Javier Naranjo Moreno
Nació en Medellín. Ha sido docente, gestor cultural y promotor de lectura. Entre sus libros de poesía se encuentran Orvalho, Silabario, Lugar de cuerpo ciego, A la sombra animal, De parte del aire, La Distracción, Afantasmarnos (a dúo con Orlanda Agudelo) y Perplejo.
Casa de las Estrellas, Proyecto Gulliver, Los niños piensan la paz, Jugar la vida y Tu cuento habla mucho (Bolivia), recogen creaciones infantiles. Estos dos últimos realizados con Orlanda Agudelo. Las cartillas El Diario de Mammo y El Diario de… escritas para el MAMM (Museo de arte Moderno de Medellín) tienen como fin el acercamiento de los niños al arte. Casa de las Estrellas fue traducido y publicado en Brasil por Foz Editora y por Planeta.
Coordinador de diversos proyectos de lectura y escritura creativa en nuestro país y en otros países, y de algunas versiones de La Escuela de Poesía en el Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Apoyó la realización de la primera Escuela de Poesía en Buenos Aires, Argentina. Ha participado en eventos, seminarios, ferias del libro y festivales nacionales e internacionales. Artículos y poemas suyos han aparecido en diferentes medios electrónicos, revistas, periódicos y antologías.
Algunas de sus obras:
La distracción
Y ahora
salgo a la noche con una linterna
para ver el suelo ardido de insectos,
de cosas que caminan
en las plantas y las roen,
cosas
todas también ensimismadas.
Esencia de la escritura
la distracción
Pasar
El pasado de lo que apenas sucede
puede ocupar el presente.
Intento de nuevo:
Lavo unos platos
y sé que ya pasé
mientras lo hago,
suspiro
al verme…
en este momento
que ya recuerdo
mientras seco mis manos
Todos los pensamientos
Dice entrando al baño
que la vida no es
para vivirla
sino para saber
que se vive.
En eso hay una cifra
una llave:
la que abre la puerta de verse
viviendo,
pero después
de vivirse.
Y no es recordar,
es ocupar el mismo
territorio de lo vivido.
Diciéndoselo.
Viéndolo de nuevo:
Ahora
va en el mismo caballo
por esas cañadas
tan hondas
del cañón del río Santo Domingo,
por donde han pasado
todos los cascos
de las bestias,
y todos los pensamientos
Hinojo
Qué tristeza cómo languidece el verde.
Acabo de tocar el hinojo cortado
que muere y fosforece en su agonía,
ay qué cosa dolida
cómo se cuenta el silencio
y se doblega.
¡Ay, qué patético!,
diría el que no quiere ver,
porque si mira bien
aún se retuerce
en no querer irse de sí
el hinojo
Ser uno
El primer asomo de ir yendo hacia afuera
es ver los animales.
El segundo asomo
en la ventana de lo otro y lo mismo
es ver las plantas.
El tercero es ver a mi prójimo próximo.
El último asomo
es ver plantas, animales, personas,
y no distinguir si son,
o soy,
o es
No ser otro
Siento nostalgia
de lo que no puedo ser
de lo que no he sido:
otro.
Y entro a lo que no es mío:
Por la puerta entornada
veo una señora de bata blanca
en mecedora,
y en un patio con flores.
Nostalgia del jardín
en el cemento.
Entro a la música
que sale por las ventanas
y en el aire sombras tenues.
A veces voy en el bus
desde donde se ven todas las cosas,
aleph de lo mismo en cada rostro.
En los cuartos
entro en quien me ve mirarlo,
para decirnos los dos
huérfano del otro
Para Gabriel Jaime Franco
El uno para el otro
Ha llovido tanto tanto
y salgo a orinar en el pasto.
Agua sobre agua.
Los cocuyos asoman,
perforan la noche,
los veo andar en el telón,
encontrarse.
Los veo titilar
el uno para el otro
Señalando un poema en un libro
Uno señala también para contar
que estuvo ahí
para decir que vuelve a eso,
marca un poema
con un círculo
para mostrar su interés
que el interés del otro ve,
que lo define redondo y pleno,
para decir esto también es mío
y aquí también me hundí,
como el nadador
que con una mano nada
y con la otra se sostiene
A la nadadora Marta Miranda
Si no vinieras
Yo quiero pensar
en cómo me sentiría
si no vinieras,
es bueno saber
que no quiero sentirlo
y que me alegra más que estés
a punto de llegar,
a pesar de la lluvia que se empecina
y no hay alero, ni paraguas.
La intemperie.
Se goza la intemperie
en despojarte.
Me gusta verte llegar
y tu cansancio,
sentir que podemos
darle otra pequeña vuelta
al paisaje
distinta a la que dan los ojos,
y conversarlo es sostener
un mismo álbum
de fotografías de los dos
en las manos
Dios
Yo puedo pedirle
a un Dios de otros que me escuche,
y no se esfuerce en reconocerme
como su discípulo,
que no se necesita.
Puedo implorarle
a cualquier Dios
que me alivie del fardo
de saber que soy.
Puedo rogar, decirle
que me cuide del fasto y el orgullo,
y me deje por siempre en esta hierba