19 – Adonaís Jaramillo

Delimiro Moreno | William Ospina | Daniel Coronell | Darío González Posso
Adonaís Jaramillo | Frank David Bedoya | Juan Diego Velásquez
Raúl Ruiz | Manuel Muñoz | Jesús María Dapena

Enviado para Gotas de tinta

– I –

Una ciudad de caminantes

Ahora, cuando tantos se quejan en Medellín porque montar en carro se está volviendo tan terrible como hacerlo en Bogotá, pienso que además del uso de la bicicleta, los ciudadanos deberían pensar seriamente en caminar, no solo para ir a la tienda, no, utilizar los pies como un importante medio de transporte, medir distancias con ellos, llegar a donde sea con esas extremidades que, después de todo, nos han traído hasta aquí.

Desde luego, para caminar necesitamos tiempo, y ese puede ser un primer pretexto de alguien que prefiere perderlo encerrado en un bus o estresado en un carro o luego desparramado en un sofá viendo televisión, quejándose porque en esta vida no le queda tiempo para nada, mientras su estado físico se descompone. Si miramos bien, una distancia entre cinco y ocho kilómetros puede recorrerse en una hora, más o menos. Medellín es una ciudad pequeña y me atrevería a decir que en la mayoría de casos, las personas trabajan o estudian a no más de 10 kilómetros desde el lugar donde viven.

Vistas las cosas así, Medellín podría ser una ciudad de caminantes y si caminamos más, como una rutina de vida, nos daremos cuenta de qué está hecha la ciudad y seguramente podremos intercambiar ideas con personas que en carro jamás hubiéramos visto. Cuando la gente se conoce mejor e interactúa, aumentan los lazos de solidaridad y disminuye la inseguridad. Si caminamos más, yo pienso que pueden disminuir los infartos y el medio ambiente lo agradecería, porque los carros serían apenas para paseos largos o para quienes en verdad los necesiten. La infraestructura en la ciudad tendría que tomar un nuevo rumbo.

Creo que era Eladio Vélez quien iba con cierta frecuencia desde Itagüí hasta Aranjuez a visitar a su amigo Pedro Nel Gómez. El recorrido lo hacía a pie porque así podía detenerse el pintor en algún paisaje rural, en alguna sencillez sorprendente de la cotidianidad para pintarla. Antioquia ha tenido grandes caminantes, recordemos también a Fernando González. Eran otras épocas, dirán algunos, claro, eran esos días donde había tiempo para todo.

Thoreau escribió en un librito muy bello que se llama “Caminar”, que no podría mantener la salud ni el ánimo sin dedicar al menos cuatro horas diarias, y habitualmente más, a deambular por bosques, colinas y praderas, libre por completo de toda atadura mundana. Claro, él era un hombre libre, qué podemos esperar de nosotros que estamos atados cuatro horas y más a tantas pantallas, la mayoría de las veces dedicadas a cosas inútiles.

Seguramente a muchos esta idea les parecerá descabellada, después de todo para el perezoso todo queda lejos, todo es muy caliente o muy frío y no hay tiempo que perder en caminatas; sin embargo, si alguien empieza a caminar un poquito todos los días, verá que entre más camine pasarán cosas en el alma; tal vez así, parafraseando a Thoreau, nuestras aladas ideas dejen de ser aves de corral.

(Columna de Juan Diego Aristizábal, publicada en el diario El Colombiano de Medellín.)

– II –

Caminanates

A propósito de  una columna reciente de Juan Diego Aristizábal en El   Colombiano,  invitando a caminar y a dejar guardado el carro como clave para mitigar tantas patologías urbanas, pensé que tal vez su propuesta no era fácil encajarla en la agenda del poder; caminar y  dejar el carro en casa, estropea muchos negocios, y la administración que  sirve a esos intereses,  la desprecia, porque merma el crecimiento, y eso se constata por el programa de obras que ahora adelanta,  algunas de ellas, sometidas al imperio del vehículo particular como el soterrado del río y el paquete de El Poblado, que lleva a echarle más cebo al candil.

El disfrute y la salud de los habitantes  de la ciudad se logra solo caminando y una política seria y responsable de sus administradores debería responder a esta evidencia, suprimiendo, para implementarla, el presupuesto para vías vehiculares, y más bien concentrar esos recursos en construir más  andenes, política ahora tímida, porque la ciudad no sólo dejó de hacerlos, sino que omitió vigilar para que los particulares dejaran fajas para establecerlos, como ocurrió en el enclave de El Poblado, o dejó que los particulares los hicieran a su amaño, en rampas, con materiales deslizantes como se advierte en  algunas comunas donde los andenes son montañas rusas, apenas para la práctica del  ciclomontañismo.

Que se construyen medios masivos, como el tranvía, (que se tuvo en el siglo pasado) para implementar el metro, es cierto, pero con desviaciones, pues el Metroplus, que se dice deficitado, se planeó arbitrariamente desarticulándolo del metro que funciona con electricidad, y se optó por combustibles fósiles, gas vehicular que usa, toda una incoherencia, cuando la sostenibilidad  que es imperativo constitucional  manda que funcione con  energías limpias.

El parque automotor crece de manera exponencial y sabe la administración de la ciudad que la construcción de vías, estimula ese crecimiento que como el cáncer, no dejará de matarla; el número de vehículos particulares  está enfermando la ciudad y esto es fácil de constatar; solo con una campaña firme, sin timideces,  mostrando los riesgos que se corren si seguimos alentando la solución individual, podría darle un alivio;  dejar el vehículo en casa, usar la bicicleta y concretar todo el esfuerzo en consolidar los medios masivos de transporte; construcción de  ciclorutas seguras y andenes, de manera que la ciudad vuelva a respirar.  Y esto no sólo mejorará la salud, sino que mostrará que la ciudad para la vida  se construye disponiéndola para el encuentro, caminando,

– III –

[…] caminar como clave para mitigar tantas patologías urbanas, sería la política plausible; pero la administración va montada en  carro, que ahoga y disminuye en términos de vida buena como el plan que propones para que en verdad, fluya la vida sin muletas, no el remedo publicitado de “construir una ciudad para la vida” sin bajarse del vehículo, que es la ruta de las administraciones de la ciudad  cooptadas por la industria automotriz que desplazan las soluciones limpias para concentrarse en resolver el atasco construyendo más vías  para estimular la “hybris” de los que, en realidad, “construyen” la ciudad paralizándola.

Gaviria Correa se ufana de haber disminuido los homicidios (manes del “presupuesto disipativo”). Creo que podríamos decir al final de su mandato que nos salvó de la muerte pero no de la moto.

(NOTA: Secuencia de los artículos organizada por Gotas de tinta)