Tiempos de abrazar
El aislamiento y la falta de relaciones sociales pueden afectar el razonamiento, el equilibrio hormonal y nuestra capacidad de hacer frente a las enfermedades. La soledad y la falta de afecto pueden elevar más la mortalidad en personas que enfrentan otros factores de riesgo como el consumo de tabaco y alcohol o la falta de ejercicio físico. Cuando bajan nuestros contactos con los demás seres humanos también bajan nuestras defensas.
Estas son algunas de las conclusiones de un estudio sobre las consecuencias del aislamiento social en la salud humana ―publicado recientemente en la revista holandesa Trends in Cognitive Sciences― que confirma las sospechas de los científicos, los médicos y los funcionarios de las organizaciones de salud que atienden la pandemia del Covid-19.
El estudio fue dirigido por el doctor Robin Dunbar, profesor de Psicología Evolutiva de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Dunbar, uno de los principales investigadores en neurobiología del distanciamiento social, sostiene que los efectos de la falta de contacto humano y el aislamiento sobre el sistema inmunitario son devastadores.
“Lo heredamos de nuestros antepasados: monos y primates mantienen sus relaciones sociales acicalándose y desparasitándose unos a otros, y nosotros mediante caricias y abrazos”, dice. En ambos casos, “las neuronas C-táctiles mandan al cerebro la orden de estimular la liberación de endorfinas, que entre otras cosas tiene un efecto analgésico 30 veces superior a la morfina”.
Las endorfinas son neurotransmisores producidos por la glándula pituitaria y el hipotálamo durante la excitación, el dolor, el enamoramiento y el orgasmo. Sus efectos son similares a los opiáceos en su acción como analgésico y producen sensaciones de bienestar, alegría y euforia. La risa, el contacto social y las relaciones de amor y amistad sirven para generar endorfinas.
Según el artículo, estos opioides naturales producidos por el cuerpo inundan el tálamo, el estriado, la corteza cingulada y la corteza frontal, provocando sensaciones placenteras en nuestro cerebro. Pero lo más importante es que, además, consiguen estimular lo suficiente al sistema inmunitario para que produzca células T, una de cuyas misiones es destruir virus invasores como el causante del Covid-19.
El doctor Dunbar dice que existen evidencias científicas de que sentirse solo debilita visiblemente la respuesta inmunitaria y retrasa la cicatrización de las heridas. Cuando nos aislamos y escasean los abrazos y las caricias, la actividad del sistema inmunitario baja y nos volvemos indefensos ante las agresiones externas. Abrazarnos unos a otros, en cambio, eleva las defensas, reduce significativamente la presión arterial y baja los niveles de cortisol, la hormona del estrés que causa tantos daños en nuestro organismo.
“El aislamiento social podría suponer la máxima amenaza para la supervivencia y la longevidad”, dice el científico. Según él, la nueva “normalidad” del Covid-19 ha traído dos cambios importantes: el distanciamiento social y la incapacidad de interpretar señales sociales faciales tras una mascarilla. “Si el distanciamiento social se prolonga en el tiempo, y merma la calidad y el número de nuestras amistades, la supervivencia puede resentirse”. Traducido a números, se estima que el riesgo de muerte prematura puede aumentar en torno a un 30 %, debido sobre todo a enfermedades cardiovasculares.
Por supuesto: debemos cuidarnos y acatar las recomendaciones de distanciamiento de los médicos… porque si no sobrevivimos al virus, tener amigos servirá de poco, Pero, ¿cómo sobrevivir a una epidemia, aislados y en soledad, amordazados por el silencio, sin un amigo que te abrace?
¿Cuándo acabarán estos tiempos en los que las mascarillas nos han borrado las caras, y los abrazos se han convertido en una amenaza para la salud pública? El escritor Malcolm Lowry tenía razón: no vale la pena vivir sin amar. El amor es lo único que da sentido a nuestras desoladas sendas. ¡Que vuelvan pronto los días en que podamos abrazarnos!
(Publicado originalmente en El Colombiano el 14 de diciembre de 2020. Se reproduce con autorización del autor.)