23 – Juan Diego Velásquez Romero

Nota: Artículo autorizado por el autor que revive ideas sobre el cine.

 Entrevista a Jorge Silva y Marta Rodríguez (Cartagena. 1982)

“El camino es un cine independiente”

“Recuperar la tierra para recuperarlo todo: Autoridad, Justicia, Trabajo.

Por eso tenemos que pensar con nuestra propia cabeza. Hablando nuestro propio idioma, estudiando nuestra historia, analizando y transmitiendo nuestras propias experiencias, así como la de otros pueblos”.

(Manifiesto Guambiano Cauca, junio de 1980).

 Días antes de la culminación del XXII Festival Internacional de Cine de Cartagena, dos realizadores habían dado numerosas entrevistas a raíz de su participación con una película en 16 milímetros y recientemente premiada en Berlín.

Los colombianos Jorge Silva y Marta Rodríguez volverían a repetir sus triunfos alcanzados con anteriores películas en los festivales europeos y en el de Cartagena (“Chircales”, “Planas”, “Campesinos”). Este año obtuvieron, en el último Festival Internacional de Cartagena, el premio a mejor fotografía, dentro de la muestra iberolatinoamericana y al de los mejores realizadores en la muestra colombiana.

Sus trabajos se han caracterizado por subscribirse a la realidad colombiana, enmarcados dentro de un contexto sociopolítico, siguiendo una línea de ir de la ciudad al campo, predominando a veces lo antropológico, lo histórico o la denuncia, como elementos determinantes, pero sin salirse nunca del compromiso político.

Junto con Alberto Aguirre y Carlos Eduardo Henao, realizamos una conversación, intuyendo el reconocimiento de su trabajo en el Festival y por tratarse de personas, que, como advirtiera Alberto Aguirre, “ellos siguen haciendo válida la tesis de un cine alternativo, expuesta por los cineastas independientes”.

¿Por qué continúan ustedes trabando en 16 milímetros y dentro de un marco marcadamente político?

−Nosotros intentamos realizar un trabajo de registro visual muy cerca de lo cotidiano, o sea, que el equipo no altere y sobredetermine la conducta diaria de la gente. El 16 es en ese sentido ideal para el trabajo de campo. Y ese tipo de trabajo que ustedes definen como político, está simplemente en el hecho o la preocupación de problematizar la realidad colombiana. Como en este caso (“Nuestra voz de tierra: memoria y futuro”), la realidad del resguardo indígena de Coconuco del Cauca.

−¿Qué buscan ustedes con la película “Nuestra voz de tierra: memoria y futuro?”

−La película está hecha esencialmente con el propósito de comunicar desde el interior de la realidad… de acercarse al subconsciente de una cultura indígena de los Andes. Con el propósito de comunicar la experiencia de grupos a los cuales nunca se les ha dado la posibilidad de expresarse por sí mismos, y de asumir con ellos la representación de su imagen y de su pasado como cultura.

En la actualidad latinoamericana, el boliviano Jorge Sanjinés ha trabajado con indígenas y con metodologías propias. ¿Ustedes han recibido influencias de él o la película es personal?

Es personal, inclusive por trabajar como él, nosotros pensábamos hacer una película conjunta, nosotros en Colombia y ellos en Bolivia y Ecuador.

Entonces, ¿se podría decir que al ir sobre una realidad, ésta determina la metodología?

Sí, además es una realidad tan fuerte que nos llena de imágenes, las imágenes que tratamos de registrar.

¿Cuál fue el proceso metodológico en los cuatro o cinco años de investigación y realización?

−Fue todo un proceso de observación…pasar de la magia a la política… de un lenguaje mítico al político.

−¿Ustedes conviven antes sin la cámara?

−Sí apenas llevamos lo necesario y cuando hay una relación íntima…

Sería bueno saber cómo colabora la comunidad.

El proyecto inicial se discutió con ellos; estuvieron de acuerdo y se nombró un grupo de ocho personas para vincularse al proyecto. Todos los “rushes” se los proyectamos a ellos, de ese modo captamos su percepción de la imagen en detalle. Para responder la pregunta, en una ocasión un personaje hablaba solo en el plano, y la objeción que nos hicieron es que no podía ser porque él hablaba para un grupo. Ese es su contexto, los individuos son posibles dentro de la colectividad. Toda decisión es colectiva.

¿Cómo fue la participación de la puesta en escena?

Nace a raíz de un mundo muy complejo, rico en tradición oral−literaria. Pedimos que se representaran a sí mismos y estuvieron de acuerdo. Pero era imposible hacer actuar al terrateniente, Diego Vélez lo representó, pero antes él estuvo en la comunidad, participando en una especie de psico-drama, donde los indígenas se burlaban de él y lo llamaban como al antiguo terrateniente: Don Víctor.

−Ellos se identificaron con su película y ustedes con ellos, en un proceso de ósmosis. No es el cineasta colonizador que llega a enseñar, es una integración…

−Sí, es tal, que ellos participaron en la construcción de la estructura narrativa, en un momento ellos vieron lo filmado en la moviola y notaron que hacia falta el Cabildo, o sea, su especificidad cultural, entonces inmediatamente hubo que ir a filmarlo. Además, ellos se quejan mucho, y con razón, de las organizaciones de izquierda y antropólogos que van allá y a los pocos días están pontificando.

−¿Ellos conocían sus películas anteriores?

Sí, nosotros les habíamos mostrado “Campesinos”. Pero la rechazaron; por su identidad, no aceptaban la mezcla. De ahí surgió el hacer una película sólo con indígenas, pues para ellos la tierra es todo.

Volviendo al tema del mito, ¿cómo participa Pedro Alcántara, reconocido artista, en la elaboración de la máscara?

Para los indígenas es muy importante su universo mítico; para ellos no se trata de una leyenda simple, curiosa y extraña, sino que es su mundo mágico, y en él se puede leer la historia de la dominación. El diablo es el extranjero, el mayordomo, el terrateniente, el carabinero, el conquistador. Ellos encierran elementos comunes como el de las espuelas. Son elementos que ordenan y adquieren un significado profundo.

De cometer un error en la representación de ese universo mágico hubiera sido delicado y habríamos obtenido el rechazo de ellos. Pero, por el contrario, estuvieron de acuerdo con la vestimenta del actor y se identificaron con la máscara de Pedro Alcántara, que expresa al diablo, la represión, la tortura.

En un momento relevante es cuando el indígena pinta en el suelo la cruz svástica, como marca del diablo, justo en el momento en que había represión y torturas.

−En sus anteriores películas no había el truco del congelado y la sobreimpresión. Ahora, ¿ello se debe un poco a los aportes del cine documental colombiano?

Ante la carencia de laboratorios de blanco y negro en el país, y debido a que queríamos la mejor calidad posible, el montaje y la edición lo realizamos en la Habana. La narración exigía tales efectos y aquí son costosísimos, además que los cubanos son muy buenos en el trucaje.

−¿Cómo planean ustedes la distribución de la película?

Con la comunidad, ellos mismos se encargarán de distribuirla. En Colombia este tipo de distribución cultural es para ampliarse y enriquecerse. Hay una subvaloración de este trabajo. Esta película se distribuyó por la televisión europea; fue un hecho gracias a los aportes de la televisión europea; fue hecho gracias a los aportes de la televisión holandesa y alemana, de lo contrario no lo hubiéramos podido hacer; o sea, es financiada por europeos, pero es para los colombianos. Se estrenó con ellos en el último congreso indígena en Bogotá y ahora vuelve a ellos como material de educación. También la mandamos ampliar a 35 milímetros.

−¿Cómo ven ustedes el proceso del cine de “Sobre precio”? Y… ¿participarían en él?

−Es una trampa, es un engaño para la gente que empezó, mucha gente se quemó haciéndolo. Nunca nos planteamos participar en ese canal, puesto que hay una autocensura. Ese no es el camino, el camino es un cine independiente asumiéndolo con los medios que se tengan, una cámara y una grabadora, conservando la independencia por encima de todo, porque si uno se autocensura está perdido.

Y para terminar, ¿cuáles son sus próximos proyectos?

Yo tengo (Jorge Silva) dos guiones sobre la violencia, el bogotazo y una familia en el contexto de la Violencia en el campo, utilizando elementos documentales y puesta en escena.

−Yo tengo interés (Marta Rodríguez) por un documental sobre la mujer indígena y la participación en sus luchas por la tierra y su cultura.

¿Eso quiere decir que ustedes se enriquecen al dividirse y crear dos frentes de trabajo?

No, seguiremos trabajando juntos.

Entrevista publicada en la página 6B, Vida del mundo. Coordinada por Ana María Cano y Luis Alirio Calle, sección Contraseña. Fotos: Fernando Fergusson. El Mundo. Medellín, jueves 8 de julio de 1982.