En la nota que sigue, hago referencia a un estudio de la UdeA sobre el tema del aire en Medellín, asunto al que se refiere el Dr. Prieto con motivo de la visita del Minambiente, y esa contingencia que se dice fue bien resuelta, y RedAire, que pone como ejemplo el ministro, son halagadoras pero no reales. La ciudad, para mejorar el aire, debe recuperar las zonas verdes que han sido destituidas de su función por los particulares de manera arbitraria en connivencia con las autoridades –por omisión–, cubiertas de cemento y utilizadas como parqueadero. Este daño gravita en la mala calidad del aire que persiste. Así lo afirma la investigación que hace GAIA, del Alma Mater. Es una deuda que tiene pendiente la autoridad ambiental con la ciudad.
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Caminar
Caminar y dejar guardado el carro como clave para mitigar el atasco de todas horas en el que estamos, no es fácil que ocurra en Medellín -así los expertos modelen soluciones-, pues como toda ciudad neoliberal, está sometida al imperio del vehículo particular que domina, quiéralo o no, la política.
El disfrute y la salud de los habitantes de la ciudad se lograría, por ejemplo, caminando o echando mano de la bici. Pero impulsar esta política, sería soñar. Ningún administrador que tuviera en verdad este compromiso, se atrevería a suprimir el presupuesto para vías vehiculares (lo atacarían por todos los flancos). Mantener el ritmo sólo para su mantenimiento, para dedicar el acento a las ciclo vías y adecuar más andenes, expresaría ese compromiso; política ahora tímida, porque la ciudad responde sólo al modelo que le imprimen los ensambladores de vehículos, y los andenes no sirven para estos flujos. Y han quedado al garete para que los particulares los intervengan de manera ilegal y a su amaño. La administración, construye pequeños segmentos, insuficientes como para significar el compromiso de apostarle a la movilidad sin las muletas del vehículo particular.
Que las administraciones de la ciudad hayan omitido la vigilancia de esas intervenciones hechas por los particulares, las comprometen. Es tal el desorden en este aspecto que la red de andenes existente en la ciudad, por los obstáculos y trampas y materiales -altamente deslizantes- con las que se intervinieron, no ofrece la posibilidad de caminar por ella. Y mucho menos a los discapacitados a los que la ley les respondió; pero se quedó aquí en el papel.
El parque automotor crece de manera exponencial en Medellín y por esta razón la ciudad no respira bien. Y esta realidad, se soslaya. Hemos aniquilado buena parte de las zonas verdes para el parqueo de vehículos, privándonos de sus funciones que alivian ese impacto que la hace muy vulnerable. El grupo GAIA de la U de A. (Alma Mater N.656) ha advertido la urgencia de ampliar esta cobertura para mejorarlo. Pero los andenes y zonas verdes se han sacrificado. No hay por ahora, por donde caminar y nos falta aire.
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¿Desastre natural o imprevisión?
En época invernal -que agrava el cambio climático-, las vías se vuelven azarosas y más en nuestras montañas donde los mineros y agricultores instalaron sus emprendimientos. Y con este factor explotan recursos como arenas y gravas, y establecen cultivos en sitios que no admiten estas intervenciones por el grado de pendiente de los suelos, lo que genera un grave riesgo; terrenos con estas características, que atraviesan las vías, deberían estar cubiertos de bosque.
Pero los bordes de estas vías de montaña se poblaron de viviendas en las cabeceras de los taludes, y de explotaciones mineras de materiales de construcción con licencia o sin ella; en ambos casos, por necesidad o necedad, ignoran el riesgo o lo desafían, y casi siempre el Estado pasa de agache.
Y Antioquia que es campeona en todo, no podía quedarse atrás en esta ocupación, que de manera recurrente, nos trae penosas sorpresas.
Las explotaciones mineras que se observan a lo largo de las vías, por lo general cuentan con licencia, y las construcciones en los barrancos, casi ninguna.
Y si se precipitan las montañas a causa de dichas intervenciones, las responsabilidades se esfuman y más bien se le carga el desastre a la naturaleza o a la mala suerte.
Pero es que el manejo y control del territorio que parte del Estado, definitivamente no opera, o si opera es post facto, cuando los hechos luctuosos han ocurrido.
Que el funcionario de Corantioquia, frente al derrumbe de la Medellín-Bogotá, (lo vimos todos por TV local) declare que la explotación de la cantera, que precipitó la montaña y produjo tanto dolor por la pérdida de tantas vidas, contaba con licencia no quiere decir nada. Porque entre lo licenciado y lo no licenciado, en la práctica, se presentan pocas diferencias en cuanto a los eventos catastróficos, porque si bien en lo primero se aducen estudios, resoluciones, etc, su fidelidad no es confiable, (el nivel de corrupción ofrece otra lectura). Además, en lo referido al plan de manejo que se impone al titular de la licencia no siempre lo cumple, porque la autoridad ambiental no ejerce la función de comando y control permanente, (hacer visitas). Y la desmesura del particular crece con la demanda y la explotación sin límites. Lo adecuado sería una auditoría ambiental externa, para ese control que falta, pero los mineros la encuentran excesiva. El fin de esas canteras es proveer materiales para la construcción. Y que estas explotaciones se realicen en cercanías al mercado que ofrece la ciudad, al lado de una 4G, es una oportunidad que en esta cultura de la codicia se aprovecha a costa de lo que sea, con licencia y sin ella.
Hace unos cuantos años fue una escombrera –La Gabriela–, en esa misma vía, y hoy la montaña se vino abajo por una explotación minera que contaba, se ha dicho, con todos los permisos; en ambos eventos, con seguridad, los controles han estado ausentes, huérfanos de autoridad. Las escombreras, licenciadas por la autoridad municipal, no son creíbles en cuanto a los estudios puntuales y serios de impacto ambiental; y mucho menos los planes de manejo que se imponen y no se vigilan, constituyendo otra amenaza.
Cuando el fenómeno de “la niña”, se dijo que había que darle un cambio radical a las corporaciones ambientales; nada ha ocurrido. Solo ayer, que vino Vargas Lleras a inaugurar dos segmentos de 4G, en Antioquia, se habló nuevamente de “cambio radical”.