Poemas de un pintor de la palabra
“Lejana, silenciosa
Mi inspiración oculta, recatada
Y ahora generosa,
Despierta entusiasmada
A cantar con mi lira ya acusada”
Con estos versos, intenta explicar el poeta Alfonso Restrepo Londoño su otoñal inicio en la creación literaria. Nacido en Medellín en 1927, su inclinación por la poesía permaneció dormida por décadas, simplemente decidió ser un hombre de hogar, responsable, sano, con una arraigada ética calvinista, disciplinado. Le faltó irreverencia, irresponsabilidad, bohemia, un círculo de amigos creadores que compartieran lecturas, vivencias, libertades, el grupo que necesitaba el poeta existía en nuestra capital, lo conformaban: Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra, Alberto Aguirre, entre otros. En ese medio podía haber aprendido que la poesía, como diría Octavio Paz, no es solo inspiración, también es imitación. Don Alfonso se decidió por la poética al tiempo que iniciaba también su producción en al campo del ensayo histórico y la pintura. Pensionado, con la compañía de doña Libia, sus hijos mayores, con nietos empezando sus vidas laborales, inicia la búsqueda de un mundo propio y como adolescente octogenario quiere cantarle a todo: Los paisajes, las mujeres, el amor, el metro, Shakira, sus nietas, Envigado, pensamientos, amigos, entre otros, en una desesperada carrera de vitalidad que lo enfrenta a la muerte.
El poeta desconcierta, cuando descubre con descomunal franqueza, la ausencia de lecturas significativas en su adolescencia, su poca disciplina lectora, él pertenece a esa escasa casta de artistas, creadores, poseedores de extremada independencia, al igual que el escritor Julio Posada, autor de un estudiado libro de cuentos colombianos donde se destaca “El Machete”, que tanto admiraron los maestros Germán Arciniega y Hernando Téllez, entre muchos. Posada impactó la crítica literaria de los años cincuenta por no haber leído los clásicos de la literatura de su tiempo, no tenía siquiera información enciclopédica de obras, autores y tendencias, pero para muchos de sus críticos la huella de autores como Kafka y Faulkner se logran apreciar en su técnica literaria. Don Alfonso Restrepo representa un caso muy similar al mencionado autor pero en el campo de la poesía.
De su único libro “Poemas de un pintor de la palabra “ publicado en Caracas Venezuela, por la casa editorial Luis Rico M. en el año 2007, se destacan cerca de diez poemas, que resisten una relectura en el tiempo, que deben perdurar y participar en una futura antología de poetas menores de Antioquia u otra de escritores otoñales. El libro en mención debe ser entendido como experimental, y esto lo afirmo con la natural subjetividad de la crítica, estas palabras no deben ser tomadas como desaprobación, sino como opinión de un lector que le gusta las obras poéticas breves y de alta calidad. Aurelio Arturo publicó 33 poemas en su único libro “Morada al Sur” que sintetizan una larga vida dedicada a la poética. Otro ejemplo de producción, todavía en construcción, es Rogelio Echavarría, uno de los poetas mayores de nuestro país, nacido en Santa Rosa de Osos; su libro “El Transeúnte”, apenas cabe en un bolsillo del pantalón, su obra muestra una gran consistencia de calidad, que debe ser imitada. Razón tenía don José María Vargas Vila al decir a manera de autocrítica, en carta a Rubén Darío: La fecundidad es signo de mediocridad.
Ánimo poeta, apúrese a indagar sobre su obra, con el objetivo de seleccionar ese puñado de versos que usted considere resistirán el paso del tiempo, que en últimas es el que define su puesto real entre los poetas de nuestro país. Por mi parte, pienso que su poesía de pensamiento, donde se destacan “Color y Poesía”, “Numen Tardío”, “Divagación”, “La no Violencia”, “Indiferencia”, merecen un puesto de honor en su antología personal. Gracias don Alfonso por su obra y le deseo muchos años más de vida para que alcance a llegar al corazón de sus lectores.
Jorge Alberto Morales Agudelo
Historiador y especialista en ciencias políticas y DD.HH.