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Edwin Rendón | Álvaro Múnera
Edwin Rendón. Fredonia, Antioquia, Colombia. 1981. Poeta y profesor de Literatura. Magister y Especialista en Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana. Licenciado en Español y Literatura de la Universidad de Antioquia. Coordina la Tertulia Literaria del municipio de Fredonia. Sus obras publicadas son: Poética del territorio (2014); Manual del perdedor (2011, obra finalista del I Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín); Sobre un estudio de los árboles (2005, obra ganadora del Premio Nacional de Poesía Isaías Gamboa); Escupitajo (2000). Sus textos también han sido publicados en la Antología de Poesía Joven Colombiana de la Fundación Verso a Verso (2005) y en la Revista Prometeo. Ganador de la Convocatoria de Estímulos al Talento Creativo de Antioquia 2014 en la modalidad de poesía. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Otra versión de Penélope
Una mujer que me hace llorar.
Golpea y tira piedras
contra los vidrios de mi casa.
Construye máquinas de tortura
y experimenta conmigo,
me obliga a conducir un carrito
en el supermercado.
Viaja y me deja atado en el puerto,
la sal del mar oxida mis piernas.
Cuando regresa no recuerda mi nombre.
Caminantes
Andan por las noches,
noches largas y empinadas.
Cada esquina es un recuerdo:
una mujer, un amigo, una anécdota.
Ahora todos fingen dormir,
sólo los perros insisten.
La muerte no vence la residencia.
Los difuntos aún recorren el pueblo
y hablan de nosotros.
La casa del desplazado
La poesía es la morada
de los condenados a la intemperie,
de los desplazados de su terruño.
La tranquilidad de las tapias viejas,
las paredes de bahareque que construyó mi padre.
El desplazado lleva su casa sobre las palabras.
La poesía es el zaguán y la nostalgia,
el perro echado en el patio.
Un poema con grandes corredores y silencios.
La poesía es volver al pueblo,
hablar con el fantasma de mi viejo,
el tabaco, su pocillo de tinto.
La poesía es para refugiarse
de miedos y aguaceros.
De esta casa nadie puede despojarte.
Carta para una mujer que ha muerto
Esta casa es habitada por la ausencia,
tan rotunda que ensordece
e impide pensar con claridad.
Deambulo con la cabeza
convertida en laberinto.
Por fortuna estás muerta
para que no veas a este fantasma.
La casa es herida y cicatriz.
La casa no está vacía,
sigue habitada por quien no está.
Cada objeto contiene memoria:
El jarrón, las cortinas,
libros donde señalaste algunas líneas,
textos donde está tu caligrafía,
tu cepillo de dientes junto al mío….
Quisiera escuchar tu voz
al contestar el teléfono,
tus llaves al abrir la puerta,
tus pasos al subir las escalas.
Quedaron asuntos sin resolver,
unas películas, unos viajes,
un hogar con perro y jardín.
Estar vivo o estar muerto
es sólo una casualidad,
pero esta noche,
todo en esta casa te extraña.
Ahora
No arrastres cargas
que impidan disfrutar
los descubrimientos del viaje.
Anda liviano,
sepulta con tierra pesada
a tus fantasmas.
No engañes a la vida
con esperanzas.
Es sólo tu cuerpo
en este espacio,
en este momento.
Que el amanecer
te encuentre listo
para ser fusilado.
El poema que quiero escribir
Un poema que sea un servicio gratuito,
que incomode a los aristócratas,
que vaya a marchas y a huelgas,
que pueda escribirse en las paredes.
Un poema que tenga mala conducta,
que se utilice como regalo o papel de baño.
Un poema que duela como una contusión.
Un poema que ayude a dormir a los niños,
que asista a los velorios de los amigos,
que a las mujeres sirva de consolador.
Un poema que tenga una soga para colgarse,
que cure las úlceras y el insomnio.
Un poema que pelee contra el hambre
contra el miedo y el frío.
Historia del fracaso
Ser un poema vencido
no es el resultado de la casualidad.
También es arduo conquistar el fracaso.
La niñez es el escenario perfecto
para el poema vencido.
La profesora señala y se burla,
te roban el desayuno.
te apedrean con sapos,
no tienes compañía en el recreo.
Alguien espera
afuera de la escuela
para golpearte.
Eres el autor de los autogoles.
Siempre estás debajo
del pájaro equivocado.
Se desamarra el nudo de los zapatos,
ladran los acreedores,
el estómago te apuñala,
la muerte se demora.
Domingo
Balbuceo palabras
de los rincones de la niñez.
Invento historias
con personajes de plástico,
miniaturas que vienen
en paquetes de golosinas
y llegan hasta el poema.
Es domingo en la mañana,
la espera y la alegría:
Viene papá del mercado.
Es su olor a viejo, su voz,
su carriel, su sombrero.
El perro y el niño
corren a recibirlo.
Es domingo en la mañana,
llega papá del mercado,
trae cuentos y golosinas.