Alfredo Cardona Tobón | Gloria Isabel Muñoz Castañeda | Patricia Nieto
María Cano
Todavía faltaba un tercio del camino entre Tunja y Ventaquemada cuando María cayó exhausta. Los guardias que la vigilaban durante su destierro y los compañeros de infortunio se abalanzaron sobre ella. El viento frío movía sus cabellos castaños. Una palidez de muerte saturaba su rostro, y gotas de sangre chorreaban sus tobillos en el punto donde las cotizas aporreaban su piel.
Una ruana sirvió de camilla, y los guardias tomaron el lugar de los cargadores. El cuerpo frágil de María Cano se mecía al paso de la marcha y sus compañeros la seguían de cerca, casi tan impotentes como ella. Desfallecidos, andrajosos y hambrientos estuvieron por fin fuera de Boyacá, de donde fueron expulsados por revolucionarios.
Los días anteriores —comenzaba diciembre de 1926— fueron una mezcla de felicidad y amargura, de triunfo y de derrota. Entrar a Boyacá, a una plaza conservadora, fue la mayor afrenta contra el orden, y la prueba más dura para aquel grupo político que sembró las ideas socialistas en Colombia. La plaza de Tunja los recibió alborozada, y tuvieron que pasar varias horas para que quedara vacía de nuevo.