24 – Manuel Muñoz

Los acuerdos de paz con las Farc

Epígrafe: Como en toda dictadura ideológica, la mejor manera de ejecutar a un intelectual consiste en hacerle ‘desaparecer’ del espacio mediático para ‘matarlo’ simbólicamente. Hitler lo hizo. Stalin lo hizo. Franco lo hizo. Los diarios «El País» y «La Voz de Galicia» lo hicieron conmigo. (Ignacio Ramonet, director de Le Monde diplomatique en español).

Epígrafe: Con su castro-chavismo, los amigos de Hitler mandaban al infierno a todo aquel que mencionara a Cuba o Venezuela. Se les estigmatizaba como amigos de las FARC.  Ahora podemos decir que nos gusta las FARC desaparecidas como grupo armado, cuando sabemos que a ellos les encanta como grupo que echaba bala, el combustible del negocio de la extrema derecha.

Hay que llevar claridad a las conciencias democráticas de los colombianos para que no se dejen embaucar de quienes, sin principios políticos ni éticos, atizan el negocio de la guerra.

Antes que nada es preciso decir que el Presidente de la república está investido por la Constitución de la facultad de garantizar el orden público; que esa facultad es irrenunciable y que como lo tiene establecido el derecho administrativo y constitucional, es delegable la función pero no la responsabilidad. En uso de sus competencias, el jefe de Estado dirige la fuerza pública para garantizar el orden, imponer la paz y alcanzar el cumplimiento de los fines del Estado, el más importante de los cuales es la garantía del derecho a la vida.

La firma de los acuerdos de paz es, pues, una facultad irrenunciable del Presidente. En su búsqueda debe tratar de legitimar lo más ampliamente posible sus actos,  bien acudiendo a los mecanismos democráticos como el referendo, la consulta y el plebiscito; o bien buscar el apoyo mayoritario del parlamento, o simplemente suscribir los acuerdos de manera directa asumiendo todas las consecuencias jurídicas y políticas. Pero la intervención del pueblo o del poder delegado del congreso no es indefinida en el tiempo. La intervención de otros organismos tiene por objeto la confirmación de la ruta en la participación directa o indirecta del pueblo, cuyas decisiones tienen un efecto instantáneo.  

El presidente Santos prometió un plebiscito, y lo hizo. Ganó el NO y aceptó los resultados de las urnas, con la consecuente derrota del SI. Y allí terminó la intervención del pueblo quien dio su última palabra al pronunciarse sobre los acuerdos. Al pronunciar su NO el pueblo, jurídicamente   lo acordado dejó de existir. Se imponía sin demora un nuevo acuerdo. Del anterior solamente quedaron unas experiencias, ¿por qué no aprovecharlas?; quedaron unos eficientes negociadores, ¿para qué cambiarlos? Jurídicamente había que partir de cero, pero desde lo práctico era mucho lo que se podía aprovechar, y no se podía perder tiempo. Esas cosas jurídicamente inertes, utilizándolas con eficiencia, agilizarían un nuevo acuerdo. Un nuevo acuerdo jurídicamente distinto, y políticamente más amplio y profundo. En términos filosóficos, un acuerdo de otra calidad (y de mayor cantidad). Ganancioso el NO, al Presidente retornaba la obligación de buscar el camino de celebrar el acuerdo, y para la decisión tenía varias alternativas: “Lo suscribo yo”, pudo pensar; “repito el plebiscito o será más largo el proceso?”, también pudo haberlo pensado;  o dado el afán impuesto por las circunstancias, pudo decir: “busco en Senado y Cámara su refrendación?” Optó por la vía de las cámaras legislativas y obtuvo una aplastante victoria: 75 senadores y 130 representantes.

No votaron los mismos que se benefician política y económicamente de la guerra. Ese grupo sin principios distintos a su egoísmo que quisieron asaltar la representación de todos los del NO, sin duda se preguntaron: “Cómo voy a pelechar sin que existan las FARC?”. “Si soy un grito de odio en cada esquina, se me acabará el trabajo, el poder,  el negocio….”.  Para no comprometerse, después de que obtuvieron la mayoría de los cambios que pidieron en la nueva negociación, salieron por los pasillos del congreso “como sabandijas”, como “ratas de alcantarilla….”, así retratados por una senadora sin agua en la boca. Salieron derrotados, poniéndole estribos a la campaña de 2018. Para no comprometerse, se desperdigaron del recinto los candidatos de los paramilitares sin celda, de los terratenientes, de los ignaros…

Justo es dar una agradecimiento a Fidel Castro Ruz, ese gigante de América y del mundo, a  cuya  presencia todos los asistentes a la asamblea general de la ONU, con respeto y admiración, se ponían de pie; al heredero de Martí y de Bolívar!  Al gigante de los derechos económicos, sociales y culturales; a quien a través del partido comunista de Cuba educó en la dignidad y defensa de la soberanía, a un país de 13 millones de habitantes. Ese gigante del pensamiento y de la acción, que ayudó sin pausa, suministrando todo lo que tenía a su alcance, para que se lograra la paz en Colombia.  Hay una coincidencia asombrosa entre la firma del acuerdo en el Teatro Colón y la muerte de Fidel. Es como si el líder de la revolución cubana, que tanto aliento dio a la resistencia contra la mortífera doctrina de la seguridad nacional, hubiera descansado con la firma del acuerdo para marcharse físicamente de este mundo. Pero queda su espíritu concentrado en esta triple invocación: Bolívar, Martí, Fidel.

A los traficantes de la muerte, a los que tienen el odio por principio, a los que le roban al pueblo su libertad con el negocio de la guerra; a los patrioteros que se oponen a la paz y protestan por la ocupación de unas veredas por guerrilleros en desmovilización porque “se está violando la soberanía”; a esos (expresidentes y exministra de defensa) que siempre persiguieron y violaron los derechos humanos y entregaron innumerables bases militares para que extranjeros contratistas mercenarios asesinaran colombianos; a esos falsos defensores de la soberanía, seres sin decoro, hay que recordarles a Martí: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Estos hombres son sagrados”.

La realización de los derechos humanos no se logra sino en estado de tranquilidad ciudadana. Y La consecución de la paz en Colombia tendrá siempre un referente de la memoria: Fidel Castro Ruz, quien ayudó a desarmar a las FARC para que, haciendo política electoral,  colaboren en el fortalecimiento del Estado social y democrático de derecho.