Jairo Trujillo Mejía | Jesús María Dapena Botero | Enrique Santos Molano
Prensa amarilla y xenofobia
Vilagarcía de Arousa, España, 24 de enero del 2015
Querido amigo: Abro mi ordenador, apenas me levanto y se me queda el corazón en la mano, de dolor de patria, cuando leo entre tantas malas noticias, que mandas de Colombia, la historia del impostor médico colombiano en Malta, por lo que no he aguantado las ganas de escribirte una respuesta a ese estímulo constante de lo que tú comparas con el planeta de los simios, porque bien sé que no todos los colombianos ni somos sociópatas, ni psicópatas, ni antisociales, para muestra tú y yo. Tus páginas informativas sobre la delincuencia en Colombia, me evocan un periódico, que, en mi infancia, se llamaba Sucesos Sensacionales, el cual traía páginas de esta naturaleza:
En mi niñez de buen burgués de la vereda, mi casa como la del Demián de Hermann Hesse, tenía dos espacios, el mundo de adelante, donde habitaba la familia, visitada cada tanto por el Señor Arzobispo, médicos ilustres, industriales, europeos y el mundo de atrás, donde la servidumbre conversaba de otras cosas más picarescas o más terroríficas. A la parte delantera llegaba El Colombiano, con las mentiras de ayer, como felizmente lo cantaba el pregonero repartidor de la prensa, que subía calle Bolivia arriba, con buenas o malas noticias y las notas del Medellín Social, o la Clasificación moral de las películas, que anunciaban en la última página, después de pasar por una deliciosa página de tiras cómicas.
El mundo de adelante era el espacio de lo sagrado, mientras el mundo de atrás, era el espacio de lo profano, el mundo de las sirvientas, del chofer, y en Robledo, a donde nos fuimos en 1955, se agrandaba con la presencia de los mayordomos y allí se oían otros relatos, cargados de picaresca, o comentarios sobre el hampa, ya que alguna de las empleadas o el chófer llevaba su ejemplar de Sucesos Sensacionales, periódico del que nos habla ampliamente otro colombiano de bien, Jorge Orlando Melo. A mí, me resultaban muy divertidos ambos mundos; pero no dejaban de dejar la impronta de una escisión insalvable.
Como señala Melo, en la Colombia anterior a 1940, el asesinato era algo insólito, mientras en la Europa del siglo XIX, ya había un público ávido del amarillismo de la prensa, con una gran curiosidad sobre historias de víctimas y victimarios, algo que, sin lugar a dudas, debió influir en el fascinante Edgar Allan Poe, dispuesto a hablarnos no de sucesos sensacionales pero sí de narraciones extraordinarias, mientras Sherlock Holmes investigaba serios crímenes, hasta que tomaran su relevo Hércules Poirot y la señorita Marple, nacidos de la pluma de Agatha Christie en el siglo siguiente. El éxito de tal literatura, estaba en el voyeurismo europeo, que asustado por la presencia de Jack, el destripador, en Londres y otros elementos de esa clase, se fascinaban ante la presencia de lo siniestro (Unheimlich), que irrumpía en la paz de un medio familiar (Heimlich), como tan bien lo ha descrito Freud en su artículo Lo ominoso.
Por eso, me resultó una deliciosa mamada de gallo edgarallanpoeina, permíteme el neologismo, la lectura de esa narración extraordinaria que es El asesinato de rue de Morgue, relato en el que al final descubres que el asesino era un simio real, que se había escapado del zoológico.
Lo siniestro está muy bien ilustrado, como te dije en la carta pasada por ese magnífico pintor alemán, nacionalizado en Francia con sus fatídicos pajarracos, frotados en los locos años veinte, que bien pudieran evocarnos a los pájaros chulavitas de La Violencia de 1948, en Colombia, y todas los especímenes semejantes, que fueron saliendo a escena como agentes violentos en nuestra patria.
Pero en esa Medellín, muellemente tendida en la llanura, al decir de Gregorio Gutiérrez González, cuando aún la amaba, lo funesto hace su emergencia en 1873, en el famoso crimen de la Aguacatala, cuando cuatro mujeres fueron descuartizadas a hachazos y aparecería una de las primeras crónicas literarias de la pluma de Francisco de Paula Muñoz, quien describió los hechos, hizo hipótesis, analizó las declaraciones de los testigos y las actuaciones de las autoridades, con precisión y cuidado sorprendentes, anota Jorge Orlando Melo.
Con el desarrollo industrial de los años veinte, Medellín se fue llenando de gentes, provenientes de otros sitios del departamento de Antioquia y otros lares, de tal forma, que no sólo se creó un proletariado, sino también un lumpenproletariado, que permitió el incremento de la criminalidad, con el subsecuente correlato de una crónica roja, que iba adquiriendo público, alguna hecha por jóvenes con ambiciones literarias, como el famoso don Upo (Alfonso Upegui), con cierto estilo irónico, gran objetividad en la descripción del asesino, con parodias de la retórica de los abogados, fiscales y legistas, no exento de cierto humor negro.
Y así, con los horrendos crímenes de La Violencia de 1948, en 1954 apareció el periodiquillo del que te hablo, Sucesos Sensacionales, de tal forma que cada homicidio se podía convertir en una short story, hasta que el panfleto amarillista desapareció en 1976. Incluso –nos cuenta Jorge Orlando Melo– que en Sucesos Sensacionales, colaboró Gabriel García Márquez, quien había hecho en 1955 un extenso reportaje para El Espectador, sobre el asesinato de Wilma Montesi en Italia, con un recuadro que recordaba los indicios para seguir las pistas y desenredar los enigmas, antes de que la violencia colombiana hubiera caído en lo que Hannah Arendt, llamara la banalidad del mal, lo que hace que sólo se cubran los crímenes más escandalosos, sin ninguna calidad literaria, ni ningún cuidadoso análisis de los hechos, lo que nos hace más indiferentes, más duros, sin que la prensa permita el elemento catártico, que mueva al horror y la piedad, que inspiran las tragedias, según dijera el propio Aristóteles.
Y mientras tanto iba naciendo El Espacio, otro diario de crónica roja, con un estilo más directo, con una impresión llamativa y una exposición descarnada de muertes y casos judiciales, de gran circulación en el país, como lo ves aquí:
Ese pasquín apareció en mis años universitarios y francamente no tenía el encanto de los comentarios que el mundo de atrás de mi casa hacía de lo que leía en Sucesos Sensacionales; algunas veces, hojeé en los puestos de revistas, que abundaban en el Medellín de entonces, pero me resultaba absolutamente carente de interés; me parecía más bien un folletín pornográfico, que me alegra que ahora esté en proceso de cierre, según algunas últimas noticias, que he tenido.
Me gustan más los comentarios de Jorge Orlando Melo sobre Sucesos Sensacionales y no dejo de tener cierta admiración por don Upo, sobre quien supe que un estudiante de periodismo o de historia de Medellín, estaba haciendo una tesis.
Y no es que sea pacato frente al tratamiento artístico de la violencia; siento un profundísimo respeto por esa corajuda mujer, que fue Débora Arango, quien desde una feminidad a ultranza, se enfrentó con el poder tanto civil, como religioso, con obras como éstas:
En esta la burla a doña Berta Hernández de Ospina, me parece genial.
Este tren de la muerte me parece una denuncia muy seria, tanto como la de la masacre de las bananeras, que ha hecho mi entrañable Gabito:
Y esta versión de la Virgen del Giotto llorando sobre el Medellín, zarandeado por la guerra sucia de 1987-1993, de EthelGilmour, en una exposición sobre la violencia, que nuestra querida amiga hizo en nuestra ciudad natal, mereció que le diera un gran abrazo y un besote:
Esta reproducción de la muerte de Pablo Escobar, me parece impactante:
Sus besitos para Medellín, en esa oportunidad, me llenaron de ternura, porque, de verdad, sí que los necesitábamos, de donde me alegra mucho ver este montaje con ese personaje inolvidable que es su autora:
Si bien, Fernando Botero no es santo de mi devoción, no puedo dejar de quitarme el sombrero cuando veo sus denuncias contra la violencia:
Ya sea en Colombia o en Abu Ghraib, cuya representación contra una crueldad, con la que tampoco acuerdo, pude ver con toda la calma en una exposición en Vigo.
Y bueno, no hay que olvidar que fue de una noticia de periódico, leída por Gustave Flaubert, sobre el suicidio de una campesinita normanda, que surgió esa gran obra literaria que es Madame Bovary y algo similar pasó con el Truman Capote de A sangre fría, cuando esa nota periodística de un crimen en Kansas, movió su curiosidad para hacer una investigación, que se convirtiera en todo un subgénero de novela-testimonio, cuya versión fílmica fue la primera en cuestionarme sobre la etiología social de la delincuencia, como señala Alfonso Melluk y el problema de los grados de libertad, que tiene un asesino, ya que nosotros los psicoanalistas nos ocupamos de la misma gente, de la que se ocupa la policía; pero desde un ángulo diferente, como me enseñara el gran psicoanalista inglés, W. R. Bion.
Como aquí en España, presenté en Gandía, en el curso de estío de la Universidad de Valencia, en el 2009, una ponencia que titulé: De sicarios y de hombres: la violencia juvenil en Colombia. Ensayo cinematográfico de Psicopatología Social. Me vi las películas del subgénero de la sicaresca y leí varias novelas sobre el tema, en las que pude disfrutar la bella obra de Víctor Gaviria, con todo su lirismo en parlache, El pelaíto que no duró nada y degustar la poética de Rosario Tijeras de Jorge Franco, mucho mejor transmitida en la obra literaria, que en la versión cinematográfica, novela que supera con creces la última suya El mundo de afuera, que se llevó el premio Alfaguara y tuve oportunidad de comprar aquí, sobre el secuestro y la vida de don Diego Echavarría Misas.
Desde que leí El diario de un cura rural del novelista francés Georges Bernanos, he pensado que el bien y el mal pueden estar equilibrados en el mundo, aunque, a veces pienso, que si el escritor parisino no sería demasiado optimista, sobre todo porque escribió tal novela en 1936, en el año de inicio de la Guerra Civil Española y tres años antes de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto; pero creo que en Colombia si bien hay seres desastrosos, como en todas partes, también hay grandes valores humanos y, por lo tanto, yo no podría tildarlo de ser un planeta de los simios, sino un universo donde hay de todo como en botica.
Ojalá que todas esas malas noticias que divulgas, de nuestro país natal, se convirtieran ya fuera en arte plástico o literario, para que no tengan el efecto de aumentar la xenofobia; pues si bien aquí no tenemos grandes amigos colombianos, nos hemos encontrado de todo, entre ellos gente valiosa, estudiante universitaria, otras que cuidan ancianos, otros que hacen labores de enfermería, con una gran consagración y cariño, hasta el punto de que el gerente de una residencia de ancianos, que se ganó el premio de una de las mejores empresas de la Comunidad de Madrid, junto con RENFE, traía personal de auxiliares de enfermería del SENA, porque consideraba que eran las más tiernas de todas las enfermeras de varios países del mundo con los viejitos.
Y ya con esto si me despido, mi querido amigo.
Un abrazote,
Jesús