Adonaís Jaramillo
Medellín para la vida
Cuando la administración de la ciudad insiste con su campaña de construir “una ciudad para la Vida”, no deja de ser plausible su propósito, un mensaje que agota todos los medios, desde la TV oficial, periódicos, radio y hasta las bolsas de plástico que botan en los parques donde se entrega agua en los encuentros barriales, pero tal propósito, fuera de medirlo con el rasero estadístico de la baja homicida, hay que situarlo en el escenario propio, el ambiental, la verdadera medición, que se esconde.
Lo ambiental, no está lo suficientemente atendido, por el contrario, la Administración peca por grave omisión, en aspectos tan simples como la recuperación de las zonas verdes tomadas por los particulares a causa del descuido de la misma autoridad, y cuyo impacto sobre la ciudad, se desprecia, pues no se interesa por recuperarlas, así las normas superiores se lo exijan. . A la Administración Municipal no le importa esta pérdida de biomasa, necesaria para respirar, pues zona verde de la que se apropia el particular para cambiarla por piso duro, no se devuelve; se tolera, como una contribución a la construcción de la nueva ciudad. Una muestra. Cuando se reconstruyen los andenes, se omiten los bordes en muchos casos, para que los particulares devoren estos sumideros naturales, que son las vías respiratorias de la ciudad, más necesarias, incluso, que las vehiculares, pues para conducir vehículo, necesitamos oxígeno, y estamos destruyendo las fuentes que lo producen. Y es porque está perdida de las zonas verdes que no cesa, la ciudad altera su microclima, la salud de sus habitantes. La ciudad, por este motivo, deviene enferma. Las EPOCS, son su corolario; hay que consultar esta estadística para entender que estamos haciendo muy poco. Este es un motivo para que la ciudad se enferme. En vez de construir la “ciudad para la Vida”, la estamos debilitando. Ese manto de veneno que cubre la ciudad, del que han dado cuenta reconocidos columnistas del tema como Ramiro Velásquez Gómez, fundado a la vez en estudios académicos serios, seguirá en la penumbra, sin cabida oficial, pero ahí está, ensombreciendo el destino de la ciudad.
Mientras la Administración Municipal, habla de los bordes de la ciudad, de su anillo para la vida que dice representa este nuevo corredor, los bordes de las zonas verdes, desaparecen; no se reconstruyen; la infraestructura urbana lo desdeña para privilegiar el vehículo y validar el expolio de los particulares que tiene la impunidad asegurada, tan cierta, como la alfombra de polución suspendida que cubre la ciudad.
Un solo aspecto de la problemática ambiental de la ciudad, sus zonas verdes destruidas para el parqueo de vehículos, nos afirma en la percepción de que la política ambiental, sigue siendo laxa, y no soporta la “ciudad para la Vida” que se vende.
Para que Antioquia ría
No hay duda que en la medida que se desarrolle la provincia como lo aspiraba el gran Berrio, y otros que reprodujeron la misma idea, el Departamento podrá respirar mucho mejor, pues está ahora afectado de macrocefalia crónica, y se necesita que el resto del organismo encuentre mediante adecuadas acciones políticas, su equilibrio.
Pero ese plan carece de raíces, valga decirlo, porque el apoyo que podría curar el mal radical, está débilmente tratado, como es el gran plan forestal, instrumentado por RIA (Reforestadora Industrial de Antioquia), que nació casi muerta, pues han pasado varios años desde su creación sin que hasta ahora se convierta en una empresa con el mismo vigor de EPM, no obstante estar la base de esa pujanza, en el bosque. Se trata de revertir el proceso que se inició a finales del sigloXV111, con Mon y Velarde que destapó los realengos, -esas concesiones odiosas de tierras de la Corona española- y abrió espacios que descongestionaron los centros de entonces, Santafé de Antioquia y Ríonegro, fundando nuevos pueblos, y con ellos, dotándolos de instrumentos físicos y mentales, el hacha y el fuego, vivos desde entonces en nuestra población, que hicieron de nuestras laderas, yermos de lástima.
Tierras ahora degradadas por el monocultivo y la ganadería ofensiva, determinantes junto con las otras violencias del ominoso extrañamiento; esa población desplazada que lucha en las periferias urbanas, por reproducir imaginarios perdidos, sobreviviendo.
No se ha analizado suficientemente la incidencia de este factor, la degradación, en esa diáspora campesina cuya causa es la pobreza del suelo, proporcional a la pobreza del espíritu.
Hay que desinflar la ciudad para que la ilusión por la periferia, florezca. Sus límites hay que crearlos mediante acciones políticas que hagan, por los incentivos que se creen para el restablecimiento del bosque, marcar un nuevo horizonte.
Como en el cuadro del maestro Cano (Horizontes), que narra en sus líneas la gesta colonizadora, gesta grabada con él con el hacha y el fuego, la interpelación razonable y del sentido común, en nuestro tiempo, es revertirla, recuperando las tierras degradadas, sembrándolas, llenándolas de árboles, y dentro de ese gran bosque, desarrollar el silvipastoreo y la agroforesteria, amigables componentes de esa nueva mirada donde la interacción con la naturaleza se nos hace imperiosa. Una cruzada por la restauración de los suelos de Antioquia.
Un ordenamiento de nuestro territorio que proscriba la tenencia, en cualquiera de sus formas, para todos aquellos individuos que desconozcan los principios esenciales de la propiedad como son la función social y ecológica de la tierra.
Buscar la manera a través de un ajuste legal, erigir como causal de la extinción de dominio al que atente contra estos principios.
De la empresa germinal, RIA, hacer el gran horizonte de Antioquia, transformándola en una robusta empresa que producirá mejores dividendos, en todos sus órdenes. Una robusta empresa que permita que el futuro de Antioquia se inscriba en las fortalezas del binomio agua & árboles que le darán a este territorio el equilibrio perdido; fluidez a sus dobles calzadas, y puerto por donde llegue el nuevo acueducto de EPM para enviar, vía marítima, agua al mundo sediento, productos del bosque y aprovechamientos de algunas de sus maderas.