30 – Georges René Weinstein

¿Prosa o poesía?

La Prosa,  consiste en describir los hechos tal como los percibe el narrador.

Podría, en ciertas circunstancias, abarcar la poesía pero no es ni ha sido su propósito. Tal casualidad depende del estilo y el ritmo del que escribe. Surgen verdaderos poemas cuando ella se convierte en Prosa poética, cuando la pluma del autor palpita y se desgarra entregando su canto y pedazos de su piel. Mas no esperes por la prosa saber más allá de lo ocurrido.

Si logras que los sentimientos acompañen tu lectura, estarás ante un poema que abre sus puertas y te ordena, literalmente, buscar otros caminos más prolijos y sonrientes.

Naturalmente, la prosa es fría y calculada, es egoísta y se cuida de utilizar  palabras, contenidos y jolgorios que propondrían un sentido más amable a lo descrito. No permite que el  lector tienda las alas, encuentre su medida y dormite en el vacío.

Como ejemplo, podemos elegir un pasaje fortuito bastante conocido –y simple– que con el permiso de los siglos ha generado una afrenta contra la mujer, señalándola –por desobediente o por curiosa– como merecedora de un castigo jamás anunciado ni propuesto, y que nunca se apuntala en el texto original.

La Torá. Génesis, capítulo 19

Destrucción de Sodoma

[…] 19:22   Date prisa, escápate allá, porque no podré hacer nada hasta que llegues allá. Por tanto llamó el nombre de la ciudad Tzóar.

19:23   El sol salió sobre la tierra y Lot vino a Tzóar.

19:24   Y el Eterno hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego, de parte del Eterno, desde los cielos.

19:25   Y destruyó estas ciudades, y a todo el Kicar (llanura), y a todos los moradores de las ciudades y a las plantas de la tierra.

19:26  Y miró su mujer atrás de él y se volvió estatua de sal. […]

(19:27 Y se levantó Abraham por la mañana al lugar donde estuvo delante del Eterno.

19:28  Y miró sobre la faz de Sodoma y Gomorra, y sobre toda la tierra del Kicar, y vio; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno. )

Tomado de Google: Shalom Haverim Org: La Torá en español)

Esto es lo que narra la Torá, y si muchos pretendiesen revivir los mismos hechos tendrían que contar la misma historia –pudiendo variar solo unas palabras– o no contarla aduciendo como excusa que el evento fue otra ficción de los hebreos, judíos, musulmanes y cristianos. 

La Poesía, retoma los hechos y escudriña en su esencia hasta hallar extrañas dimensiones, donde la imaginación es exuberante y no encuentra fronteras que interrumpan diez nuevos horizontes. Allí donde los sueños parecen reales y tangibles.

Ya no es del narrador lo escrito. Ahora tiene muchos dueños que, si el poema es trascendente, conjugan sus sentidos para ver y oír los cantos, palpar las formas y lugares, y embriagarse con los aromas y sabores de una flor, de un fruto o de una gota de roció en la mejilla.

En fin, la poesía sirve para describir diversas cosas: las posibles formas de un evento, los secretos de  escondidos pensamientos, los significados de una mínima palabra…

El asunto que nos sobrecoge –en estas páginas– fue deformado con una prosa impúdica que tomó, someramente, un evento intrascendente y lo lanzó a interpretaciones tendenciosas: el deslumbramiento de una mujer anodina –sin al menos un sencillo nombre– cuyos ojos se cegaron ante las descomunales flamas que –dicen– aniquilaron a Sodoma.

La poesía, en este caso, no solo redime su recuerdo, sino que dimensiona su entereza, su angustia, su amor y el desespero que debieron abrumarla.

Solo la poesía pudo darnos unos posibles motivos de su búsqueda, del sacrificio hacia lo que haya sido lo que la mujer de Lot miraba.

La mujer de Lot

Nadie nos ha aclarado todavía
si la mujer de Lot fue convertida
en estatua de sal como castigo
a la curiosidad irrefrenable
y a la desobediencia solamente,
o si se dio la vuelta porque en medio
de todo aquel incendio pavoroso
ardía el corazón que más amaba.

Amalia Bautista (España)

La mujer de Lot

Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él,  y se
volvió estatua de sal. -Libro del Génesis

Y siguió el hombre justo al enviado de Dios,
grande y resplandeciente, por la montaña negra.
En tanto,  una voz penetrante urgía  a la mujer:
no es demasiado tarde, aún puedes mirar.

Mira las torres rojas de tu Sodoma natal, la plaza
en que cantaste, el patio donde  hilabas, de la casa
en lo alto, las  ventanas vacías, la  casa en que
tus hijos nacieron, fruto de unión feliz.

Una  mirada sólo. Y helados en un dolor de muerte
ya no pudieron mirar más sus ojos.
Sal transparente se tornó el cuerpo todo
y las piernas ligeras en la tierra arraigaron.

¿Y a  esta mujer nadie la llorará?
¿Es figura anodina para ocuparse de ella?
Pero  mi corazón no olvida la que dio
la vida por una mirada.

Anna Ajmátova  (Rusia)

Traducción Monika Zgustova y Olvido García Valdés 

La mujer de Lot

Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera, él no se detendría.
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.

Wislawa Szymborska  (Polonia)

Premio Nobel de literatura, 1996

(Versión de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia)

 

¡En Sodoma!

Aconsejó a sus hijas y fingió,
les encomendó las oraciones,
observó a su marido y en su rostro
una extraña y cómplice mirada.

Salió sin prisa –¡en el hogar
todavía bullía el alimento!–, y corrió
sin atarse siquiera las sandalias,
las manos impregnadas de cebolla,
el vestido maltrecho por el uso.

¿Por qué, al huir, habría de girar?:

Aún no había abandonado la muralla
y se adelantó la profecía;
la sedujeron las flamas azules del azufre,
un viento espolvoreó sal contra sus ojos
y cenizas crujientes en sus hombros;
unas manos se aferraron a su falda
y rodó por la pendiente, de espaldas al camino.

Se volteó para dar fe del exterminio
de esos hombres, desafectos a la Ley
y a las mujeres,  y contemplar el túmulo
blanco levantado con sus huesos;
deseaba conocer al dios, la magnitud
de la condena y el alcance de su ira.

Aún se hallaban cerca y retumbaban
los lamentos de su madre, de una hermana,
de la vecina más querida, de los niños
anhelando la velada de las luces.

Se volvió creyendo que su dios
–¿¡y acaso no lo niega el otro libro!?–,
amaba a las mujeres abnegadas,
que avivaban todavía los fogones,
y las guiaría lejos de Sodoma.

Incrédula miró porque sintió
 –¡como Anna ya lo dijo!–, nostalgia
de su casa y el patio donde hilaba;
o –¡como Wislawa lo recuerda!–,
la vejez como una sombra.

–“La mujer de Lot”–, la mujer…
que en la Torá no tiene nombre,
y a la ignominia se resiste,
¡redimida giró para saber
si Lot por el sendero la seguía
y le alcanzaban los pies para otro viaje!

Georges René Weinstein (Colombia)

Estos cantos son distintas visiones de un suceso antiguo, evidenciado por la prosa que Moisés –afirma en la Torá– plasmó durante su aciaga travesía del desierto.

Hay, aquí, cuatro realidades acerca de la mujer –sin nombre– condenada en la llanura de Sodoma:

¿La condujo su amor al sacrificio, en un postrer intento de ver surgir entre las llamas al ser que con tanto afán amaba?

¿Pudo la curiosidad haberla excitado a lanzar, sin darse cuenta,  esa última mirada?

¿Se podría disculpar su falta a un mandato no probado, por el tropiezo de sus sandalias en un pedrusco del camino?

¿Por atestiguar su amor, en grado sumo, giró para esperar al hombre –ya de edad (según lo narra el libro santo)– que no fue capaz de acompañar su paso?

Todo lo puede desbordar y entregar la Poesía. Quizás nada en este universo pueda oponerse a su quimera.

¿Podrían imaginarse, sobre Sodoma, otras utopías?

Depende de cuantos poetas se atrevan a intentarlo.

¡Esto es la poesía!     

Julio, 2018