La independencia de Antioquia y los vaivenes de la antioqueñidad
12 de agosto del 2018
Ayer fue día de la independencia de Antioquia, aunque soy semienrazado con la Antioquia Grande, porque mis bisabuelos Botero y Botero, Juan de Dios y Rudesinda eran sonsoneños de pura cepa y dieron a luz a mi abuelo, quien estudiara medicina y tras la derrota liberal de la Guerra de los Mil Días, después de haber sido alcalde de Santafé de Bogotá, volvió a su Sonsón natal, donde se casaría con mi abuela María Dolores Restrepo Restrepo, hija de don Ricardo Restrepo y de doña Adelaida Jaramillo Abad, proveniente de La Unión, Antioquia, cuando era casi una niña, en 1908, para luego darse a la colonización antioqueña del viejo Caldas, bajando hacia el suroeste caldense, para instalarse como médico en Armenia, hoy capital del Quindío y su suegro, don Ricardo hacerse comerciante y allí fue donde nació mi madre Soledad Botero Restrepo, comúnmente conocida como Sola o Solita Botero, quien casó con un español de Soutelo de Montes en Galicia, que fue a conocerla por su simpatía de Cali a Armenia, de donde ella se casaría en su ciudad, para ir a radicarse en Santiago de Cali, donde él tenía un almacén en la plaza principal de artículos deportivas y empezaba a incursionar en la metalurgia, que le permitiría a aquel pastorcillo gallego hacer su América, en un parque que era más o menos así:
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De ahí, que ayer divulgara el himno antioqueño, por las redes sociales:
https://www.youtube.com/watch?v=Oyy6wFCX0OY
Lo que me hizo preguntarme por la independencia de Antioquia, ¿cuándo fue? Porque la letra del himno fue escrita por el gran poeta yarumaleño Epifanio Mejía, pero la ubicaba a mediados del siglo XIX.
Esta inquietud surgió de los pésimos cursos, con que nos dictaban la Historia Universal y la oficial de Colombia, unos curas eudistas, que nos hacían estudiar con detalle a María Teresa de Austria, que poca influencia sobre nosotros, William Pitt o Disraeli, mientras la Historia se paraba antes de que incursionáramos por la interesantísima historia del siglo XX, porque ya no había tiempo o el padre rector nos daba una aburrida clase de la historia de Colombia, en la que nos leía palabra por palabra el texto, que luego habíamos de leer, sin transmitirnos ninguna pasión por conocerla.
Entonces, apenas hoy, me doy cuenta de que esa Independencia antioqueña surgió en plena Patria Boba, cuando Antioquia se declaró independiente de España, que es el motivo de nuestra celebración medellinense de la tradicional Feria de las Flores, que se hace en agosto para honrar a los próceres que el 11 de agosto de 1813, firmaron la Declaración de Independencia de la provincia de Antioquia del Reino de las Españas, todos unos campesinos ruanetas que labraron la región de caminos de herradura a lomo de mula, muchas veces a pie limpio y, otras veces, con pies recubiertos por alpargatas, de abrigo, un poncho de algodón o una ruana de lana y un carriel, como estos campesinos rionegreros:
http://www.banrep.gov.co/impresiones-de-un-viaje/index.php/laminas/view?id=443
Un tema que bien podemos conocer a partir de la novela Hace tiempos de don Tomás Carrasquilla, sobre un territorio lleno de historias, flores, sabores, colores y costumbres distintas, que nos dio la identidad de paisas, a los más arraigados de antioqueñidad, porque yo no soy tan nostálgico y pienso que mucho más ancho es el mundo, aunque conservo el típico acento paisa, no tanto sus costumbres, que siempre me parecieron un tanto sosas, sin dejar de admirar su arquitectura, en especial, la republicana, como la casa de don Jaime Jaramillo Correa, el boticario de Sonsón, quien cariñosamente llamábamos papi, como le decía su hija doña Lucía Jaramillo de García, prima entrañable de mi madre.
http://www.antioquiaesuncaramelo.com/galeria/picture.php?/7476
O la casa de los abuelos, creada por el esfuerzo del gran patólogo Alfredo Correa Henao:
Pero la nación colombiana de aquella época, creo que era centralista, con una sede principal en Cundinamarca, Santafé de Bogotá, de la que dependían el resto de los departamentos, puesto que era parte de la pelea en la Patria Boba entre centralistas y federalistas.
En esa nación recién nacida, tal lucha fue una época en la que empezó la guerra, que aún continúa en Colombia, con la misma música y distinta letra; entonces se hizo que los terratenientes conservadores, siguieran defendiendo los ideales hispánicos, de donde los llamaron los godos y a su conjunto la godarria, mientras los artesanos entraron a hacerse liberales y masones; eso se lo debemos a Juan del Corral, de Santafé de Antioquia y otros próceres paisas.
La gran violentóloga, María Teresa Uribe, nos dice que por boba que fuese la patria entonces, no hay que banalizarla, porque fue el momento en que se empezó a gestar una auténtica política colombiana, construcción, que es más difícil, que la guerra misma, un momento en el que empiezan a reunirse las Juntas Supremas de Gobierno de las distintas provincias del virreinato de la Nueva Granada para hacer constituciones, para cambiar las Leyes e imaginarse un Nuevo Orden Político Moderno, puesto que la declaración de la independencia fue el producto final de un proceso de reflexión previo muy lento y con Cartagena, Pamplona y El Socorro, en los Santaderes del Norte y del Sur, empieza a gestarse un proceso federalista, entonces bajo la influencia de Juan del Corral y José Manuel Restrepo, se crearía una federación de las Provincias Unidas de Nueva Granada y en una constitución en Rionegro, Antioquia se declararían ciudadanos todos los vecinos de la región, con lo que empezaban los ideales democráticos, al estilo de la república declarada en los Derechos del Hombre y la Revolución Francesa, seguidora de Montesquieu, con sus tres poderes independientes.
Pero las escisiones, que generara la Patria Boba debilitaría a la nueva República y España aprovecharía esa flaqueza para emprender la Reconquista y el Brigadier Sámano atacaría la Provincia de Popayán, lo cual generaría una estampida de patriotas e intelectuales como Francisco José de Caldas hacia Antioquia federalista, que acoge a los derrotados por el centralismo santafereño y entonces, se decide que la Provincia Federal antioqueña, se constituiría una dictadura, bajo el dominio de don Juan del Corral para organizar la defensa de la Provincia en pro de la Independencia Absoluta, lo cual fue aceptado por la comunidad en general dada su rectitud e integridad moral, él había nacido en la ciudad de Mompox y, tanto allí, como en Santafé de Antioquia es posible visitar sus casas-museo, veamos el de la ciudad, que lo acogió:
https://www.youtube.com/watch?v=Y5aWaePb7-A
De donde, bajo tal dictadura se confiscaron bienes a españoles y criollos realistas.
El payanés Francisco José de Caldas le ayuda a fabricar con su sapiencia la artillería y crea la primera escuela militar en Colombia, donde se formaban ingenieros militares, muchachos, que fueron muy útiles en la campaña bolivariana contra el general Morillo, que culminaría con la Independencia Absoluta de Colombia, el 7 de agosto de 1819, en el puente de Boyacá.
Ahí se formaría el general José María Córdoba.
Había milicias populares para la defensa de la República y se empieza a gestar la Universidad de Antioquia, alma máter de la raza e invicta en su fecundidad, donde yo me formara como médico y psiquiatra.
A la vez, se empezó a hacer una suerte de reforma agraria, una colonización a través de la distribución de las tierras baldías o la distribución de tierras de grandes propietarios, que no las cultivaban, mediante el desmonte de esa tierra, que no tocaba ni desalambrar, para que la gente pobre pudiera ascender en su precaria economía, con lo cual se cultivarían nuevas tierras y se explotarían nuevas minas, en un asunto que, como ecologista, en ese momento, no creo que fuera problema alguno, ya que no son las apropiaciones de tierras actuales y la minería salvaje de alta tecnología, con todo su potencial tóxico. Además de generar un comercio con las provincias limítrofes.
Y todo esto se hace con gran celeridad, mientras los líderes empiezan a comprender que desean, saben y pueden manejar la economía antioqueña, de tal forma que, se organizó la hacienda pública, se prohibió la exportación del oro antioqueño, se contó con una excelente policía, combatió la producción oculta de aguardiente y tabaco, a la par que planeó otras obras para la prosperidad de Antioquia, con esa mentalidad de inicios del siglo XIX, que tenía una gran fe en el progreso.
Así con José Manuel Restrepo declaró la libertad de vientres, de tal modo que los hijos por nacer de los esclavos ya no lo serían más, nacidos en un mundo donde la libertad, la solidaridad y la fraternidad eran un lema heredado de la Revolución Francesa, lo cual, según María Teresa Uribe, es el gran aporte de Antioquia no sólo para la historia de Colombia sino de América Latina.
Como algunos se quejaban de la ruina que acarrearía esta incipiente libertad de los esclavos, don José Félix de Restrepo señalaba que no había que temerla, como, en forma melancólica, querían hacer creer que sucedería a los que dicho personaje llamaba sombríos antropófagos, porque para él la libertad de los esclavos era la única forma de que pudieran florecer la agricultura y las minas, ya que el hombre libre, que trabaja para sí y su descendencia y tener a su disposición el fruto de sus tareas, se dedica mejor al cultivo y sus cosechas son más abundantes, lo cual, acuerdo con María Teresa Uribe, que es toda una apología del trabajo libre e independiente, pragmático, con fines útiles, de la libertad y de la igualdad, con un pensamiento muy similar al de Adam Smith, en el mejor sentido del liberalismo económico y político, que se preocupaba por el bienestar de las naciones y no por esa desigualdad imperante en el neoliberalismo de Milton Friedman, que ha hecho que tengamos que pagar el precio de la desigualdad, como bien lo demuestra Joseph J. Stiglitz.
Pero una vez fuera reconquistado por el ejército español Mompox, natal de Juan del Corral, los ibéricos llegan a Antioquia, donde se los combate arduamente.
Pero otra cosa es el mito de la antioqueñidad, que hacen a la grandiosidad narcisista del paisa, que no consta en la literatura antioqueña, que más bien ha sido crítica con su pueblo, de tal manera que no hay una mitología clara, sino que dada la dureza de la vida en la montaña de Antioquia se procuró crear un yo ideal sustentador de un mito, el de la grandiosidad paisa, para dar verraquera, valentía y coraje, para echar para adelante, de ahí su seguridad, a través de la disciplina, que se ha dado en los hogares antioqueños, que lanzan a los niños a vender buñuelos o empanadas, lo que los hace buenos negociantes, un poco lo que pasa con japoneses y alemanes.
Muchas veces, son bastante ingeniosos y creativos en otras partes del mundo, donde son capaces de vender algo más que la última Coca-Cola del desierto.
La mujer antioqueña suele ser fuerte, algunas bastante ilustradas.
Pero, hay que remitirse a una verdadera historia, no tan épica y endiosada, ocultadora de las miserias del paisa.
La abuela solía ser una matriarca, según Memo Ángel, con un gran poder sobre los hijos, aún mayores, con una gran capacidad para pensar, como en Turquía, que como nos refiere Orhan Pamuk en una novela autobiográfica en la que al hablarnos de su abuela, es como si estuviera describiendo a una abuela paisa, con una gran autoridad, que define todo, de donde no es descartable la influencia de mujeres turcas en la conformación de Antioquia y no es casual el parentesco lingüístico con la Antioquía de la Biblia, que era una ciudad que en turco se escribe Antakya en la región mediterránea de Turquía.
La cual tiene una historia desde el siglo IV antes de Cristo, con una privilegiada situación geográfica, que la hacía un cruce de rutas comerciales entre la Europa del sur y el Asia, habitada por colonos griegos, macedonios y judíos y donde se acuñara el término cristiano, tras la labor pastoral de San Pablo.
Aquí vemos su localización en el mapa:
http://protestantedigital.com/magacin/13380/El_desafio_misionero_de_la_iglesia_de_Antioquia
El nombre de nuestro departamento viene de la fundación de Santafé de Antiochia en 1541 por el andaluz don Jorge Robledo; tal vez, un fanático religioso y quizás el nombre venga de la imagen bizantina de Nuestra Señora de Atocha, muy venerada en la España de entonces, admirada en la Catedral Real de Atocha, en Madrid, ya que en tiempos de Felipe II se la consideraba la patrona de Madrid:
http://www.radiestesiaysalud.com/la_virgen_de_atocha.htm
Su rostro es moreno, como la de la Virgen de Montserrat, en el templo de los benedictinos en Catalunya.
Por otro lado, la Antiokia de Turquía fue la cuna del concepto de cristianismo; pero, también, algunos apuestan que era un topónimo autóctono, como Medellín fuera el tambo de Aná, ya que parecía que en el idioma nativo de la zona del río Cauca, esa palabra significaba Montaña de Oro, y en verdad ese metal dorado fue determinante en la producción de la provincia, hasta tener su gran siglo áureo en el XVII, ya que la minería era prácticamente la única fuente de sustento, sin que se desarrollase mucho la la agricultura y la ganadería, con muy pocos artesanos y mucho menos hombres de industria.
Si bien Buriticá y luego Frontino, con minas de aluvión, eran ricos en oro, la mayor explotación se dio con minería fluvial en Remedios, Zaragoza y Cáceres, por el río Nechí, con barequeros indígenas y negros y aquí vemos cómo el gran muralista Pedro Nel Gómez inmortaliza el barequeo paisa:
http://www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/obra/barequera
Pero también se encontraba oro en el alto de la montaña, como en el altiplano de Santa Rosa de Osos.
Sin embargo, ese siglo aurífero empezaría a decaer y los mineros del río Nechí y el bajo Cauca empezaron a beber, jugar y las mujeres a dedicarse a la prostitución, mientras la montaña estaba impoluta, ante lo cual nos contaba en clase de medicina preventiva nuestra queridísima profesora, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, que el asturiano don Juan Antonio Mon y Velarde, como visitador del virrey de la Nueva Granada, impresionado por la decadencia moral de aquella gente y su falta de productividad, los alentó con el versículo aquél del Nuevo Testamento de que la fe mueve montañas, para que a machete, hacha y rosario en mano, aquellos ribereños, colonizaran los montes antioqueños, bajo el lema de ora et labora, con lo cual, logró todo un cambio de mentalidad de esa gente, que se dio a la conquista de la montaña, con una vida honrada, de gran ascetismo y austeridad, por lo que el asturiano se convertiría en el Regenerador de Antioquia, que fueron quizás esos abuelos de los que con nostalgia nos decía Jorge Robledo, Siquiera se murieron los abuelos:
https://www.youtube.com/watch?v=YZaM5a69esw
Versos que, ahora, Antioquia contigo en la distancia vuelvo a repetir una y otra vez, ante los horrores de la violencia social y la deshonestidad, que cunden, como pura corrupción y politiquería mafiosa.
Y ya pasada la independencia total de España, en 1821, José Manuel Restrepo en la Constitución de Cúcuta, donde pidió, de acuerdo con la Constitución de Angostura, la división de Colombia en departamentos hasta que, en 1826, cambiaron la capital de Santafé de Antioquia a Medellín.
Y en 1829, se rebelaría el general José María Córdova, el héroe de la batalla de Ayacucho, en el Perú, para hacer valer la Constitución de Cúcuta, en contra de la dictadura bolivariana y su sueño napoleónico; pero las tropas del Libertador terminarían por acribillar vilmente a Córdova en El Santuario (Antioquia); aunque, finalmente en 1830, Antioquia sería declarado departamento, por lo que el hermano del héroe de Ayacucho, Salvador, empezaría una rebelión contra el gobierno centralista de Pedro Alcántara Herrán; por lo que, correría una suerte parecida a la de su hermano, al ser derrotado y fusilado, sin fórmula de juicio.
Los conservadores mantendrían el poder hasta 1849, cuando se lo tomara el liberal José Hilario López, que volvería a nombrar gobernadores de su partido; pero, la resistencia conservadora desencadenaría una guerra civil de las que tanta hubiera en Colombia, según Gabriel García Márquez; por lo cual se dividió el departamento en tres provincias, la de Medellín, la de Córdova con Rionegro como capital y la Santafé de Antioquia. Por otro lado, para escindir al electorado conservador; mientras se tomaban medidas contra la tradicionalista iglesia católica, la libertad total de prensa, el impuesto directo, todo lo cual molestaba aún más a los godos, quienes empezaron a anhelar un gobierno federal, para escapar al control del gobierno bogotano, el cual se logró en 1853, cuando vino una nueva constitución y una hegemonía conservadora, de tal modo que el federalismo se acentuaría con la Constitución de Rionegro, que creó a los Estados Unidos de Colombia, con soberanía para cada estado.
Pero vino el gobierno liberal de Pascual Bravo, lo que irritó mucho a la godarria, descontentos de las medidas de expropiación de bienes de manos muertas y el control a la iglesia católica, apostólica y romana, lo que lanzaría a una nueva revuelta, por la época del Hace tiempos de don Tomás Carrasquilla, y en 1877, los conservadores mantuvieron el control del estado, gracias a Pedro Justo Berrío, quien tuvo la ventaja de preocuparse mucho por la educación, las vías públicas y el desarrollo económico del estado.
En los años del cambio de siglo, del siglo XIX al novecento, otra guerra civil desangraría a Colombia, en la llamada Guerra de los Mil Días, en la que mi abuelo fue médico de las tropas liberales, lo que estropeó muchísimo la economía del país y en la postguerra se dio la colonización antioqueña, en la que participara mi familia materna y la de mi esposa, que del otro lado del río Cauca, emprendieron la conquista de la tierra ansermeña, desde Jericó.
De tal modo que, concluyo, que sólo hubo una independencia de Antioquia, con lo que corrijo las falencias, que me dejara el profesor de historia de Colombia en el bachillerato, con su aburrida didáctica.
Pero tenía razón en confundirme porque el himno antioqueño sólo vino a hacerse a fines del siglo XIX, en 1868, con versos del gran poeta paisa, Epifanio Mejía y la composición musical de Gonzalo Vidal, un músico de Popayán.
Epifanio escribiría el Canto del antioqueño, que diera lugar a nuestro himno departamental por una ordenanza gubernamental, movido por su espíritu libertario, que lamentablemente fuera encerrado en el viejo manicomio de Aranjuez, al que diera connotaciones marciales un olvidado compositor popayanejo.
El estilo literario de Epifanio Mejía correspondía al nativismo o criollismo, que compartía con Gregorio Gutiérrez González, otro gran poeta antioqueño, un movimiento inspirado en la independencia de las distintas naciones americanas del dominio ibérico, con obras épicas y fundacionales, en las que se narraba la lucha con la naturaleza, o con algún poder opresivo, como bien podemos ver en El canto del antioqueño, que da nombre al poema, que sirve de letra al himno paisa, para dar modelos de pensamiento a la sociedad.
Epifanio fue considerado siempre una persona muy noble, que vivía la vida intensamente, con una lírica bastante melancólica y pesimista, en la que siempre ronda la fatalidad, quizás correspondiente con su melancolía, algo diferente a los cantores europeos de tiempos del spleen.
Pero el himno se estrenaría, por vez primera, en 1914, casi cincuenta años después de que el poeta de Yarumal soltara la pluma para escribir sus versos y se interpretó en honor del entonces presidente Carlos E. Restrepo.
Ahora, tal vez, haya perdido vigencia ante la decadencia moral de la antioqueñidad, a la que aludía al citar el poema de Jorge Robledo Ortiz, porque otros son los valores en la Antioquia mafiosa, corrupta y sanguinaria, desde Pablo Escobar hasta el brutal Álvaro Uribe, con sus alianzas con el narcotráfico, con sus vínculos con Popeye, un lugarteniente del gran capo antioqueño y la cantidad de masacres que se han dado, junto con desapariciones de líderes sociales y políticos; pero que, por los tiempos de la guerra sucia de finales de 1980 y 1990, se ha dado, sin parar hasta ahora, lo que yo considero un golpe bajo a la dignidad del pueblo antioqueño, que encuentra eco en una masa servil y dogmática hasta el fanatismo.
Por aquellos tiempos de la guerra contra Pablo Escobar, se pretendió recrear la posibilidad de un nuevo federalismo, que hiciera de Antioquia, como un estado federal, para evitar entonces la acción del gobierno central contra el narcotráfico y la barbarie, que se desencadenaba.
Pero, Epifanio había escrito los versos del himno, como un Quijote, que quería exaltar la idiosincrasia de los pueblos americanos, dadas las condiciones adversas, que han tenido para poder desarrollarse y salir adelante, con un lenguaje realista, transparente y natural, aunque con cierta carga no sólo épica sino nostálgica y lírica, con el que me identifico plenamente, al igual que con el poema de Jorge Robledo Ortiz, porque a la antioqueñidad de ahora, no me gustaría pertenecer, sin renunciar para nada a mis orígenes paisas.
Y considero que Epifanio Mejía, es un poeta no suficientemente estudiado, porque algunos consideran ingenua su poesía, un tanto primitivista y naïf; pero, no por ello, menos melodiosa, baste leer La historia de una tórtola:
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Joven aún entre las verdes ramas
de secas pajas fabricó su nido;
la vio la noche calentar sus huevos;
la vio la aurora acariciar sus hijos.
Batió sus alas y cruzó el espacio,
buscó alimento en los lejanos riscos;
trajo de frutas la garganta llena
y con arrullos despertó a sus hijos.
El cazador la contempló dichosa…
¡y sin embargo disparó su tiro!
Ella, la pobre, en su agonía de muerte
abrió sus alas y cubrio a sus hijos.
Toda la noche la pasó gimiendo
su compañero en el laurel vecino…
cuando la aurora apareció en el cielo
bañó de perlas el hogar ya frío.
Porque el que propugna por la antioqueñidad ahora es el mismo que Juan Luis Mejía, el rector de la Universidad Eafit, nos dice que hace culto al avispado, que se honra de ser el pícaro paisa, con las vulgaridades y groserías del arriero boquisucio, que mata tanto a tortolitas como la paloma de la paz, que ya fuera estallada en la escultura de una paloma de Fernando Botero, en la plaza de San Antonio, además de matar a niños, a campesinos, líderes sociales y familias enteras, por hombres sin corazón, que pueden amenazar, como sucediera en la violencia llamada de 1948, época en la que no se enterraban cóndores, pájaros todos los días, sino que los liberales tuvieron que huir a la montaña para emprender una lucha de guerrillas, que sólo se hiciera guerrillera tras la toma de Santa Clara y de Cuba por parte de Fidel Castro.
Entonces oímos a grandes líderes actuales decir:
“Le corto la cara, marica.”, con la ordinariez de la música de carrilera, que quizás es la única poesía que conocen.
Si no veamos al “poeta” Álvaro Uribe Vélez: