25 – Carlos Quevedo

Irene

Noche oscura, sin luna. Calle apartada de una sucia ciudad. Una penumbra apenas alumbrada por la lejana luz de una farola.

Coche nuevo aparcado, dentro hay tres personas. En los asientos delanteros, dos hombres, uno de veinte y tantos años y otro de más de cincuenta. En el trasero, una mujer de unos cuarenta años.

ELLA.– Esto es lo peor. Esperar. ¡Siempre esperando!

HOMBRE MAYOR.- Tranquila. Vendrá.

Ella enciende un cigarrillo.

HOMBRE MAYOR.- Deberías dejarlo.

ELLA.- ¿Dejarlo?… Son demasiadas las cosas que hay que dejar.

HOMBRE JOVEN.- Tiene razón. El tabaco perjudica seriamente la salud.

ELLA.- ¿Ah, sí?… ¿Y qué no perjudica seriamente la salud en esta mierda de mundo?

HOMBRE MAYOR.- Por favor, ya basta. Estate serena.

Silencio.

HOMBRE JOVEN.- ¿No debiéramos movernos?

HOMBRE MAYOR.- No, no hace falta. La noche está muy oscura.

ELLA.- Como los días…

Silencio.

El hombre joven enciende la radio. Suena el soniquete de un conocido informativo.

ELLA.- Apaga eso. ¡No soporto a esos fantoches!

HOMBRE MAYOR.- Ése es el problema. Hay demasiados fantoches… empeñados en hacernos creer que los pájaros maman.

Silencio.

HOMBRE JOVEN.- ¿Qué tal si hago una ronda?

HOMBRE MAYOR.- No es mala idea. Pero sólo una vuelta a la manzana, ¡eh!

HOMBRE JOVEN.- Como tú digas.

El hombre joven sale del coche y abandona la escena.

Ella sale del coche y se sienta en el asiento del conductor.

ELLA.- ¿Por qué le has traído? (Pausa) Tú y yo nos bastamos y nos sobramos…

HOMBRE MAYOR.- (Tras un silencio) Necesitamos gente joven. Savia nueva. Y ahora más que nunca…con los malos tiempos que corren.

ELLA.- Sí, pero no le necesitamos aquí (Larga pausa) ¿Para qué testigos?

HOMBRE MAYOR.- Él no es un testigo… Él va a hacerlo.

ELLA.- (Crispada) ¡No! ¡Eso sí que no! Lo haré yo…

Silencio.

HOMBRE MAYOR.- Ni tú ni yo debemos hacerlo. 

ELLA.- (enfatizando con ira)¡Quiero hacerlo yo!

HOMBRE MAYOR.- (Rotundo) Pues no lo harás.

ELLA.- ¿Por qué no?

HOMBRE MAYOR.- (Severo)  Debieras saberlo.

ELLA.-  Tengo mis cuentas con esa pendeja.

HOMBRE MAYOR.- Precisamente por eso.

Enciende la radio.

Un locutor “desde la más absoluta incredulidad a la más cierta de las esperanzas”.

ELLA.- ¡Apágala!

HOMBRE MAYOR.- ¡Ya está bien! Tranquilízate. Te estás portando como una niña.

ELLA.- Hay cosas mucho peores que ser una niña, no te parece… (Pausa) Perdona. Todo esto me pone enferma. Me saca de quicio.

HOMBRE MAYOR.- A ti, a mí… y a todos los que son cabales. (Pausa)

ELLA.- ¿Para qué todos estos años?

HOMBRE MAYOR.- No para nada. (Pausa) Por eso estamos aquí…

Vuelve el hombre joven.

HOMBRE MAYOR.- ¿Cómo ha ido?

HOMBRE JOVEN.- Sin novedad… Todo está quieto y tranquilo.

Silencio.

ELLA.- ¡Maldita sea!… Me he quedado sin tabaco.

HOMBRE MAYOR.- Mejor.

ELLA.- (Alterada) Mejor, no. Sin tabaco se me encienden los nervios.

HOMBRE MAYOR.- (Con dureza) Entonces, ve a buscarlo… Esta noche andas muy sobrada de nervios.

HOMBRE JOVEN.- En la gasolinera tendrán. Está a dos cuadras…

Silencio.

ELLA.- Sí, me vendrá bien un poco de aire.

Ella sale del coche.

HOMBRE JOVEN.- ¿Qué le pasa?… ¿Siempre es así?

HOMBRE MAYOR.- Nunca ha sido una balsa de aceite…

HOMBRE JOVEN.- Parece. No sé. Está tan nerviosa.

HOMBRE MAYOR.- Se puede confiar en ella.

Silencio.

HOMBRE JOVEN.- ¿Ella… también la conoce?

HOMBRE MAYOR.- Sí.

HOMBRE JOVEN.- Tal vez sea por eso. Quizás tenga alguna duda.

HOMBRE MAYOR.- Ella nunca ha tenido ninguna duda. Son otros los que  dudan, como si todo el escenario no estuviese meridianamente claro… Son ellos con sus cipayos y nosotros.

Silencio.

HOMBRE JOVEN.- Quizás no venga esta noche.

HOMBRE MAYOR.- Tiene que venir. Le gusta ver a su hijo antes de cerrar el ojo.

HOMBRE JOVEN.- Bueno, si no, qué más da si no viene. Habrá más días.

HOMBRE MAYOR.- Tiene que ser hoy… Cada hora que pasa es demasiado tarde.

Silencio.

El hombre joven enciende la radio.

El locutor “a medida que van pasando los días el proceso va afianzándose más y más y aun los más escépticos no pueden ya negar los evidentes progresos”.

El hombre mayor apaga la radio con gesto brusco.

HOMBRE MAYOR.- Ya están vendiendo la burra. Repartiéndose la piel del oso como buenos hermanos…pero no saben que aún no han cazado al oso. Algunos seguimos estando donde siempre estuvimos. ¡No nos gustan los potajes ni las lentejas! Ni comulgamos con ruedas de molino.

Vuelve ella con un cigarro encendido.

ELLA.- Todo está tranquilo… demasiado tranquilo.

El hombre mayor saca una petaca y da un trago. Ofrece. El hombre joven no bebe. Ella da un buen trago.

ELLA.- ¡Me pone negra tanta espera!

HOMBRE MAYOR.- Tranquila, vendrá… nunca falla. Es tan adicta a sus rutinas como tú a tus cigarrillos.

Silencio.

HOMBRE MAYOR.- Voy estirar un poco las piernas… tengo la derecha dormida… la edad que no perdona.

ELLA.- Tonterías. Estás en plena forma. Lo que nunca has tenido es buena circulación.

HOMBRE MAYOR.- Será eso…

ELLA.- Ya entonces se te dormían…

HOMBRE MAYOR.- Voy hasta la esquina… Vuelvo enseguida.

El hombre mayor sale del coche.

Largo y tenso silencio.

Ella enciende un cigarrillo.

ELLA.- Tú estudiaste en la universidad, ¿no?

HOMBRE JOVEN.- Sí… unos cursos de Historia… Pero no terminé.

Silencio.

ELLA.- Estudiar no sirve para nada. ¡Sólo enseñan sus patrañas!

HOMBRE JOVEN.- Ya.

Silencio.

Ella fuma compulsivamente.

El hombre joven baja levemente una ventanilla.

HOMBRE JOVEN.- Es para orear el ambiente.

Ella sigue fumando

ELLA.- Eres muy delicado. Tú no  eres de aquí, ¿no?

HOMBRE JOVEN.- No (Pausa) Mis padres se vinieron después de hacerme. Llegué desde el Sur cuando tenía dos años.

ELLA.- Voy entendiendo…

Vuelve el hombre mayor.

HOMBRE MAYOR.- Es raro. Son más de las dos… nunca vuelve tan tarde.

ELLA.- Sí, le gusta recogerse temprano.

HOMBRE JOVEN.- No sé. Puede que haya cambiado de planes…

ELLA.- Eso echaría abajo todo. Mañana sería tarde.

HOMBRE MAYOR.- Tranquilos… llegará.

Silencio.

El hombre joven enciende la radio.

El locutor “entonces, ¿podemos pensar que vamos por el buen camino hacia la consecución de la…?”

Ella apaga la radio.

ELLA.- Por el buen camino… ¡Serán cabrones!

Silencio.

HOMBRE JOVEN.- No sé si es prudente esperar más.

HOMBRE MAYOR.- Esperaremos todo lo necesario… otros ya no pueden esperar nada.

Se oye llegar un coche fuera de escena. Alguien se baja. Una voz femenina dice “Adiós”. Después, unos pasos decididos acompañados del  repiqueteo de unos tacones.

ELLA.- ¡Ahí está esa traidora! ¡Vamos!.

HOMBRE MAYOR.- Tú le dispararás, Aitor. Ya sabes, un solo tiro, en la nuca. A bocajarro.

HOMBRE JOVEN.- (Saca la pistola) Nadie va a disparar a nadie (Pausa) ¡Estáis detenidos, asesinos!