¿Por qué amo tanto a Gabo?
Acabo de leer por tercera vez la biografía: “Gabriel García Márquez. Una vida” de Gerald Martin. Cada vez estoy más convencido de la lección de Juan Rulfo: “Un libro sólo se entiende cuando uno lo lee tres veces”. Cuando tenía 16 años, leí “El general en su laberinto” y ese libro cambió mi existencia (ya no sé si para bien o para mal, porque por ese libro me volví bolivariano e historiador, y esto hasta ahora me ha traído más dificultades que beneficios). Años después, leí “Cien años de soledad” y como a millones de seres humanos que han leído esa novela, el mundo se nos transformó o empezamos a entender nuestra vida de otra forma más mágica y más humana. Macondo somos nosotros. Yo vivo empecinado desde hace algún tiempo en ser escritor, este sueño no es fácil. Mi último libro, que tan sólo es mi segundo libro impreso (sólo 400 ejemplares) apenas lo han leído unos amigos y aunque los comentarios fueron alentadores ese libro quedó entre muy pocos lectores y todos ajenos al mundo literario; William Ospina prometió leer algunos de mis relatos y me dio consejos muy bellos sobre el acto de escribir, pero, finalmente no los leyó. Después intenté escribir una novela, sólo escribí dos capítulos y no he sido capaz de escribir el tercero. Ahora que acabo de leer de nuevo la vida de Gabo, encuentro que dos de sus más grandes influencias: Franz Kafka y Juan Rulfo, a estos fantasmas, también los he ido buscando apasionadamente yo, por otros caminos. Yo pasé de Bolívar y Nietzsche (para ser historiador) a Rulfo y Kafka (para ser escritor), y en este punto de mi existencia, donde aún la incertidumbre laboral es mi preocupación más inmediata, releo muy conmovido la vida de Gabo, que parece un relato mágico como los que él creó, 40 años de dificultades económicas y miserias, y 40 años de gloria y riqueza, en la mitad “Cien años de Soledad”. Hace poco comprendí con Kafka, que uno lee biografías de escritores, no para identificarse delirantemente con ellos, sino para aprender en algún momento los secretos −no los métodos− de la vida de los que amamos escribir. Yo no amo a García Márquez, porque quiera ser como él, mucho menos, porque vaya a tener su suerte y sus virtudes. A lo mejor yo sigo como un Quijote, soñando con cosas inexistentes. Yo, ahora tengo 40 años, y de mi escritura si acaso sólo se han enterado un 1% de la población lectora de Medellín, siendo muy optimista; dicho de otro modo, mis libros los valoran, hasta ahora, solamente mis padres y algunos pocos amigos. No los mejores amigos, a ellos el último libro no les gustó, para ellos, los más cercanos a mí, sigo siendo un delirante. Yo no aspiro a la gloria, ni a la fortuna, ni a las virtudes como escritor de García Márquez. Quizá yo esté más emparentado con las angustias de Kafka, que sólo triunfó después de muerto. Yo amo a García Márquez porque en su vida yo veo un espejo donde yo veo reflejados muchos miedos y muchos anhelos. Yo no ambiciono su gloria, tan solo quiero escribir bien y tener tranquilidad económica para seguir escribiendo. Cuando escribo estas palabras no sé si seré capaz. ¿Por qué amo tanto a Gabo? Porque por él yo volví a nacer cuando me presentó a Bolívar, y porque por él, y después por Fernando González, por Proust, por Rulfo, por Kafka yo también he querido ser escritor. ¿Por qué amo tanto a Gabo? Porque él un día nos demostró, que en contra todo pronóstico y en medio de un mundo tan difícil y agreste para los que somos del pueblo, uno sí puede escribir.
Itagüí, 16 de mayo de 2018