31 – Guillermo Henao

Pronto me echarán del trabajo

Ya no sé a dónde ir

A quienes algo pueden hacer he recurrido
pero las respuestas son parciales
los resultados siempre fragmentarios

Sigo igual Yo mismo con mi situación

No me preocupa mucho que será de mí
a la postre lo sé
sino qué es de mí en estos momentos
qué es de todos nosotros

Verdad Qué pasará con todos nosotros
que no nos reunimos con nuestros fragmentos
y construimos un todo

Mientras dure

El frío traspasa las pesadas y gruesas cobijas y la almohada.
Me despierta.
En el vidrio se torna el negro en leche. Amanece.

¿Para qué levantarse si hoy no hay que trabajar?
Otras veces me re-tenían despierto bajo las frazadas
la incertidumbre en las tareas,
las asfixia – antes obligaciones futuras.

Hoy, a través de las penumbras del cuarto
busco la luz en la ventana
y reacomodo mis tibias partes sin afán
-sin el afán de tantas luchas pasadas-,
con temor también,
con el miedo más sereno de los años no jóvenes.
Nuevos acorralamientos,
de los que igualmente se saldrá –¿seguro?–,
aunque mal parado o bien tendido,
ya no duelen tanto.
Esta mañana seguiré acostado.

13

¡Oh, sí!  Después de in-comprenderte
aprenderé  contigo cuántas cosas.
Y cuando in-fiera que me dejas
o me con-venzas de que jamás te he conocido,
no saciaharé tus aguas salpicadas de ti,
de las mías y tus briznas.

Alcanzoharé periódicos sub-idos a una mesa,
tufugasatravésdecallestelescocopios
y podrás golpearme con una voz aún desconocida
o ponerme en acecho de lo hecho.

Pues cada vez que enciendo mi luz negra
y columbro lo que en tu mano alumbro,
no me verás,
no me tendrás entre tus aspas.

Te indicaré tu variable ubicación,
el desplazarse hasta morir de algo míotuyo
y en-tenderás
 en este inserto día
en el que aún no me he internado
-mas ¡ay! cuyos arbustos cortaré-,
al ponerte de pie, al ponerte de orgullo y menos-precio,
que no nos comprendimos
y que llegó el atar de se

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