23 – Rosalba Muñoz

Edelmiro Franco | Rosalba Muñoz

La breve vida feliz de Francis Macomber
de Ernest Hemingway

Rosalba Muñoz: San Roque (Antioquia). Administradora Comercial y de Negocios de la UNAD. Participante del Club de Lectura Medellín-Barcelona y del Club de Lectura de la Corporación Estanislao Zuleta.

Nota: El texto completo puede bajarse del siguiente enlace: La breve vida feliz de Francis Macomber, Ernest Hemingway, 1899-1961: http://www.literatura.us/idiomas/eh_macomber.html

Reseña:

El tema principal de este cuento es un safari en África en el que participan Francis y Margaret Macomber, una pareja de origen norteamericano, y el cazador profesional Robert Wilson (en una época, en que cazar animales daba un status mayor a quien lo practicaba). Estos personajes están acompañados de una cuadrilla de servidores que poco influyen en el relato. Tras la trama de la cacería, sus técnicas y secretos, conocidos por Wilson, más no por los Macomber, quienes son unos aprendices, subyace el tema de la relación de la pareja y la que establece cada uno con el cazador. Los cazadores se enfrentan a un león y a tres búfalos, y en esa confrontación, el narrador describe el comportamiento de los animales, y aún en el caso del león, se acerca a sus sensaciones y reacciones.

Poco a poco, a medida que el relato avanza, vamos conociendo a los protagonistas, sus características se van definiendo por sus acciones y por su forma de reaccionar ante los acontecimientos. No obstante, el narrador hace una descripción inicial de los personajes de manera que casi podemos verlos.

Macomber era un hombre apuesto, rico, joven y pusilánime que quiere cobrar valor frente a su esposa en la cacería de animales. Margaret es una mujer extremadamente hermosa, inteligente e interesada; tiene una actitud ambivalente ante la cacería: a la vez que le entusiasma, luego le parece cruel. A pesar de ello tiene la expectativa de ver a su esposo como un hombre valiente y temerario, la que se desmorona en la primera jornada de caza. La base «sólida» en la que se fundamenta este matrimonio, es: la riqueza de él y la belleza de ella. Es una pareja que parece estar a punto de separarse en cualquier momento, pero nunca lo hace. De lo único que está seguro Francis, es de que su mujer nunca lo abandonará. A pesar de todas sus cualidades, es un hombre inseguro, y gran parte de su inseguridad proviene de su deficiente desempeño con las mujeres, por lo que es tolerante con la infidelidad de su esposa. Entre ellos se interpone el cazador profesional, Robert Wilson, poseedor de una cara muy roja y unos ojos extremadamente azules, que impresiona por su valor en el enfrentamiento con las bestias, y es impasible para tomar decisiones.

Robert Wilson es dueño de la situación en todo momento, seguro de sí mismo, un experto cazador, y como oficio anexo, amante temporal de las mujeres que lo contratan, por lo que siempre lleva como arma adicional un catre doble. Es un hombre que no se compromete emocionalmente y que traspasa algunos códigos de ética en el ejercicio de su oficio. El hecho de ser cazador profesional, da una ventaja frente a los hombres para los que trabaja, y sus mujeres lo ven como un hombre viril y fuerte, y él no desaprovecha esta oportunidad para tomar el dinero de su trabajo, y como trofeo a las mujeres de sus clientes ocasionales.

Al enfrentarse a un león herido al que tiene que rematar, Francis echa a correr delante del cazador, de la cuadrilla que lo acompaña, y a los ojos de su esposa que espera en el carro. Esto le ocasiona una inseguridad aún mayor al verse sobrepasado por un reto que no es capaz de culminar, y por el éxito del otro hombre, que sí lo logra: el cazador Robert Wilson. Su mujer se decepciona por su cobardía y en la noche busca al cazador con quien le es infiel. Su esposo la descubre, le dice que es una zorra, y le reclama porque habían convenido que eso no se volvería a repetir. Pero ella se justifica echándole en cara que él es un cobarde y que echó el viaje al garete.

La estructura del relato no es lineal, hay varias mudas en el tiempo. Al principio nos narra la situación tensa que hay en el campamento luego de la cacería del león. Hay una calma aparente, como si no hubiera pasado nada. Pero en la noche todo estaba ahí para Macomber «y él se sentía triste y avergonzado. Pero más que vergüenza, sentía un miedo frío y hueco en su interior.»

Luego nos cuenta el narrador los momentos previos a la cacería donde Francis escucha rugir al león toda la noche, llenándolo de miedo. Continúa con la cacería del león, en la que Macomber falla al dispararle, a pesar de ser un buen tirador, dejándolo herido, y el instante aciago en el que echa a correr. Más adelante nos narra lo que pasó esa noche entre Margaret y Wilson y la reacción de Macomber y por último la cacería de los búfalos, el estado de ánimo eufórico de Francis, donde enfrenta en un solo momento todos sus temores. Se siente liberado, recupera la seguridad en sí mismo por lo cual Margaret teme que la vaya a abandonar.

El texto engancha desde el principio, Francis, Margaret y Wilson «están en la mesa, fingiendo que no había pasado nada», esta frase motiva a seguir leyendo. Está escrito en un lenguaje sencillo, con unas descripciones muy acertadas que ubican al lector en ese territorio propio de los safaris.

Durante todo el relato se mantiene una tensión, sostenida en los diálogos y en las descripciones del narrador; el lector atrapado en la trama y en ese ambiente, donde se juegan al máximo las confrontaciones y las emociones, piensa que alguno de ellos va a matar al otro, pero no puede deducir quien lo va a perpetrar

Hay un narrador omnisciente; sin embargo, está más cerca de Wilson, de quién el autor en ocasiones se vale para darle tensión al relato y mostrar las diferencias culturales entre el cazador y los norteamericanos, a quienes éste menosprecia. Wilson, por medio de monólogos internos, reflexiona sobre la pareja y sobre cada uno de sus integrantes.

En el texto se puede notar, cómo el hecho de ser un hombre miedoso, lleva a Macomber al límite de sus fuerzas, al verse menospreciado por su mujer y por el hombre que ha contratado para la cacería, y a partir de ahí toma una nueva actitud, decidido a recuperar su hombría y su honor. Margaret está frente a dos hombres: su marido que la decepciona por su falta de valor y el cazador que se convierte en un héroe para ella y al que premia con su cuerpo. En una segunda cacería, la de búfalos, Margaret ve a su esposo con esa actitud decidida y arrojada y teme que ahora sí, él la vaya a abandonar.

En el último momento de su vida Francis es muy feliz, siente que ya no le teme a nada. Cuando le está disparando al búfalo en la cornamenta «sacándole esquirlas y astillas como si le disparara a un tejado de pizarras», parece que esa imagen reflejara lo que él ya no será en adelante: un cornudo. Se sintió tan valiente que anheló probar nuevamente con la caza de un león. Este cambio de actitud impresionó también a Wilson que hasta recitó un fragmento de Shakespeare que se refiere a perderle el temor a la muerte. Y por fin, para él, Macomber se convirtió en un hombre durante la cacería de búfalos.

El título sugiere un lapso de vida corto, efímero y que es, tal vez, el momento en que Francis sale a cazar búfalos, se siente fuerte, seguro, con propósitos de cambiar su vida y enfrenta a las fieras sin ningún temor. Sin embargo, uno de los búfalos queda herido, igual que ocurre con el león, y cuando lo buscan en su escondite y están alerta para darle muerte, Margaret le dispara a Francis, aparentemente tratando de protegerlo del búfalo, pero es tan certero su disparo que deja muchas dudas.

El final es abierto, se puede pensar que Margaret mató a su esposo adrede o que realmente fue un accidente. En fin, la última escena deja la posibilidad de que el lector especule con varias conjeturas.

En este cuento vemos enfrentadas tres personalidades disímiles: la del apuesto y rico, a quien el dinero le permite tener una mujer a su lado, y divertirse con la cacería y la pesca, pusilánime, que se propone cambiar tardíamente. La del cazador que domina el arte, cobra por él, y lo aprovecha para demostrar su hombría y arrojo ante las mujeres a las que satisface en su catre, con un aire de frialdad. Y la dama de vida cómoda y sin falencias, hastiada de su marido en el amor, que aprovecha para aceptar cortejos de valentía y pasión.