Nació en la ciudad de Medellín, en el año 1956. Desde sus estudios en artes plásticas en 1993, su tiempo lo ha dedicado a su obra pictórica.
Como su interés ha sido en las múltiples manifestaciones del arte, desde el año 2010 se interesa en la escritura, por lo que ingresa al taller de escritores en Asmedas con el profesor Luis Fernando Macías. Luego, con él, en el taller de Comedal; y desde allí inicia el libro: Jairo y el barquito a vapor.
Inicio escribiendo poemas y relatos, para luego encontrar su forma de comunicarse a través de los cuentos.
Participo en el 2014 en la antología de cuentos de Comfama y el Metro de Medellín “cuentos para toda clase de niños “Autores varios. Ejemplar número 63 de Palabras Rodantes.
ISBN: 978 – 958 – 5530 – 10 – 2
Hilo de Plata Editores, Medellín,
Colombia. 2019
Nota de la revista: El cuento presentado aquí pertenece al segundo libro de Elkin (Jairo), que se encuentra en proceso de escritura.
Jairo anima su pesebre
Ya habían terminado de armar el pesebre. Tenía varios caminos que subían a la montaña, otros que llevaban a la plaza principal de Belén. Los aldeanos hacían sus labores, los que tomarían el camino a Jerusalén, unos iban en camellos, otros en burros. Al occidente se encontraban los grupos más destacados de pastores con sus rebaños, al oriente se podía contemplar el pozo donde todos los habitantes iban a proveerse de agua. Al norte en la colina, se habían instalado la familia de José, María y Jesús con su buey y la mula.
Mientras la escena se desarrollaba, Jairo estaba mirando cómo se desenvolvía la vida en el pequeño poblado de Belén.
Cansado de observar aquella monotonía de pueblo. Reflexionó en cada uno de los personajes.
–Creo que a este pesebre le hace falta ponerle un poco de ánimos.
–¿Qué tal sería, ver correr el agua de verdad por un cauce, que haya un sitio donde nazca el manantial, y que después de haber nacido, recorra toda la población?
Ante su genial idea, primero colocó la fuente de agua. Puso la manguera que salía de una coca plástica naranja, sacada de los utensilios de cocina de su mamá. Consiguió una bomba de un acuario y con varias botellas plásticas recortadas improvisó una cascada, y con otras, hizo el cauce de la quebrada, que desembocaba en la coca.
–Vamos a ensayar la fuente de agua, primero tengo que conectar la bomba a la corriente– dijo Jairo.
Tan pronto ejecutó la acción comenzó a caer agua por la cascada, y en segundos, el agua corría desde lo alto de la montaña hasta la desembocadura, en la coca.
–¡Eso!, eso! así era que la quería. Solo me toca taparle unos cuantos escapes al agua. Yo arreglo todo esto y listo. Ya mi pesebre tiene una actividad. Ahora, haré una rueda para que se mueva con la caída del agua.
Hizo la rueda con sus compartimientos y la puso a funcionar.
–Creo que también haré un molino de viento, como los que había en ese tiempo.
Jairo, fue y consiguió un pequeño motor de uno de sus juguetes y se lo ensambló a la estructura que construyó en madera.
–Aquí está el molino, lo ubicaré en la esquina superior. Ahora le encendemos la corriente, y ya está.
Efectivamente el molino movía sus aspas, como los que se usaban de verdad para moler el trigo.
–Que bien se ve el pesebre con el arroyuelo, la rueda, y ahora el molino de viento, haciendo su trabajo de sacar harina de trigo–comentaba Jairo.
Se pasaba horas del día prendiendo y apagando la fuente, la rueda y el molino. Cada que los ponía a funcionar pensaba en algún otro artefacto, que lo entretuviera e hiciera más alegre su pesebre.
–Ya mi pesebre se ve muy bonito por tener el agua caer por la cascada, con la rueda y el molino en movimiento. ¿Con que otra idea seguiré? –Se cuestionaba nuevamente Jairo.
–Ya sé, se dijo, voy a ponerle un señor pescando en la quebrada.
Cogió un muñeco de un juguete viejo, lo paró firme en una tabla, lo vistió con túnica como los señores de Belén. Le puso un pez, que hizo en plastilina, lo ensartó a una cuerda, y ésta a la vara de pescar, solo le faltaba el motor para ejecutar los movimientos.
–Bueno señor pescador, usted se va a parar cerca de esa piedra, y desde allí va a pescar todos los peces que pasen por el rio.
Jairo le dio energía a su pescador, y desde ese momento comenzó pescar.
Estaba por allí cerca un pastor, que muy asombrado se quedó al ver por aquellos lados a este nuevo personaje haciendo movimientos con una vara, a la orilla del río.
–Oiga señor, ¿usted es un pescador? –Preguntó el pastor que estaba con su rebaño.
–Sí, claro que lo soy –Le contestó el señor del sombrero y de la vara en la mano.
Como Jairo nunca quedaba contento con lo que le hacía a su pesebre, al oír la conversación entre el pastor y el pescador, se le ocurrió un nuevo invento. Y se dijo:
–Como un pastor lleva a sus ovejas a que coman pasto, entonces, las voy a poner en movimiento para que hagan como si comieran de verdad. – Así fue que se le ocurrió otra idea para su pesebre.
Sin demoras en su ejecución, desmontó al pastor y su rebaño y los puso en una plataforma, y a cada oveja le fue llevando un cable de nylon, que al halar movían las cabezas ya acondicionadas para que subieran y bajaran. Todos los nylon los unió y los conectó a un motor, que al encenderse movían todas las cabezas del rebaño, y así las ovejas parecían que comían del pasto verde, del campo.
–Ovejas, ya están listas en el prado, ya pueden empezar a comer hierba. – les dio la orden Jairo.
Junto a este nuevo avance en su pesebre, también encendió la fuente, la rueda, el molino y por último el pescador. Tan pronto todos los inventos estuvieron encendidos, siguió la conversación que antes había iniciado el pastor, con el pescador.
–¡Señor! !Señor! –le gritaba el pastor, al de la vara.
–Sí, cuénteme, ¿qué quiere, porque me llama? –Le contestó el de la vara al pastor.
–¿Oiga, usted que hace ahí sacando y metiendo esa cuerda en el agua?
–¿Es que no ve? que yo soy un pescador.
–Usted lo que está haciendo hace rato es bañar una lombriz, porque yo no lo he visto sacar el primer pescado– Se atrevió a decirle el pastor.
–Oiga señor, dueño de esas ovejas ¿y usted se cree pastor o qué? –Preguntó el pescador.
–Pues, ¿sabe una cosa? Yo soy un pastor.
–Yo no creo, porque todas sus ovejas, lo único que hacen es subir y bajar las cabezas al pasto y no comen nada.
Jairo, al ver la discusión entre el pastor y el pescador, se dio cuenta de que ya en su pesebre estaban sucediendo cosas extrañas, que antes no pasaban, entonces decidió mejor apagar el pesebre.
Marzo 9 de 2017