Haijines, editores de la revista poética Cantarrana; desde Cartago, Valle del Cauca.
Gira y gira
en el pico de la guacamaya,
la pepa del mamoncillo.
Sobre la baranda dos
niños se balancean,
solo risas.
En el sendero
guacamayas amarillos,
uno rosado.
Mediodía
¡Tanta tronadera!,
solo unas gotas.
Caen guayabas,
el maestro también
sale a recoger.
El perro para el tráfico,
sus necesidades
no dan espera.
Siete de la noche,
el niño en la puerta
aún espera a su madre.
El pato
encontró un compañero
en el espejo roto.
Suave brisa…
olor al café
de la abuela.
| Ahora un dios;
cuando despierte
solo un mendigo.
En los platos
del gato muerto
come el perro vagabundo.
Si la tía estuviera
no sería misterio
el canto de ese pájaro.
Pasó la lluvia…
aún no cesa el canto
de las guacamayas.
¿Capricho del viento
o del niño? Su cometa
bajo la lluvia.
Esa sonrisa
por las huellas del gato
en el parabrisas.
¡Que floreció
la yerbabuena!,
grita mamá.
Aún tibias
se regaron en el río
las cenizas de la abuela.
Cuánto lujo
caminar sobre flores
de guayacán amarillo.
En medio del camino
el petirrojo; no sabe
de nuestro afán.
También
en las antenas del grillo
gotas de roció.
Entre la hierba
no hay silencio ni pausa,
crecen grillos.