Formación académica: Ingeniera Agrónoma, Universidad Nacional de Colombia, Máster en ecología y Doctorado en Ecología y Etología de la Université de Tours (U. François Rebeláis), Francia. Post Doctorado en Ecología Experimental, Université de PAU, Francia.
Tomás Sankara y la liberación de las mujeres
“Pronto los astros volverán de nuevo a visitar la tierra de donde ellos se alejaron durante nuestros tiempos de oscuridad.
Todas las razas del mundo se juntarán de nuevo,
en cada tumba se despertarán de sus cenizas apagadas”.
Novalis
Anotación
Viví y trabajé en el Sahel, durante 7 años. Cuando llegué al África del Oeste, ya conocía algunos países del Este. Fue en 1980 mi encuentro con el Alto Volta, país que durante la época colonial formó parte del Sudán francés. En mis primeros cuatro años allí imperó una dictadura.
La mañana del 4 de agosto de 1983, mientras el microbús del proyecto en el que trabajaba recogía el personal del equipo, y rodaba sobre la arena fina de aquel desierto, rumbo a la estación experimental Kamboainse (un pequeño pueblo de la etnia Mossi, que significa: “Tierra de esclavos”), el país se despertaba, sin saberlo, sin bulla, en un silencio inteligente con un gobierno nuevo. La radio internacional, en las noticias matutinas, anunciaba que: en aquel pequeño país “había habido un golpe de estado”.
Todos murmuraban bajo: el poder había sido tomado por un joven militar, Thomas Isidore Noël Sankara, quien fuera un capitán revolucionario. Mi compañera, una viróloga holandesa, dijo: “¡pero no se oyeron disparos, no hubo ni un muerto!”. “Fue una toma inteligente, pensé, no se derramó una gota de sangre”. Allí se hablaban 60 lenguas, pero era necesario ser prevenida. Los seis técnicos escogidos para acompañar el trabajo de campo, cumplían la condición de hablar, cada uno, al menos 4 lenguas nativas. Esos mil murmullos me hicieron permanecer callada. “Sé quién es”, dije para mis adentros.
Un día en la tarde cuando llegaba al pequeño poblado de Boassa, al dispensario dirigido por una monja de Guarne, Antioquia, Colombia, a quien conocí al llevarle una encomienda, y con la que trabajé luego como voluntaria, vi salir a Sankara; por aquellos días estaba allí la monja catalana que le había enseñado a leer y a escribir… –eso fue lo que me contaron–. Él era hijo de un mossi y una peel (Tuareg), hablaba también bambara o yula, español y un francés perfecto. Era militar, revolucionario, teórico panafricanista y feminista.
Su primer acto de gobierno fue expedir un decreto para liberar a las mujeres de los yugos ancestrales, feudales y patriarcales. Con él se prohibía la escisión del clítoris; lo promulgó la misma mañana de la toma del poder, y lo hizo como presidente. En la tarde, antes de que las mujeres marcháramos, expidió otro, con el cual cambiaría el nombre del país por el de Burkina Faso, “Tierra de los hombres de dignidad”. Burkina es un término bambara y Faso lo es mossi; es decir, la fusión de su lengua materna y la paterna; le alcanzaron las palabras para para llamar así al nuevo país.
Gobernó con una junta entre 1983 y 1987. El 15 de octubre de 1987, Ouagadougou, la capital –la ciudad de las once letras– se estremeció: esa tarde, Blaise Campaore, militar de la junta, lo asesinaba durante una reunión.
Desde el día que Sankara tomó el poder el 4 de agosto de 1983, en aquel pequeño país llamado Alto Volta, yo creí ciegamente que era posible un mundo mejor, acompañando aquella “aventura” magnífica, en la que luego sería la “Tierra de los hombres de dignidad”. Asistí y viví, rebosante, dicha posibilidad. Aún recuerdo como si fuera hoy –el día siguiente de la toma del poder–, la manifestación de mujeres africanas; esa tarde las mujeres sometidas por milenios, se volcaron a las calles para apoyar al nuevo presidente del Faso, a ese hombre que decía que ellas tenían los mismos derechos que los hombres…
Tomás Sankara con las artistas Miriam Makeba (Suráfrica), Tshala Muana (Congo), Nayanka Bell (Costa de Marfil) y Nahawa Doumbia (Mali). Foto Brigitte Soda Tonou / Franzke
En el desierto el calor sube desde el suelo y a lo lejos en el horizonte, se levanta el sol y el machismo y la ignorancia hacían doler el corazón, pero a mí me hacían hervir la sangre. Aquel país donde la vida de la mujer era potestad del hombre, como lo eran también: su sexualidad, el cuidado de su salud, su situación económica, política y social, algo que yo no podía entender. Lo que me hacía vivir en una revolución permanente, renegando por todo, contra todo y sobre todo contra mis colegas africanos. Hasta entonces mi furia y mis reclamos no habían sido comprendidos.
¡Pero aquel día de la manifestación de mujeres apoyando a un hombre que no solo decía que ellas tenían derechos, sino que legislaba contra ese fardo de cultura feudal y patriarcal, supe que había comenzado un mundo nuevo, el de aquel hombre versátil, enigmático, honesto, justo… el hombre del sueño de dignidad… del mundo de las mujeres africanas libres de ataduras y este fue el mejor regalo hecho por Tomás Sankara!
Gracias a: Tlaxcala
Fuente: http://tlaxcala-int.org/article.asp?reference=20035
Fecha de publicación del artículo original: 07/03/2017
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