31 – José Martha Alleleijn

De Crónicas poco comunes

Ella estuvo aquí

El brazo ancho y lindo del río Magdalena se encuentra delante de mí. Majestuosamente corre el río hacia el mar Caribe. Desde el balcón alto y abandonado de la que fue un día la plaza del mercado de Mompox puedes meditar y soñar aquí durante horas. Las mangas o potreros constantes al otro lado del río hacen parte del departamento de Magdalena; en este lado se llama departamento de Bolívar.

Por la mañana allí por el río Magdalena flotan flores grandes de color verde y muy, muy tarde en la noche el río está tan silencioso y viene de una bocacalle; así te lo encuentras.

Todo el mundo te deja en paz.

Estamos en la parte norte y bien calurosa de Colombia, donde el río Magdalena y el Cauca casi se unen. Santa Cruz de Mompox, nombre de un antiguo cacique, está ubicada en una isla del río Magdalena.

Las tres tribus chimili, zenú y malibú vivieron aquí una vida pura antes de que los españoles y sobre todo la iglesia hicieran valer su poder en esta región. En el museo histórico dentro de la Casa de la Cultura de Mompox uno puede seguir en forma bonita la historia limitada de estos indígenas.

La mini-ciudad es la más vieja y linda de Colombia, dice la voz popular. La temperatura puede subir hasta 48 grados. Desde el río hay cuatro calles. La primera calle se llama Albarada y está ubicada como un bulevar a lo largo del río. La segunda calle se encuentra paralela a la Albarada, se llama Calle Primera. La tercera calle es la Calle Media, la calle más importante con mucha actividad y la cuarta se llama la calle de Atrás o sea la calle detrás de la Media, también activa. La calle Media no puede aguantar mucho tráfico, allí está el piso lleno del sudor de los negros que construyeron esta calle en la época de los españoles. El señor Cabra, vecino de Sixta, ve en sus sueños hasta el día de hoy que el español que construyó aquí su casa, le solicita velar por que haya poco tráfico. Doña Sixta también cuenta que casi toda la pequeña ciudad está edificada en un cementerio. Los españoles aquí causaron estragos y se sentían bien a sus anchas.  Mompox era una ciudad de conexión llena de energía entre el norte y sur de Colombia, donde hoy se encuentran un sinnúmero de iglesias.

A la mañana siguiente caminando me topo con el colegio del Sagrado Corazón. Aquí estuvo ella. Aquí iba Mercedes, con antepasados egipcios por el lado paterno, al colegio. Esto era en los años cuarenta y ella escribió mucho antes que Gabriel. Por ejemplo, sobre el río Magdalena que pasaba cerca de su internado. Ella era su creatividad.

Con su ensayo “Importancia del río Magdalena” en ese entonces ganó el tercer premio en el concurso estudiantil y su artículo fue publicado en Ecos de Pinillos en 1947, revista del colegio masculino de Mompox.

Sagrado corazón hoy

El mototaxi anda lentamente. Me lleva a la casa de Josefa Sagrario. Esta dama de buena clase hizo llegar sus cadenitas de plata a través de la cama al platero Modesto. Éste no se atrevió a elaborar las alhajas. Las llevó donde su buen amigo don Alivio para guardarlas.

Continuamos el camino en el mototaxi que ronca hacia la Casa del Diablo. El propietario de este bloque de casas trataba mal a sus trabajadores. No quedó nada del edificio en la esquina. Las ventanas te miran como huecos negros y al caer la noche parece un monstruo lúgubre.  “Sí, el diablo se mueve aquí todavía”, me dice un transeúnte. Es una gran máscara.

Cuando te mueves por Mompox a pie, tienes que contar con aceras altas. Esto para resistir el agua del río Magdalena. Cuanto más caché tenga la casa, más alta la acera. Por ejemplo, la acera delante de la casa de la marquesa de Mompox donde figura con un letrero al lado de la puerta el apellido holandés De Mier.

Los que de verdad deben venir a Mompox son los amantes del jazz.

Cada mes de septiembre se organiza un festival de jazz con una oferta excelente de buena música. Esta se mezcla con la música local religiosa y folclórica. Hasta semanas después suenan en las casas de los solemnes criollos y buena acústica el jazz de todas partes del mundo.

Y el que se siente todavía católico no puede dejar pasar por alto la Semana Santa antes del domingo de Pascua. Una procesión larga e intensa pasa por las calles de Mompox donde también las mujeres llenas de valentía cargan los pasos[*].

[*] Paso: una camilla con tu santo favorito que se carga en los hombros.

El aguardiente te ayuda a ser bastante fuerte y valiente para eso.

La autopista hacia El Paso está abandonada. El viejo pichirilo avanza despacio. La mañana alumbra, un sol naranja ilumina la sabana. Nos aproximamos al pueblo de La Gloria. En la ida desde Valledupar hacia Mompox, muy muy tarde en la noche, recogimos a una madre de unos treinta años. Acababa de dar luz a su séptimo hijo esa mañana.

Tuvo que ceder su cama en el hospital de Plato, porque otra madre que iba a dar a luz estaba en la fila esperando una cama.

La señora se llama Migdonia. Está muy pálida y débil pero su pequeño hijo duerme en paz en los brazos de la joven vecina que está sentada a su lado en la banca de atrás. “Mi esposo me espera en un carro blanco en la próxima bifurcación”, dice de pronto. Salimos de la carretera principal y vemos una moto vieja donde está sentado un joven colombiano. Al lado de él se encuentran otros dos colombianos, también en una moto. Esta es la comitiva que acompaña a la madre a su casa. En la casa la espera aguapanela y papilla de yuca. Me viene a la mente el dicho de la costa caribe de Colombia: “Vas a dormir de a dos y te despiertas de a tres”.

Pasamos por las grandes plantaciones de banano y palma. Son de un verde intenso y bien sanas. También en ésas hay mucho sudor. El calor y la mini-chequera del propietario son la causa.

Estamos cerca de Ariguari, donde al biblioburro le gusta mostrarse. El burro de la biblioteca. En sus dos flancos carga dos enormes bolsas con libros infantiles. Durante semanas el bibliotecario don Luis anda en su burro y con los libros por las montañas que forman las extensiones de la Sierra Nevada de Santa Marta. Hace años don Luis se encarga de esta tarea voluntaria. Cuando llegue a mi casa en Sabaneta preparé una caja grande de libros infantiles para él.

Por fin: el secreto mejor guardado de Mompox es el de sus plateros. En cada calle y en cada esquina hay un sinnúmero de talleres.

Durante siglos han elaborado la plata de las minas cercanas del departamento del Cesar. En sus manos la plata se vuelve alhajas finas de filigrana. Son de una creatividad única. Cada alhaja es diferente. Hacen milagros con hilos de plata (anillos, cadenas, aretes, dijes, broches, coronas).Tan hermosas no las encuentras en Toledo, España. Me enseñaron todo el proceso, es impresionante. Pasé horas en sus talleres.

Mompox tiene embrujo, la gente tiene embrujo, las calles, las casas tienen embrujo.

Los momposinos son de una calidad humana extraordinaria.

Con mucho agradecimiento a:

Ricardo Arquez (guía colombo-argelino, indispensable y bien documentado).

Ernesto J. Jaramillo S. (Miembro de número de la Academia de Historia de Mompox).

Mompox, departamento Bolívar, Colombia, 31 de diciembre 2018.

Autora: Layra (sinónimo José Martha Alleleijn)

@ Cuento con derecho de autora


[*] Paso: una camilla con tu santo favorito que se carga en los hombros.

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