Pedro Arturo Estrada – Colombia -1956. Ha publicado Poemas en blanco y negro (Editorial Universidad de Antioquia, 1994); Fatum (Colección Autores Antioqueños, 2000); Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, 2006); Suma del tiempo (Universidad Externado de Colombia, 2009); Des/historias (Cuadernos Negros Editorial, 2012); Poemas de Otra/parte (Cuadernos Negros Editorial, 2012); Locus Solus (Sílaba Editores, 2013); Blanco y Negro, nueva selección de textos (Letera Ediciones, NY, 2014) y Monodia (Letera Ediciones, NY, 2015). Es premio nacional Ciro Mendía en 2004, Sueños de Luciano Pulgar en 2007, Beca de creación Alcaldía de Medellín, 2012 y Casa Silva, 2013, entre otros. También ha participado en distintos festivales y encuentros de poesía en Colombia y E.U. Ha sido coordinador de talleres literarios con el Ministerio de Cultura y algunas instituciones educativas del país.
Pedro Arturo vive actualmente en New York.
Puedes ver algunas fotografías de la presentación del libro Monodia y otros poemas el pasado 29 de octubre (Corona Community Library, Queens) y el 10 de diciembre (Café Rojo, Medellín), en el enlace:
http://pedroarturoestradaz.blogspot.com.co/
También, escuchar algunos poemas en el enlace:
Antioración
Que la vida me agarre confesado
boca arriba del miedo
aleteando en el azul
Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros
No pido ningún cielo
No ignoro vuestro infierno
Solo este instante es mío
No lo carguéis de eternidad
Dejadme ir cuando quiera
No me atéis
No pidáis mi fidelidad
—Mi fe última
Esa apenas me alcanza
para el día.
Silencioso horror
De los días que uno tras otro
no fueron la vida
—que estuvo siempre en otra parte
Del camino que no elegimos
La dicha que pudo haber sido y desdeñamos
La verdad no vista a tiempo
La mano que no se tendió
y hubiera salvado algo
De la vieja costumbre de creernos a salvo
porque vuelve la luz a los ojos abiertos
mientras duerme lo informe bajo techo
Rostro del horror escondido en la belleza
—La misma luz de lo amado.
Permanencia
Permanecerá sólo la devastación
La pesadez del cielo
en la pupila fría
De la tierra ascenderá entonces
el reclamo de lo muerto
La lengua del fuego imprecando
la masacre de los delfines
el desuello vivo de los pequeños
habitantes del bosque
la tortura del aire y del agua
cuyas voces ya habrán gritado
su sentencia inapelable
Permanecerá sólo la cuenca ávida del desierto
El vuelo rasante de la hoz
sobre los trigales del universo
Y en el fondo de todo la memoria
de unos dedos a cuyo roce
hubieran girado de otro modo
los goznes de la realidad
Las yemas de esa Penélope del sueño
tejiendo y destejiendo una imposible
—belleza.
La sola gracia
No obstante, el instinto
de asirnos a los bordes
De mantener la calma
frente al vértigo
La ingenua obstinación
por otro mundo
soñado en el vacío
Esta red de creencias
deshecha por el viento
llamada realidad
La gracia de fingirnos
habitantes del aire
Son el único triunfo
—todavía.
Miseria
Espuria promesa del reino
del país del mañana
cuando sólo teníamos ese trozo de pan
para el día siguiente
Cuando nos guarecíamos de la tormenta
bajo una piedra habitáculo de escorpiones
Cuando apenas podíamos copular en la sombra
avergonzados de nuestro deseo
de acunar esa pequeña llama
ese rescoldo de incendio en los ojos
Miseria de comprendernos mejor
cuanto menos palabras
cuanto menos sueños cumplíamos
cuanto más despojados
Miseria de no sabernos
de no querer saber
De no querer vivir
nada que estuviera
más allá de las manos.
Memorial
Hubo un tiempo para el alto sueño del viaje
más allá de la casa, el sempiterno patio,
el comedor penumbroso, el corredor helado
Una hora para la epifanía
del grano de arena y las alas del pájaro
La simetría dorada, la cifra, el continuum
de la música donde fluíamos con los ojos cerrados
Tiempo en el que pagamos con oro toda fe
y aguardamos pacientes el regreso de la gracia
Esperábamos tanto de nosotros
Todo lo dimos, todo lo apostamos
esquivando el aletazo de la incertidumbre
De pronto algo se rasgó
La grieta apareció y por allí
el resplandor del infierno tan temido
La mañana dio un vuelco feroz contra los ojos
El sol se vino abajo
Se hizo polvo el cielo
Y no tuvimos donde poner el pie
que no fuera ya sombra
de lo muerto.
Anáfora del viaje
Haber visto singlar las horas vacías
Haber oído el canto de sirenas
y contemplado inermes el ojo del Cíclope
para nada, para espantar con débil gesto
las moscas que regresan al rostro
Haber esperado desnudos
ante la aurora que avanzó
como una novia entrando en la casa
Haber escuchado todo Bach
todo Mozart con el cuerpo vencido
bajo la araña metálica del clave
con el hueso ingrávido
sobre las armonías del Celeste
Haber leído las páginas
del mismo interminable libro
que fueron todos los libros
en tanto que la vida
—otra vida
huía veloz por la tangente.