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Selnich Vivas Hurtado - Déjanos encontrar las palabras
Déjanos encontrar el poema
David Marín Hincapié
Siempre que me acerco a un libro, siempre que me entrego a su voz, trato de hacerlo guiado por el deseo de que esta perviva en mi y ocupe una porción del vacío que nos fue dado. Y siempre que esa voz es inquietante, me asusta y me desequilibra. Porque, semejante a un sol canicular, su luz embriagadora se instala en las paredes de mi memoria, y tarda tiempo en escurrirse. Dicha experiencia me lleva a sentir que una parte de esa voz acompaña la mía, como un hongo que, involuntariamente, trabaja al ritmo de una plaga errante. Soy de los que piensan que la auténtica literatura es ante todo una experiencia vertiginosa. En qué consiste el vértigo. Primero, en la capacidad que tiene aquella para resolver el jeroglífico de la realidad y en su promesa de cuestionarla radicalmente. Y, segundo, en la certeza de que una porción de mi existencia, ha decidido sacrificarse para darle cabida a una que tiene la virtud de comprenderlo todo de manera clara, poseída por una bella forma de expresarlo. Porque un lector consciente de su búsqueda, siempre espera ese recinto revelador del otro, más que el barullo simplón propio, signado por el desvarío.
No obstante, ¿Cómo aceptar, no sin dolor, que la materia yoísta de la que estamos hechos, al fin se doblega sin arrogancia y resentimiento, sin temor a la traición, rompiendo la ostensible coraza de la sospecha y la desconfianza, con la que opera el individuo de nuestra época? Para quien sobrevive en la promesa de la literatura, no puede dar pasos en falso. En mis íntimas lecturas trato de perseguir, entonces, no aquello que reafirma una realidad esquemática y definida, sino aquello que es, por esencia, desarticulación y reinterpretación. Como dice José Manuel Arango, reverberación de luz, desfiladero deslumbrante: recinto en el que los límites de las formas se diluyen o chispean.
En aquel lector que siente no que se ha arrojado al libro, sino que es el libro quien lo ha recibido con generosidad, sabe que existe un riesgo al que hay que atender. El riego de entrar a un tiempo que es el de la piedra y el agua, y no el de los engranajes uniformes. El riesgo de alcanzar una zona irrigada por el silencio y la duda, y no por el ruido mediático. El riesgo de toparse de frente con algo que se nos había prodigado con amor y que, por regocijo en el confort, no lo habíamos atendido como se debía. El riesgo, hijo de la rebeldía, que inevitablemente trae consigo el peligro de la libertad y el del abismo. Y allí está la poesía. Presta a nombrar un instante demoledor, desestabilizante y que nos exige el más alto estado de atención. Como dice Paul Celan, los poemas son también regalos; regalos para quienes están atentos. De ahí que me cueste asumir mis horas de lectura como un pasatiempo. Son ante todo un acto de agradecimiento dirigido a voces verdaderas, a seres humanos auténticos que se han reunido y han avanzado, buscando realidad.
Sin duda, quien lea los poemas que conforman el libro Déjanos encontrar las palabras asumirá el papel de un intruso. De algún modo, usurpará la intimidad de una relación entre poetas: aquella que se hace en la escritura epistolar, vive a través de esta y la sacude de su habitual centro comunicativo. Epístola cuyo centro tiene como anclaje vital el dominio del lenguaje poético bajo un designio pasional.
Acaso, lo que reafirma el conjunto, es que existe en la escritura una posibilidad especial de indagar sobre la condición del ser humano, que solo es concedida cuando aquella es asumida como caudal de honestidad. Y en ese caudal la epístola parece ocupar un lugar privilegiado, ya que la reflexión ubica como faros encendidos, de un lado, la confesión sincera, y del otro el sentimiento intenso de establecer un encuentro y unión con el destinatario, con otro ser.
Como se dará cuenta el lector, y como lo señala el jurado, la apuesta en este libro cobra una singular envergadura, cuando el encuentro con el otro parte de una necesidad y esta va más allá de moldear los perfiles de un intercambio epistolar amoroso. Tal vez de lo que se trata en la escritura como caudal de honestidad, es de enfrentar la intimidad en sus más humanas manifestaciones y grados de fervor. A lo que se agrega un fantasma que arriba de forma inevitable y dramático: la memoria de una guerra y sus secuelas mortíferas.
Y es que son precisamente las secuelas de ese enfrentamiento absurdo que subyace a todo deseo de dominio del hombre sobre el hombre, las que no solo se revelan en estos poemas como su más genuino espejo, sino que operan dentro de estos como residuo del combate. No de otra forma se entiende, en primer lugar, el cuestionamiento que cierra el libro: ¿Para qué tanta destrucción en medio de estas obras? y su inicial petición, que es a la vez una opción frente a la condición absurda del mundo: Déjanos encontrar las palabras. Esto es, como se sabe, la fundación de la palabra, el poema, como primer y último recinto de encuentro y unión con el otro. Es decir como un acontecimiento amoroso en el que, decididamente, se resiste a la escasez de seres humanos.
Abril de 2012
Poesías de Selnich Vivas Hurtado
Für Ingeborg
Du solltest in den dunklen Augen kein Maß suchen. Vielleicht mit Schmerzen schmücken, was deine Eltern verstümmelt haben. Lass es alle wissen, wie du´s mit dem Judenwaisen getrieben hast. Lass alle von meinen Indiozügen und meinem vorbildlichen Deutsch wissen. Aber vergiss nicht das Scheitern: Wir werden diese Nacht in erschöpfenden Zahlen und Buchstaben einsperren müssen. Beladen von Brandwunden, wird sie Venen und Stimmen austrocknen. Den Tropfstein zu begehren ist die Aufgabe solcher, die den Tod im Wasser oder im Feuer zu erreichen suchen.
22 Jahre nach deinem ersten Geburtstag.
Wien 23 Mai 1948
Para Ingeborg
Tú no deberías buscar ninguna medida en los ojos obscuros. Tal vez adornar con dolor lo que tus padres han mutilado. Que todos sepan que has dormido con el huérfano de unos judíos. Que todos sepan de mis rasgos indios y de mi ejemplar alemán. Pero no olvides el fracaso: hemos de encerrar esa noche en cifras y letras agotadas. Ella, cargada de habladurías, secará las venas y las voces. Pretender la estalactita tal es la tarea de quienes alcanzarán la muerte en el agua o en el fuego.
22 años después de tu primer cumpleaños.
Viena, 23 de mayo de 1948
Liebe,
Wir haben alle Türen einstudiert, wegen der Ein- und Ausgänge.
Wir sind zwei, die sich in Schmerzen erkannten,
sich jetzt begeistert auseinander leben.
Zwei, die in der Schrift sich voreinander schützen,
sich mit Dritten verletzen.
Wir haben die richtigen Maße nicht gefunden,
weder das endgültige des Lebens
noch das beginnende des Todes.
Wozu die große Zerstörung im Zentrum dieser Werke?
Hilf dir und tue den Schritt, spring.
Oder lass uns die Worte finden.
Ingeborg
Zürich, 18.11.59
Amor,
Hemos probado todas las puertas, por entradas y salidas.
Hemos sido dos que se reconocen en el dolor
y se viven entusiasmados en la distancia.
Dos que se protegen en la escritura
y se hieren con terceros.
Pero no hemos encontrado las medidas correctas
ni las definitivas de la vida
ni las iniciales de la muerte.
¿Para qué tanta destrucción en medio de estas obras?
Pon de tu parte y da un paso adelante, salta.
O déjanos encontrar las palabras.
Ingeborg
Zúrich, 18.11.59 |