Prólogo a La constelación ética de Javier Darío Restrepo
Una ética para náufragos
Este libro no es un manual de ética para consulta rápida ni una recopilación de códigos para los periodistas de hoy. Es una reflexión profunda sobre la ética y la condición humana. Es una meditación de un veterano periodista sobre el sentido de la ética y la moral en estos tiempos de miseria.
Sus páginas son el producto de más de 30 años de trabajo y preocupaciones de su autor, Javier Darío Restrepo, como defensor del lector en algunos periódicos colombianos, escritor de libros de ética para periodistas, miembro de comisiones de ética, director y maestro del ya famoso Consultorio de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI); pero, sobre todo, es producto de la larga experiencia de Restrepo como reportero de noticieros de televisión, columnista y redactor de periódicos y revistas.
Según palabras del propio autor, el libro responde a la pregunta por el nacimiento de su preocupación acerca del significado y los alcances del oficio del periodismo después de muchos años de estudiar, hablar y escribir sobre ética. La constelación ética es un libro escrito a varias voces, como una sonata en la que hay intermezzosde historias, solos de reflexión, contrapuntos de discusiones.
Uno de ellos, tal vez el más hermoso, cuenta la historia de los ifaluks, un pueblo que habita en una pequeña isla, en un atolón de la Micronesia, cuyos hombres y mujeres mantienen un estado de alerta ante la naturaleza agresiva que los rodea. Esta amenaza constante de las fuerzas incontenibles de la naturaleza los lleva a vivir sin necesidad de códigos: la vida les impone una condición (un talante, dice el autor degustando esa hermosa y olvidada palabra) y ese talante, a su vez, les moldea la vida.
A los ifaluks los tifones los azotan cada cierta época. Las tempestades los obligan a convivir con el peligro, ponen en evidencia su fragilidad y los convencen, sin advertencias, de la necesidad de velar los unos por los otros, ya que aislados no podrían sobrevivir en medio de la inmensidad de un océano embravecido. Esto les da un modo de ser (un talante) que se convierte en una especie de segunda naturaleza.
Catherine Lotz, una antropóloga estadounidense, dice que vivir amenazados por la muerte ha provocado en ellos una intensa moralización de la vida cotidiana. Por esto, cuenta la antropóloga, reaccionan con furia cuando un comportamiento individual pone en riesgo a los demás. En otras palabras, su vida está ordenada por una estrecha dependencia del Otro (con mayúsculas) que echa por tierra el viejo reclamo egoísta de Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Todos los ifaluks, en cambio, se sienten guardianes de sus hermanos.
“Así se han dictado una moral en la que son claras las categorías de lo correcto y lo incorrecto, el ideal de sus vidas, el modelo de la vida humana. Es una moral que les ha forjado un talante propio y difícil de encontrar en otras partes del mundo”, dice Javier Darío Restrepo. Esta historia es una de las columnas vertebrales de este libro hondo y hermoso cuya lectura nos reconcilia con los valores más altos de la condición humana.
Otra de las voces de la sonata del narrador es la que podría llamarse voz confesional del autor. Restrepo acude a ella para contar historias tristes de la miseria de nuestro oficio, como la de la comisión del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), que lo encargó a él y a varios colegas de la preparación de un proyecto de código de ética.
Hoy cuesta trabajo creer lo que pasó: hubo una disputa entre dos grupos de socios del CPB: los que defendían la conducta de aquellos periodistas que recibían doble salario (de las empresas en que trabajaban y de los congresistas cuyas actividades debían cubrir como reporteros) con el argumento de que los sueldos eran escasos y no satisfacían el derecho a sobrevivir dignamente… Del otro lado estaban, casi solitarios, los que censuraban esa dependencia como indigna y dañina para la credibilidad.
Esa misma voz cuenta la experiencia de Restrepo en el Consultorio Ético, que todavía aparece publicado cada semana en la página web de la FNPI.
“[El Consultorio Ético] me ha dado la oportunidad de escuchar y estudiar las dudas éticas de periodistas de todo el continente”, dice Javier Darío Restrepo. “La mayoría de esas consultas tiene un mensaje implícito: ¿qué dicen los códigos sobre este caso? Existe una generalizada persuasión de que los códigos son la ética y que ser ético es someterse a los códigos”.
Hablando de esa experiencia, el autor plantea la que tal vez es la tesis más lúcida del libro: los códigos reducen las dimensiones de lo ético, impiden el acceso a la verdadera naturaleza de lo ético y ocultan sus objetivos más ambiciosos y verdaderos.
Ser ético no es preocuparse por comportarse de acuerdo con los requerimientos de los códigos: es estar activando la libertad en todo momento y, por tanto, actuar por propia iniciativa.
Restrepo edifica sus tesis planteando que la ética va más allá de aquellos códigos y que reducirla a normas y artículos es una forma de empobrecerla y menguar su espíritu.
De acuerdo con la experiencia del autor, los códigos se ocupan de trazar un perfil profesional cuyas principales preocupaciones son la defensa de la verdad, el servicio del bien común y el secreto profesional.
La ética es otra cosa. ¡La ética es, fundamentalmente, un ejercicio de libertad llevado a cabo por sujetos libres! En otras palabras: la ética es un descubrimiento que nunca termina de esa realidad siempre cambiante: la naturaleza humana. En este sentido, lo dice bellamente Restrepo, “cada acto ético es un avance en el descubrimiento de la inagotable novedad de lo humano”.
Estoy de acuerdo con cada proposición de La constelación ética; en especial con la idea de que los libros de ética deberían ser manuales de supervivencia… Algo completamente distinto de esos inventarios interminables de prohibiciones en que se han convertido.
El autor va más allá. Cuando habla de los manuales de supervivencia, entiende este acto de luchar contra la muerte no como una huida de la realidad para proteger la propia vida, sino como un vivir superior: no solo un aferrarse a la vida con lo mínimo, con tal de sobrevivir… ¡No!
Así es lo ético: no cabe en los esquemas mentales ni en los códigos. Toda categoría lo empobrece, le resulta estrecha porque, como la vida, lo ético se reinventa todos los días.
La ética no es tampoco la ciencia de lo correcto y lo incorrecto. Es un saber práctico que nos permite distinguir lo bueno de lo malo, y no mediante la aplicación de fórmulas, sino mediante la escucha profunda de esa voz interior de tu alma que no te da certezas, sino que reacciona ante lo bueno, aprobándolo, y te pone en guardia contra lo malo, rechazándolo. Como dice Kant: es un código escrito por la naturaleza en el corazón de cada persona. El mismo código sin letras que los cataclismos de los mares infundieron en las almas de los ifaluks. La forma de actuar frente a un ambiente agresivo o un peligro colectivo para mantener a flote lo mejor de nuestra condición de humanos… y sobrevivir, en el mejor y más alto sentido de la palabra.
Puede suceder que hoy la ética sea una utopía. Que solo se realice como utopía. Pero, como dice Restrepo, ética y utopía se reclaman: “…la ética se realiza solo como utopía y esta, a su vez, es el otro nombre de la ética: es la excelencia, esa vocación irrenunciable para la que nace todo hombre. (…) La ética es una forma de renacer, pero no de cualquier manera, sino encontrando la excelencia para la que todo hombre nace. Es la razón de ser de las utopías, que son las formas anticipadas del renacer humano”.
Es el resultado de un diálogo que los humanos mantenemos con nosotros mismos. Y es, también, el máximo ejercicio de la libertad.
¡Bienvenido este hermoso libro de ética para náufragos!
Nota de Gotas de tinta: Tomado de La constelación ética de Javier Darío Restrepo. Para descargar el libro completo, pulse aquí: https://drive.google.com/file/d/1mqXgeLAgu20ol2oGxdoDj1uZLn6invUe/view