Edelmiro Franco | José Luis Garcés | Leornardo Gómez
Entrevista de la Editorial Falsaria a Edelmiro Franco,
con motivo de la publicación de
‘Sueños en cenizas’
- Hola Edelmiro, felicitaciones por tu libro Sueños en cenizas. ¿Puedes explicarnos qué encontrarán los lectores en tu obra?
R/Los lectores encontraran una pincelada de la historia de la violencia en Colombia en los últimos 60 años, a través de micro historias de una abuela que a sus 90 años muere con la obsesión de conocer la paz. La abuela Aura vivió con intensidad la violencia liberal- conservadora de 1948-1960, el desplazamiento a la ciudad, la llegada del narcotráfico y el sicariato al barrio donde vivió en Medellín, la muerte de varios de sus sobrinos por culpa del fantasma de las drogas, la militancia en la izquierda y en el sindicalismo de tres de sus hijos en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado. Las amenazas de muerte y el exilio de sus hijos, el paramilitarismo, el amor y la solidaridad.
Es la voz de una abuela que representa esa generación que ya está en extinción esperando la paz.
- He podido apreciar que a lo largo de tu currilicum has apresado en numerosas ocasiones la situación vivida en aquella época en Colombia, por lo tanto, y refiriéndonos a Sueños en cenizas. ¿Se podría decir que cuentas vivencias propias en dichas páginas?
Es una historia de una familia y efectivamente sí hay vivencias personales.
- Además, tengo la impresión de que has recreado de manera muy detallada las vivencias de estos personajes, por ello, me pregunto si es que has sentido a esta familia como suya propia, o si en realidad, sí que conocía a estas personas?
Es la historia de mi familia, de las familias que se fueron formando en la época que se conoce en Colombia como La Violencia Liberal-Conservadora.
- Aunque a través de sus páginas explica la situación de Colombia, ¿podría explicarnos qué opina concretamente sobre ello?
Colombia vive un conflicto armado -único en el mundo- en donde sus actores son la insurgencia, fuerzas del Estado, los ultraderechistas grupos paramilitares, y narcotráfico. Una guerra interna que ha desangrado a este país en los últimos 60 años con un saldo de más de siete millones 500 mil víctimas: desplazados, desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales, amenazas, y todo lo que puede sumar una guerra que llegó a un punto máximo de degradación.
Hoy en Colombia el gobierno y la insurgencia negocian en La Habana un acuerdo general que ponga fin a esta guerra y se abra el camino de la paz que permita reconstruir el tejido social. Creo que los diálogos en Cuba con las Farc, están en un punto de no retorno, pero los retos serán enormes hacia el futuro, para poder consolidar en las próximas décadas una paz sostenible en una sociedad que tiene heridas profundas, con sectores de la ultraderecha en el escenario político-económico y militar, que están convencidos de la guerra para acabar la guerra, para aniquilar a la insurgencia que no se ha podido derrotar en seis décadas.
- También, a lo largo de la historia, hemos podido apreciar algunos temas conflictivos como es el caso del dominio de la droga que apareció en Castilla. ¿Qué opina sobre este tema?
El narcotráfico se instaló en Colombia a finales de la década de los años 70 y logró inyectarse en todo el espectro de la sociedad colombiana. El narcotráfico fue y es un carburante de la guerra en Colombia y es quizá el asunto más complejo para resolver en el post-conflicto, porque su solución no está en factores internos. Con un acuerdo de paz el tema de drogas no queda resuelto, porque es un fenómeno que tiene que ser atacado a nivel multilateral. Es un negocio que ya tiene las características de una poderosa multinacional.
- Una de las frases que más me ha llamado la atención de la novela es “la solidaridad y la amistad que nacen del alma van de la mano hasta la muerte”. ¿Qué quería expresar con ella?
La solidaridad y la amistad, cuando son auténticas, cuando son de piel adentro -como dijo en alguna ocasión el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamin en un conversatorio en San Salvador- se mantienen para siempre en el tiempo y su mayor valor está cuando se expresa en los días más negros y difíciles de una familia, de una sociedad, de una nación.
- Uno de los personajes que más me ha gustado ha sido, como no, la que considero la protagonista de esta historia, Aura. ¿Qué quería transmitir con este personaje? ¿Y con su compañero y marido José Dimás?
Historia, amor, solidaridad y vida.
- Podemos apreciar también, el camino que los hijos de ambos protagonistas eligen, y me sorprende la gran diferencia entre unos y otros. ¿Qué era lo que quería transmitir con cada uno de ellos?
Que las familias, como en nuestras sociedades, no son lineales, se vive en la diferencia y la diversidad política, ideológica y religiosa, que surgen y se mueven de las propias dinámicas sociales.
- Una de las frases que más repite nuestra protagonista es si alguna vez habrá paz. ¿Tiene respuesta para esa incógnita?
Hoy -en el 2015- estoy convencido que en Colombia en el corto plazo se firmará un acuerdo para terminar la confrontación militar entre fuerzas del Estado e insurgencia, pero esa no es la paz, es el primer paso de un camino que será muy pedregoso en los próximos 10 o 20 años para desenredar la telaraña de este conflicto.
- Como autor, ¿cómo te ves de aquí a unos años en el plano literario? ¿Pretendes contar nuevas historias, nuevas verdades?
Desde hace 35 años estoy contando historias de Colombia y América Latina, a través de la reportaría, columna vertebral del periodismo. El reto que tengo es recrear otras historias, otras verdades que tengo en el archivo de mis crónicas periodísticas, esperando su maduración.
- Por último (una pregunta algo más personal), creo que todo autor, en sus obras, muestra una parte de él. ¿Qué parte de ti encontramos en la novela “Sueños en cenizas”?
La parte de la historia en el tren, del desplazamiento de la familia y el exilio.
Datos del autor
- Nombres:Edelmiro Franco
- Género del libro: Narrativa/Histórica
- Nacionalidad: Colombia
- Bios: Edelmiro Franco. Nació en San Roque (Colombia). Egresado de la Facultad de Comunicación-Periodismo de la Universidad de Antioquia (1982). Reportero de los diarios Vanguardia Liberal, El Heraldo y El Mundo. Desde 1989 es corresponsal de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano (Notimex) en Perú, Panamá, El Salvador, Venezuela y Colombia. Como corresponsal extranjero ha publicado en la plataforma de Notimex: crónicas, reportajes y entrevistas sobre la guerra interna en Colombia (insurgencia, militares, paramilitares y narcotráfico), desde 1998. Vivió la conflictiva época de Sendero Luminoso en Perú (1989-1991), el período de post-invasión de Panamá (1992-1993), el post-conflicto en El Salvador (1994-1996) y en Venezuela (1996-1998), la salida de prisión del comandante golpista Hugo Chávez y el juicio al expresidente Carlos Andrés Pérez.
Libro: Sueños de Cenizas
ISBN 9781326427214
Edición: Primera Edición
Editor: Falsaria
Publicado: 21 de septiembre de 2015
Idioma: Español
Páginas: 120
Tipo de encuadernado: Libro en rústica con encuadernación americana
Dimensiones (centímetros) 14,81 de ancho x 20,98 de alto.
Sueños en cenizas – Edelmiro Franco
(Fragmento)
Última batalla por la vida
La abuela entró en estado crítico. Las enfermeras empezaron su trabajo de buscar la vena para sacar una muestra de sangre y aplicar por vía intravenosa la medicina, pero la vena se mantuvo esquiva. Era casi imposible, porque sus brazos estaban llenos de hematomas.
La abuela abrió y cerró los ojos lentamente, su rostro palideció, su hija Carmen no supo qué hacer. Acarició su cabeza y el único diálogo que sostuvieron en ese momento madre e hija fue el tacto de sus manos. La abuela movió los dedos, Carmen sintió ese roce suave y tierno, que marcó la despedida final de su madre.
—Rece para que podamos coger la vena… Si no la agarramos, se nos muere —fue la frase que soltó a boca de jarro una de las enfermeras que hizo un intento más para recuperar los signos vitales de la abuela.
Esas horas las vivió con intensidad, con dolor y con orgullo su hija Carmen, la misma que vivió una balacera en la barriga de su madre en 1954, cuando la llamada chusma liberal atacó la hacienda Portugal, en la zona del Magdalena Medio, donde su padre trabajó como mayordomo.
Ella recibió toda la información del equipo médico, luego se la transmitió a sus hermanos. Toda la familia tomó la decisión de no autorizar que la entubaran porque a sus noventa años era más una tortura que una salvación.
La noche avanzó en la habitación 325 con el grupo de enfermeras que buscaron y buscaron la vena mientras le dijeron a Carmen:
—¿Sabe alguna oración?
Carmen exclamó:
—Ella no se está muriendo —dijo con rabia.
Carmen miró a su madre —que no se quejó de dolor ante los puyazos de las enfermeras—, y con pasos largos salió llorando rumbo a la capilla de la clínica, donde se puso de rodillas y rezó en voz baja:
—¡Padre mío, si es tu voluntad, llévatela, te la pongo en tus manos!
Cuando Carmen regresó a la habitación 325, se encontró con la enfermera jefe. Con los ojos encharcados de lágrimas, esta dijo:
—Mañana me confieso por todo el maltrato y dolor que le he causado a esta abuelita. Yo no sería capaz de ver esto con mi mamá. Qué viejita tan fuerte, no le vi ni una lágrima.
Ahí Carmen comprendió la magnitud del dolor que su madre llevaba por dentro. Ella y sus hermanos sabían que ella vivió curtida de dolores.
Una de las enfermeras preguntó:
—Viejita, ¿cómo estás?
Cuando Carmen escuchó la pregunta de la enfermera, solo atinó a decir dentro de sí:
—Qué pregunta tan estúpida.
La abuela subió un poco la cabeza y, con sus ojos entreabiertos y una levísima sonrisa, respondió con un movimiento de cabeza hacia abajo que las enfermeras interpretaron como «Bien». Fue una resistencia forjada durante noventa años y su sonrisa fue el mejor blindaje para evitar que sus dolores se extendieran a los suyos.
A los segundos de su leve movimiento de cabeza, las enfermeras lograron ubicar —quizá— el último punto de la vena que quedaba disponible en el magullado brazo de la abuela y empezaron a aplicar la medicina para intentar sacarla de su estado crítico.
A las 3:30 de la madrugada del 3 de junio, empezó a respirar tranquila y comenzó su sueño plácido. Tres horas después, las enfermeras regresaron a la habitación, hicieron los controles de los signos vitales y la maquinita al lado de la cama marcó cien en respiración; retiraron la mascarilla y siguió el número cien.
—Está respirando muy bien. Qué señora tan guapa —dijo una de las enfermeras.
En la noche de ese sábado y en la madrugada del domingo 3 de junio, la abuela no se dio por vencida y luchó incansablemente por la vida con una sonrisa ya apagada pero, al fin y al cabo, sonrisa.
Las enfermeras no supieron de la historia de la viejita que soportó en silencio todos los pinchazos del mundo buscando la vena. Su hija Carmen sí comprendió a fondo el silencio y la fortaleza de su madre.
Pasadas las siete de la mañana, Carmen salió de la habitación rumbo a su apartamento, llamó por teléfono a sus hermanos para notificarles con orgullo y con dolor que su madre, en la noche anterior, le ganó una batalla más a la muerte, pero esa fue la última. La abuela llegó a su fin.
Para Carmen, esa noche del sábado y la madrugada del domingo fue la gran y última lección de vida que le dejó su madre, mientras por su mente pasaron imágenes fugaces de una historia de noventa años concentrada en el cuerpo y alma de la abuela.