger quedó tan interesado en las reflexiones y preguntas del artista que le pidió dos meses después de su primer encuentro que le mandara todo lo que hubiera escrito sobre el espacio. En ese momento, el filósofo estaba todavía dándole vueltas a su escrito “El arte y el espacio”. Al recibir la selección de textos y aforismos de Chillida, Heidegger tradujo para sí mismo al alemán las frases que más le llamaban la atención. Entre ellas se encontraban las siguientes afirmaciones y preguntas de Chillida: “¿Qué clase de espacio permite los límites en el mundo espiritual?” “¿No será lo que aísla también espacio con otro tempo?” “Pasar de un lado al otro del límite, tener conciencia de que une y separa lo tridimensional pleno de lo tridimensional hueco.” “El límite es el verdadero protagonista del espacio, como el presente (otro límite) es el verdadero protagonista del tiempo.” “¿No será lo que aísla también espacio con otro tempo?”
Estas son sólo algunas de las preguntas y concepciones de Chillida, que pudieron haber inspirado a Heidegger y que pudieron haber dejado importantes huellas en el ensayo El arte y el espacio. Heidegger también se hizo apuntes de las conversaciones que mantuvo con el artista. Esto no significa que el filósofo haya adoptado ideas ajenas. Más bien reconocería en las reflexiones de Chillida sus propias preguntas y entendería muchas de ellas como una suerte de confirmación de sus ideas por parte de un artista. Pero en un verdadero intercambio intelectual, como el que hubo entre los dos, no se “confirman” simplemente las reflexiones que se comparten, como tampoco se “adoptan” sin más. En un verdadero diálogo, que siempre es abierto y dinámico, se produce un dar y recibir mutuo, un escuchar, retomar y volver a las propias posturas para desarrollarlas más e integrar en ellas las sugerencias e inspiraciones recibidas. En este sentido, las concepciones chillidianas, especialmente las de “vacío” y “lugar” cuyos significados se pueden reconocer en el ensayo El arte y el espacio, no es algo que le haya sido ajeno a Heidegger antes de conocer a Chillida; más bien todo lo contrario. Pero precisamente por ello, por reconocer en aquellas concepciones profundas conexiones con sus propias ideas, Heidegger las retomó y las integró en su pensamiento para dar otro paso más en su pregunta por el espacio, por aquello que junto con el tiempo concede, en su visión, al ser humano la libertad de lo abierto, sin lo cual no hay vida humana.
Chillida, por su lado, también se interesó mucho por lo que decía, pensaba y escribía el gran filósofo alemán. No lo había leído antes de conocerlo. Pero los encuentros con Heidegger y el descubrimiento de las afinidades que había entre el pensamiento de los dos le llevaron a leer y estudiar obras heideggerianas, algunas en una traducción española y otras en francés, idioma que Chillida manejaba muy bien, puesto que había vivido unos años en París. En su biblioteca privada, a la que la autora de este artículo ha tenido acceso, se encuentran libros de Heidegger en los que el artista dejó marcas y resaltó pasajes en color. El artista también quiso dejar constancia de sus impresiones más personales del filósofo. Así anotó en unos apuntes que se encuentran en el archivo de Chilllida-Leku en Hernani lo siguiente sobre Heidegger: “La primera impresión: un hombre pequeño (por fuera) con una sonrisa curiosa, la voz tampoco era corriente, su mirada muy amistosa y cordial. Una absoluta falta de pretensión, (tachado: explicable, porque era, no pretendía ser) explicable por otra parte, ya que no pretendía ser – era. Una de las cosas que me sorprendió en él, fue comprobar que conociendo las lenguas en las que se le hablaba, siempre contestaba en alemán. Yo necesitaba siempre un intérprete, ya que desconozco (tachado: el alemán) esta lengua. (tachado: Conocía muchas lenguas pero utilizaba solo la suya).”
Chillida nunca olvidó lo que el encuentro con el filósofo alemán había significado para él. Dan fe de ello la integración de citas heideggerianas en algunas de sus obras gráficas en años posteriores, así como los diferentes homenajes artísticos –gráficos y escultóricos– que le hizo al filósofo a partir de 1970, entre ellos la escultura en acero que Chillida creó en 1994 y que se encuentra en la ciudad alemana de Fráncfort del Meno. La obra, que se llama “Contruir, habitar, pensar. Homenaje a Heidegger I”, hace referencia al título de uno de los textos más significativos de Heidegger, en los que el filósofo habla del significado de “habitar”, de “lugar” y “espacio”. En una de las múltiples lecturas posibles de la escultura se la podría considerar como la materialización de un espacio que se abre al pensamiento, como la invitación a entrar por las puertas de un libro –¿tal vez el libro de bibliófilo “El arte y el espacio”?– para explorar en tiempo y espacio sus secretos.
El encuentro feliz entre Heidegger y Chillida tuvo, desde luego, muchos frutos, no solo el del libro que hicieron en conjunto. Los más importantes tal vez hayan sido los frutos espirituales y humanos. La historía tan especial del Erker, el espacio para los encuentros humanos, intelectuales, espirituales y creativos, la ingeniosidad, profesionalidad, el buen humor y la generosidad de Larese y Jannett hicieron posible que durante varias décadas desde la apertura de la galería se produjeran verdaderos diálogos e intensas colaboraciones entre las figuras más destacadas y originales de las artes plásticas y las letras. Muchas de estas colaboraciones nacieron de manera espontánea, inspiradas en alguna presentación, algún dibujo o alguna palabra de un artista, poeta o escritor que otro artista, poeta o escritor captaría en alguno de los encuentros en St. Gallen o bien en el alegre y distendido ambiente en el cercano castillo de agua Schloss Hagenwil, donde los galeristas solían organizar cenas y fiestas tras las inauguraciones de exposiciones. De esta manera surgieron maravillosas obras en las que colaboraron, por ejemplo, Halldór Laxness y Asger Jorn, Ezra Pound y Giuseppe Santomaso, Eugène Ionesco y Fritz Wotruba, Jean Proal y Anna-Eva Bergmann, entre muchos otros más. El proyecto Erker, que fue un sueño vivido con intensidad y realizado con pasión, sobrevive hoy en las obras maestras que se crearon en el espacio y ambiente del Erker, pero también en una memoria que recuerda la tolerancia, el diálogo, las ganas de encuentros que trasciendan fronteras y el atrevimiento de lanzarse a aventuras en terrenos tal vez desconocidos. Este es el epíritu que se halla también en las reflexiones que Chillida anotó en su cuaderno de apuntes y que podía haber mandado a Heidegger:
“El deseo de experimentar, de conocer, me hace con frecuencia llevar en mi obra una marcha discontinua; que a lo mejor se debe a que me interesa más la experimentación que la experiencia, también prefiero el conocer al conocimiento.
También dentro de lo conocido se halla lo desconocido.
Nunca se conoce bastante, de allí que también en lo conocido se halle lo desconocido y su llamada.”
Bibliografía:
Bärmann, Matthias, “Der gelebte Traum von Wort und Bild – der Erker zu St. Gallen und die bibliophilen Bücher“, en: Erker-Presse St. Gallen. Die bibliophilen Bücher, Basel: Schwabe, 2008, pp. 7-19.
Rabe, Ana María, “Espacio y tiempo en la vida humana y su experiencia en el arte. Un estudio en torno al intercambio intelectual entre Martin Heidegger y Eduardo Chillida”, en: Pensamiento, vol. 73, nº 277, 2017, pp. 789-821.
Tanner, Paul, Poliakoff, Tàpies, Chillida u.a. Die Erker-Presse St. Gallen. Vom Gedichtband zur Galerie mit Verlag und eigener Lithopresse, Basel: Schwabe & Co. AG, 2002.
1) El Gallusplatz en San Galo; a la izquierda la entrada a la antigua Galerie im Erker
2) Martin Heidegger y Eduardo Chillida mirando su obra conjunta Die Kunst und der Raum
3) Obra conjunta de Eugène Ionesco y Hans Hartung
4) El libro de bibliófilo Die Kunst und der Raum de E. Chillida y M. Heidegger
5) Eduardo Chillida y su esposa Pilar Belzunce junto a la obra “Contruir, habitar, pensar. Homenaje a Heidegger I” de E. Chillida. Foto con dedicatoria para Almuth Heidegger, nieta de Martin Heidegger
6) Entrada en el libro de visita del palacio de Hagenwil con motivo de un encuentro del Erker