PALA nació en Yarumal (Antioquia) y creció en la ciudad de Medellín, Colombia. Fue un lector precoz marcado por su padre, quien le transmitió el amor por los libros.
Mientras culminaba su formación universitaria como médico, descubrió su verdadera vocación: la de hacer canciones.
Así, luego de graduarse, cambió de rumbo y partió hacia Cuba donde estudió en el Instituto Superior de Artes de La Habana.
Ha sido ganador, entre otros, del Premio Nacional de Música del Ministrio de Cultura de su país.
Sus canciones, reconocidas por un fuerte contenido poético, marcaron el camino hacia PASACINTAS, su primer libro, que ya ha sido editado en Argentina, Colombia y España.
Aranjuez es el barrio
Aranjuez es el barrio de donde baja Gloria.
A las seis de la tarde huele a panadería
los buses que pasan dejando humo y muchachos
se parecen a un río que sostiene una piedra
o a una serpiente terca de labios insumisos.
Por las mismas esquinas donde ha doblado el trueno,
las colegialas pecan de belleza
y acampa la palabra aferrada a los muros.
Su gente y sus billares son promesas del tiempo
y se quiebran a veces,
pero siempre regresan como lo hace el periódico,
siempre a la misma esquina,
sin avisar, gritando.
Aranjuez es el barrio de donde baja Gloria.
Baja, repito, baja. Como la lluvia, baja,
o como baja el canto de los algodoneros
o el llanto en la novela
o el futuro en patines, por mi calle, los viernes.
Aranjuez es el barrio. Y es arriba. Y es bello.
Decir adiós
Sin maremotos.
Sin esquirlas.
Sin uñas en la cara.
Hay que decir adiós con tal pericia,
con tanta suavidad, tan de costado,
que si sopla la brisa
podamos aferrarnos al próximo diciembre.
Decir adiós sin humo en las pestañas,
sin que caiga una hoja,
sin que ruja una biblia,
para que siga viva la campana a pesar del océano.
Decir adiós besando,
partiendo la manzana,
como te digo adiós en el próximo verso.
Adiós, muchacha triste.
Corre que se te escapa la mañana
y los malditos trenes, limpios, insolidarios,
ni entienden la nostalgia ni les importa el alba.
Este amor
Este amor es del siglo que ha pasado.
Tiene letras pintadas y cohetes
y cuando necesita besar algo
lo encuentra en los bolsillos o en la tele.
Viene del siglo veinte
y en ese siglo-bomba está sembrado.
¡Vieras lo hermoso que le sienta el rímel
a la usanza de los desahuciados!
Este amor anacrónico, sencillo,
que tuvo el pelo largo y que fue a misa
y que bebió los vinos más siniestros,
es un amor capaz de imitar a los robles,
y es un amor terrible,
tanto como los niños o la hierba.
Zurdo, reincidente,
este amor fue redondo desde nunca
y a veintitantos párrafos del vamos
sigue estudiando judo
y apostando los restos al vencido.
Este amor canta en braille.
Lee a Quevedo. Insulta.
Desholleja la piel del enemigo.
Y tal vez tenga arena en la esperanza
pero no tiene olvido.
La razón a las ceibas
¿Cuál será la penúltima mañana?
¿Cuándo será la cicatriz o el rezo?
¿Cuándo la coronaria o el menisco?
¿Para qué la siguiente poesía
si hay relojes que acechan con paciencia de espejo?
Envejecer es el último acertijo.
La pregunta se clava como se nombra el duelo
o se caen los párpados o se agrieta el deseo.
Envejecer es eso: no querer respondernos,
acaparar el humo de los pasillos negros,
temerle a la nevera, pelear con el salero.
Envejecer se escribe sobre un madero hueco
para que los vecinos -tan jóvenes, tan nítidos-
no vean los pedazos ni piensen en bomberos
ni acudan a la alfombra ni se ensucien los dedos.
Envejecer es darle la razón a las ceibas.
Por eso escribo a ratos.
Porque se acaba el tiempo.
Noticia importante sobre PALA en nuestro Blog:
http://www.gotasdetinta.org/sitio/pala-presenta-en-medellin-su-segundo-libro/