27 – Jairo Arango Jarameo

Esos hilos hilados que se urden: con el soplo de las palabras, con el tacto desaforado, con la alucinación de  las formas y con la humedad de las caricias; esos hilos entramados que nos unen y nos separan, que nos subliman y nos deshacen; esos hilos cómplices en filigranas de mundos imaginarios y mundos reales, en urdimbres que surgen de fetiches y erotismo desbordados; esos hilos trenzados en tres tonalidades: en el blanco, en el negro y en el rojo, en el frío, en lo cálido y en el fuego, en el abrazo, en el beso y en la distancia, en el silencio, en la pausa y en la euforia; esos hilos tejidos que no atan y desatan, de lágrimas y de risas que se alargan y se anudan, Esos hilos husados, devanados formando madejas de colores encendidos, en un amanecer de verano con vientos sibilantes  y cantos de sinsontes y turpiales y silgas, agradeciendo a los sentidos el hermoso espectáculo de sentir la vida, o esos hilos en ovillos creados por una cultura atiborrada de contradicciones, o de esos hilos de vida aspados que nos organizan y nos hacen ver, sentir, pensar y actuar como autómatas frente a la norma. Y al final, esos hilos cardados, hilados, tejidos, tramados, aspados que fluyen en el continuo devenir de lo que existe hoy y desaparece mañana.