18 – Mamu

Entrevista con Nicanor Restrepo | Santiago Gamboa
Jesús María Dapena | Mamu | Adonaís Jaramillo

El Estado colombiano con lepra

Epígrafe:   “Más hace en un día un intrigante que cien hombres de bien en un mes” (Bolívar).

Su caso,  señor Pretelt, le ha enseñado de un golpe a todo el pueblo  que el Estado colombiano es un sepulcro blanqueado. Sus gestores hieden a carroña. Ladrones, vendedores de sentencias, defraudadores del erario público y de los dineros privados…. Todo apesta, como dijo el papa Francisco recientemente a los napolitanos.

En esta perspectiva, pedirle a Pretelt que renuncie “para salvar las instituciones”, o aislarlo como a los leprosos de otrora,  da grima.

El acorralamiento del magistrado de la Corte  partió desde el Ejecutivo, precisamente  la Rama que descompuso el organismo político desde 1886.  Si personajes de la calaña de Pretelt lograron que el Senado los eligiera para esa Corporación encargada ni más ni menos que de  la defensa de la Constitución y de los derechos fundamentales de los ciudadanos, es porque el Senado como sabemos, está podrido. De la Altísima Corte Constitucional lo único que nos queda es el grato recuerdo de la primera: la corte de Ciro Angarita Barón.

¿Qué puede decirle la Corte a quienes como Uribe Vélez se amparan en su jurisprudencia sobre la constitucionalidad de las Convivir? ¿O a los pensionados sobre la SU 555 que puso de moda la regresión de hacer prevalecer el derecho interno sobre el derecho internacional de los derechos humanos?

Un maestro en sentido negativo.- Que Pretelt se quede para que los ciudadanos sepan el tipo de justica que nos propone  el “Centro democrático” (C.D.), cuyo jefe lo postuló para ese cargo. Ante la nulidad de la Comisión de Acusaciones de la Cámara, juez natural del magistrado, no queda otro camino institucional: que se quede.

En marcha un golpe institucional

El equilibrio de poderes no existe en Colombia ni ha existido nunca; aquí sólo imperan los poderes  desbocados de los intereses particulares, donde es imposible cultivar la máxima política de Benjamín Constant según la cual “la Nación sólo es libre cuando sus representantes tienen un freno que limite su poder”.

Sin encontrar otra salida, el Senado  le negó la licencia a Pretelt para sugerirle en cambio la renuncia. Y ¿la Comisión de acusaciones de la Cámara, juez natural de los altos dignatarios del Estado, no navega en el piélago de su fétida impotencia? Esa unidad legislativa se convirtió  a la final en una auto-encerrona de la clase política que la diseñó para que nadie la juzgara, para delinquir  impunemente!

Y el Ejecutivo que se engulló a los demás poderes hasta  convertir el Estado en una dictadura militar y paramilitar colectiva y clandestina copando todo el territorio de Colombia, sin dejar un solo centímetro  para la civilidad, apenas modula tímidamente una solicitud de renuncia al magistrado que tiene encartado al establecimiento.

En síntesis, al señor Pretelt lo postuló el Centro democrático, el organismo político más retardatario y guerrerista  que existe en el país y en el continente;  los poderes constituidos carecen de competencia para sacarlo de la Corte y, por añadidura,  la Comisión de acusaciones no funciona. Lo único que atinan a pedir es su renuncia “para salvar la institucionalidad” y se la piden en nombre de la ética, al no existir norma jurídica alguna que puedan invocar. ¡Qué atolladero!

Todos estos usurpadores- Ejecutivo, Senado y Altas cortes- lo que están llevando a cabo es un verdadero golpe de Estado institucional.

¡Y pensar  que  todos estos usurpadores de poder  son los que van a arreglar el “equilibrio de poderes” en Colombia!

Sin duda, la cúpula de los tres poderes sigue considerando que todos los colombianos somos unos cretinos.

La OEA ante la integración  latinoamericana

La OEA se prestó para que los malos hijos de América -entre ellos los colombianos Lleras Camargo y Gaviria Trujillo- administraran el terrorismo de Estado como sirvientes del imperio norteamericano. Esa  degradación del Estado permitió que unos colombianos mataran a otros colombianos, previa división de la población entre buenos y malos: buenos quienes servían a sus apetitos antipatrióticos y malos quienes luchan por la democracia, los derechos humanos y la libertad.

La OEA aisló a Cuba permitiendo  que nuestros soldados se entrenaran en la Escuela de las Américas,   y que el Estado terrorista asesinara o facilitara el asesinato de 220.000 colombianos en un corto período de tiempo (GMH), llenando de fosas comunes el territorio nacional. ¿Y de esas muertes son culpables únicamente los guerrilleros, o los administradores de la doctrina de la seguridad nacional? Si sólo  son culpables los guerrilleros, que vayan  a la cárcel. Pero si lo son los  creadores del paramilitarismo, que le entreguen los expresidentes y sus correspondientes ministros sobrevivientes  a la CPI.

Por ventura, la OEA murió como “ministerio de colonias” al servicio de la ultraderecha latinoamericana, porque a ese poder global  despótico y colonialista,  le salió al encuentro un poder regional plural y valiente que defiende los derechos de este continente; a un organismo dominado por un poderoso país imperial, se le opone un poder moral orientado por un país pequeño cuyas únicas armas son su alto poder moral y su honor; al Monroísmo  le salió al encuentro el Bolivarismo; a las instituciones de una entidad continental, le salieron al encuentro instituciones regionales que crecen “como la sombra cuando el sol declina”.

Es hora de que el Consejo de Seguridad de Unasur se convierta en el Consejo de Seguridad de la Celac, con armas y ejército propios para su defensa; es hora de que fortalezca sus instituciones jurídicas, económicas y políticas que en nada pueden parecerse a las de la OEA. Porque estamos en el momento propicio para desarrollar a plenitud el legado  del Libertador.

Sin duda, a medida que se adelantan las negociaciones entre Cuba y EE.UU., la OEA servirá como escenario de discusión con la potencia del Norte, en cuyo seno deben actuar unificados con una misma posición frente al gigante los países latinoamericanos.

En el escenario de unidad latinoamericana se presenta el proceso de paz de Colombia. Pero hay que tener mucho cuidado con la sórdida y astuta oligarquía colombiana que sin duda pretende entrabar la dinámica de la integración, especialmente con la  derecha que funge como progresista. Allí va el expresidente Samper, administrador de la doctrina de seguridad nacional y coautor de las convivir, quien no ha pedido perdón por su turbulento gobierno para merecer la secretaría de Unasur.