Cuando las Farc nacieron, “éramos estudiantes
llenos de juventud…
… gallardos, de talento floreciente. Exaltaba nuestro ánimo el espíritu puro del letrado. Justos y enhiestos, audaces y sinceros, mirando a nuestra tierra introducíamos loa y condenación en nuestra pluma: los poderosos no eran más que ceniza.”
Estos versos los recitaban algunos en bachillerato. Eran “meses densos, años plenos de energía”, eran los años 60s. del siglo pasado. Esos maravillosos tiempos en que Colombia y el mundo se estremecían. Definidos por historiadores como unos de los años más vitales del siglo XX.
Estudiábamos en el Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia. Un día apareció de mano en mano una declaración “desde las montañas”, firmada en Marquetalia, impresa en letras rosadas. Pronto nos dimos cuenta que quien repartía aquella hojita era el hermano del que años más tarde fuera columnista del periódico Voz, Fabio Rodríguez Villa, fallecido a causa de un infarto hace ya varios años. Por el hecho de distribuir aquella proclama que anunciaba el nacimiento de las Farc, ese muchacho fue sancionado por las directivas del liceo.
Junto con otros compañeros de estudio, sacábamos en mimeógrafo un periódico literario llamado Cosmos; nos entusiasmaban los nadaístas y en él publicábamos nuestros escritos y poemas de Neruda y uno de Carlos Castro Saavedra en contra de los EE. UU., cuando éste estuvo exiliado en Chile. El hermano de Fabio Rodríguez Villa tenía un periódico llamado Órbita 5 y había uno llamado Voz estudiantil, de otros amigos. Teníamos, pues, tres publicaciones simultáneas en el liceo, en los que “introducíamos loa y condenación en nuestra pluma”.
Fragmento del poema de Castro Saavedra publicado en Cosmos en 1964,
edición en mimeógrafo.
Allí también se le da la bienvenida a otros periódicos estudiantiles.
Este poema lo publicamos en el No. 1 de Gotas de tinta:
http://gotasdetinta.org/1/literatura_poesia_castrosaavedra.html#norteamerica
El mundo y Colombia estaban muy agitados desde hacía cinco años con el triunfo de la revolución cubana. El comunismo mundial se dividía y sus dos facciones se atacaban ferozmente. A los del Partido Comunista Colombiano les empezaron a llamar mamertos, tal vez por un personaje del programa de humor llamado Los Chaparrines y porque entre sus dirigentes había nombres como Gilberto y Filiberto. En aquella época mamerto era sinónimo de blandengue. Se les acusaba de oponerse a la lucha armada y de estar de acuerdo con la transición pacífica. Se criticaba a sus hombres en armas en Marquetalia, Riochiquito, Sumapaz, Guayabero y El Pato por enarbolar la bandera de la autodefensa de masas y por apoyar a López Michelsen y practicar la vía electoral. Desde 1961 algunos organizaron rancho aparte de dicho partido, más tarde Estanislao Zuleta y Mario Arrubla inspirarían otro grupo y en el 64 estos jóvenes se aliarían con otros que salieron del viejo comunismo para formar otro partido opuesto, apoyado por los chinos y los albaneses; luego éstos conformaron un nuevo grupo guerrillero.
Paralelamente a estas divisiones, surgieron varios grupos guerrilleros antes del nacimiento de las Farc. También en 1961, en los llanos del Vichada, el médico caldense Tulio Bayer y otros organizaron un grupo guerrillero, que terminó con la detención de sus dirigentes; Bayer, después de salir de la cárcel y andar errante por varios lugares, fue a parar a París, donde participó activamente en los sucesos de mayo del 68 (http://historiayregion.blogspot.com.co/2011/04/la-guerra-de-tulio-bayer.html) y murió en París, quién sabe si con aguacero, como César Vallejo. También en 1961, en Urabá, Gladys Pineda, Leonel Brand y otros cuatro jóvenes organizaron otro grupo insurgente. Fueron muertos por el Estado. Leonel Brand le escribiría a su novia Gladys estas emotivas frases: “No importa, compañera, que yo muera o tú mueras, lo que importa es que crezca nuestro grano de arena. No importa que caigamos si otros caen, si otros se alzan sobre nosotros como las olas del mar. Compañera de mi alma pasajera, habremos de triunfar.” Estas palabras describen el romanticismo de aquellos jóvenes. Antonio Larrotta, después de regresar de Cuba, en el mismo año de 1961, intenta organizar un grupo guerrillero en el sur del país, pero es asesinado por un bandido apodado Aguililla.
Para 1964, Gómez Hurtado había alborotado el avispero, llamando la atención por las llamadas “repúblicas independientes”, entre ellas la de Marquetalia, en el sur del Tolima, donde estaban los hombres de Manuel Marulanda. Guillermo León Valencia, presidente por aquel entonces, ordena el bombardeo de dicha región, y los guerrilleros de la autodefensa de masas deciden dar nacimiento a las Farc, pasando a la ofensiva. De allí salió la proclama que nuestro amigo repartiría en el Liceo Antioqueño, impresa en tinta rosada. Pocos meses después, en Simacota, Santander, nacería el Eln, organizado por jóvenes recién venidos de Cuba.
Años después, con un amigo me fui a vivir a Piedra Marcada en la región de Vegalarga, jurisdicción del municipio de Neiva, cerca a los límites del municipio de San Vicente del Caguán, Caquetá. Cuando llegamos, campesinos cercanos a las Farc nos detuvieron y nos confinaron en la casa de un hombre de acento antioqueño, oriundo de El Líbano, Tolima, de apellido Morales. Fuimos sometidos a un intenso interrogatorio. Los Morales y otros hablaban en secreto, nos miraban de reojo y con cara de pocos amigos. Les dijimos que íbamos a la cosecha de fríjol, que en Neiva nos habían comentado que estaban necesitando recolectores. No se inmutaban y tal parece que no creían en nosotros. “Se quedan aquí y no se muevan”, fue la orden perentoria. En esas llegó a aquella casa un señor de hablar pausado, con cierta instrucción y de gran ascendencia entre la gente. Era don Vicente, cuñado de unos campesinos nativos de allí, quienes habían vivido en El Pato, lo mismo que el hombre proveniente del norte del Tolima. Literalmente, don Vicente nos arrancó de las manos de quienes nos tenían cautivos; dijo que él se encargaba de nosotros y nos llevó a su casa. Muy hospitalario, duramos varios meses allí, nos hicimos muy amigos de sus hijos y de sus cuñados que vivían en La Sierra, arriba de Piedra Marcada. Después supimos que aquellos individuos que nos retuvieron planeaban asesinarnos, con el pretexto de que éramos infiltrados del gobierno.
Con el tiempo, pudimos apreciar y conocer parte de la historia de aquellos campesinos que, como el barcino de la canción de Villamil, remontaron la cordillera oriental y se descolgaron hacia el Caquetá, en la región de El Pato.
La casa de don Vicente quedaba a orillas del río Fortalecillas, espumoso y borrascoso, el mismo que inspiró al gran compositor con la canción Espumas. Más abajo estaba la hacienda de El Cedral, propiedad de los Villamil, lugar de nacimiento de Jorge, el autor de Los guaduales y de Vieja hacienda del Cedral.
Era un estrecho, largo y profundo cañón el que formaba aquel río, de tierras fértiles y de empinadas lomas. La gente rozaba los matorrales, luego quemaba y finalmente sembraba el fríjol cargamanto y bola roja, dejándolo así sin desyerbar y sin abonar hasta la cosecha. Las leguminosas crecían a la par del rastrojo y de un pasto ceroso y pegajoso, que ellos llaman gordura (conocido en otros lugares como yaraguá) y en sus ramas se iban enredando. La recolección era toda una odisea, pues había que buscar las vainas en medio del pasto, de los chircales y de otras plantas. Los grandes costales de cabuya donde se iba acumulando y pisando el fríjol recolectado, muchas veces mojado porque llovía mucho, hacía que los bultos quedaran muy pesados. Luego había que cargarlos hasta la casa, allá abajo, muy abajo.
Recuerdo haber escrito un cuento sobre el trabajo de aquellos habitantes. En él narraba la vida de un campesino que bajaba por esas empinadas cuestas con carga a la espalda, amarrada de una cincha que colgaba de su cabeza, a la manera de los indios. Al voltear en una estrecha curva, el bulto de fríjol le cogió ventaja, la cincha se le enredó en el cuello y el fardo se fue al abismo, llevándose en su caída al desventurado hombre que se estrelló contra una roca.
Ésta fue la primera vez que tuve cercanías con una zona de las Farc. Y salí vivo de allí gracias a ese campesino decidido que fue don Vicente. Y se ve cómo los campesinos cercanos a las Farc cuidaban celosamente de extraños sus zonas de influencia.
Y la historia siguió su curso: Quienes eran catalogados de mamertos o blandengues en la década del 60, luego se volvieron radicales defensores y practicantes de la lucha armada. Y varios de los radicales de ese tiempo cambiaron, dejaron las armas y se dedicaron a la lucha política pacífica hace un cuarto de siglo; algunos de ellos −pocos es cierto− se pasaron a las filas de la ultraderecha e incluso a la de los paramilitares. A nivel internacional destituyeron a Jruschov, luego a sus sucesores y finalmente desapareció la Urss, derrumbaron el muro de Berlín y Europa oriental como un castillo de naipes se volvió abiertamente capitalista. Mao cayó en desgracia con muchos de sus seguidores y China compite por ser la primera potencia mundial; Albania, la más radical de todas esas naciones, se vino abajo sin muchas convulsiones. Cuba pasó de propugnar la creación de muchos Vietnam a promover acuerdos de paz en Colombia. Y finalizando el siglo XX, en muchos países de América Latina gobiernos progresistas y antiimperialistas ganaron por la vía electoral, cambiando el panorama de América Latina. Aunque con diferencia y matices diferentes, inclinaron la balanza hacia el bando contrario a los EE. UU.
Y hace poco, Cuba y Estados Unidos reanudaron relaciones diplomáticas. En Cuba, las Farc firmaron hace poco la agenda para la dejación de las armas y su conversión a partido político legal. Renacen la esperanza y el optimismo en muchos de nuestros corazones y en la comunidad internacional. El panorama político y social está a punto de iniciar un viraje en nuestro país. Esa es a grandes rasgos parte de la historia contemporánea.
Mientras tanto recuerdo aquella noche de luna llena, bajando de La Sierra, arriba del río Fortalecillas, a varias horas de la vereda Piedra Marcada, en Vegalarga, Huila. Por el Occidente se iba ocultando la luna mientras que por el Oriente empezaba a salir el sol. Las montañas se dibujaban tenuemente a la luz mezclada del sol naciente y de la luna poniente. Extasiado con aquel espectáculo, iba cantando aquel bambuco fiestero que nació en esas tierras:
Esta es la historia, de aquel novillo,
que había nacido allá en La Sierra,
de bella estampa, mirada fiera,
tenía los cuernos, punta de lanza.
Cuando en los tiempos de La Violencia,
se lo llevaron los guerrilleros,
con “Tirofijo”, cruzó senderos,
llegando al Pato y al Guayabero.
Julio de 2016.